En la arena política, donde cada palabra es medida y cada discurso es calculado, es fascinante cuando el subconsciente irrumpe sin invitación en la conversación pública. La reciente declaración de la Senadora Xóchitl Gálvez Ruiz, Coordinadora del Frente Amplio por México, donde expresó su renuencia a trabajar con "muy malos priistas como Alito" (Presidente del PRI), es una rara ventana a las profundidades de la psique política que merece un análisis detallado.
En la teoría psicoanalítica, principalmente desarrollada por Sigmund Freud, el subconsciente es una parte de la mente que contiene deseos, impulsos, recuerdos y experiencias que están fuera de la conciencia del individuo pero que influyen significativamente en su comportamiento y percepciones. Freud postuló que la mente se divide en tres partes: el consciente, el preconsciente y el inconsciente.
El subconsciente está ubicado entre el preconsciente y el inconsciente, donde residen los contenidos que no están inmediatamente accesibles a la conciencia pero que pueden llegar a ella en el momento menos esperado.
En el escenario interno donde la razón y la emoción luchan por el protagonismo, la Senadora y precandidata a la presidencia de la República por la derecha, ha dejado escapar lo que Freud llama “un acto fallido” (Fehllesistung), que se define como un error en el habla, la memoria o la acción física que revela el contenido subyacente del subconsciente.
Estos deslices son como destellos de autenticidad en un panorama a menudo demasiado coreografiado. La legisladora, quizás sin querer, nos ha dado un asiento en primera fila para presenciar la lucha entre el ello y el superyó, términos acuñados por Freud para describir las partes más instintivas y moralistas de nuestra mente.
El subconsciente no conoce de diplomacia ni de la danza de la corrección política. Es un niño honesto en una sala de adultos, revelando secretos sin la carga de las consecuencias. La Senadora, al mencionar específicamente a "Alito" (Alejandro Moreno), nos permite especular: ¿es esta una aversión personal disfrazada de crítica política? ¿O acaso es el reflejo de un conflicto más profundo dentro de sus convicciones?
Los detractores podrían argumentar que tales comentarios son meros lapsus sin importancia. Sin embargo, para los que se dedican a desentrañar la psicología detrás de la política, son momentos de oro. En ellos, la salud mental y la salud política se entrelazan, recordándonos que los líderes políticos, a pesar de su estatus, no están inmunes a las complejidades del subconsciente humano.
El subconsciente puede ser un aliado si se le entiende y se le atiende correctamente. La declaración de la Senadora debería servirnos no para cuestionar su capacidad política, sino para reflexionar sobre cómo gestionamos la expresión de nuestras verdades internas en un espacio público.
En la salud, como en la política, la prevención es clave. Entender y aceptar nuestras luchas internas puede prevenir la manifestación inesperada de conflictos subconscientes. Así como buscamos líderes políticos que puedan navegar los complejos terrenos de la legislación y la diplomacia, también deberíamos valorar a aquellos que están en sintonía con su propia psique.
Porque, al final, la política no es solo una cuestión de ideologías y programas, sino también de personas: personas con subconscientes activos y mentes que, en ocasiones, desvelan sus verdaderas posturas en los momentos más inesperados.
Este episodio nos recuerda que la mente humana es el campo de batalla más complejo, y la política, su espejo más claro. Como sociedad, debemos estar atentos a estos momentos reveladores. Nos enseñan que detrás de cada estrategia política, hay una persona tratando de mantener a raya su propio subconsciente. Y a veces, como en el caso de la Senadora, ese subconsciente habla más fuerte que cualquier discurso.