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  • 26 Oct 2023
  • 12:10
  • SPR Informa 6 min

El problema de perseguir el mundo que fue en el mundo que ya no será

El problema de perseguir el mundo que fue en el mundo que ya no será

Por Ernesto Ángeles .

En las últimas décadas el mundo ha cambiado profundamente, al punto que algunas cosas que antes se consideraban una certeza, hoy en día son puestas en duda; la razón de tal cambio tiene diversas fuentes:

La posmodernidad; las capacidades de poder entre los países; así como también debido a la intermediación y dependencia de la tecnología en las relaciones humanas, esto incluye relaciones de  cooperación, conflicto, producción, transporte y hasta relaciones afectivas, emocionales y sexuales.

Sin embargo, a diferencia de la tecnología, la ideología o las capacidades de poder; las comunidades, su gobernanza y la regulación no cambian tan aceleradamente, sino que requieren de tiempo para adecuarse y adaptarse; el problema es que en medio de tal proceso de transición diversos actores no  logran identificar los procesos que transforman su realidad o aquellos que, aún identificándolos, encaminan sus esfuerzos en atender únicamente las consecuencias y no las causas; ya ni se diga buscar la manera de adaptarse ante cambios irrevocables.

Uno de los ejemplos más claros de esta transformación y de la dificultad de cambio, radica en la  erosión de la noción de verdad y lo verdadero en las relaciones sociales, el espacio público y la realidad; dicha transformación se da -en parte- debido a que las plataformas y otros servicios digitales promueven prácticas como la hiper personalización, el reforzamiento de prejuicios y creencias del  usuario, así como la valoración de contenido fuertemente emotivo y sensacionalista sobre el contenido objetivo y algunas verdades antiguamente consensuadas, tal como la eficacia de las vacunas o la redondez del planeta.

La respuesta de diversos gobiernos, entidades regulativas y empresas ha sido por apostar por la censura, hacer responsables a los usuarios por el contenido publicado, así como por la vigilancia algorítmica; como si fuera posible regresar a ese estadio anterior a la posverdad, sólo aplicando algunos cambios que no sacrifiquen las ganancias y las capacidades de poder de los actores más beneficiados.  Aunque, al ser esta una condición asociada al modelo de negocio y al mercado digital en general, por más cambios cosméticos y funcionales que se hagan en los entornos digitales, poco se logrará por regresar a un estadio anterior, ese en donde existían verdades consensuadas y comunales, si es que siquiera esto es posible.

Otro ejemplo de esta dificultad de adaptación es el caso de la educación y el rol de la academia, ya que es bastante usual el encontrar planes de estudio, estrategias educativas y herramientas de estudio que no incorporan el elemento de la intermediación tecnológica en las relaciones humanas y su influencia en distintas áreas, tal como en el aula o los planes de estudio; aunque no hay que olvidar la presión que ejerce la pauperización de la educación bajo los principios neoliberales, especialmente en la educación pública.

Resulta importante señalar que el caso de la educación es aún más profundo, en buena parte debido a la naturaleza del paradigma educativo imperante en las aulas, el cual se deviene de los adelantos disciplinares y de vigilancia del siglo XIX; esto se traduce en una situación en donde el profesorado debe seguir un modelo rígido, disciplinar y homogéneo para educar a generaciones más heterogéneas, audiovisuales, y acostumbradas a estímulos constantes, satisfactorios y altamente personalizados como los de los servicios digitales.

Otro síntoma de la dificultad de adaptación social y el establecimiento de soluciones que no atienden las causas, recae en la crisis de salud mental y aislamiento social que están viviendo diversas sociedades al día de hoy, un problema que se asocia a factores culturales, políticos y sociales, tal como el neoliberalismo y su crónico individualismo; así como a la influencia de la intermediación tecnológica, como en el caso de las redes sociales, cuyo diseño y procesos promueven el individualismo, la competencia y la cosificación.

Una de las acciones que se intenta implementar para atender esta crisis de salud mental es la demandade más de 40 estados en Estados Unidos en contra de Meta/Facebook, el motivo específico de la  demanda es la protección de la salud mental de las infancias y adolescencias. Y aunque esta acción representa un paso importante por sí mismo, poco se va a lograr si no se atienden de fondo las causas estructurales, las cuales no sólo incluyen a la tecnología, sino al sistema social en general; además, las condiciones mentales no sólo afectan a las infancias y usualmente, las soluciones técnicas son fácilmente burladas.

Por otro lado está el caso del trabajo, otro modelo devenido de diversas influencias del siglo XIX y XX, tal como las prácticas e infraestructuras de vigilancia, así como el fordismo y la estructuración de los espacios y tiempos de trabajo, todo esto bajo un horario de 8 horas (o más), los cinco días de la semana (o más) a cambio de un sueldo y, si se tiene mucha suerte, unas prestaciones de trabajo. Aquí poco importan para los trabajadores los beneficios de la intermediación tecnológica, ya que estos van directo a las ganancias de los empresarios; puesto que, mientras que la tecnología permite producir más en el menor tiempo posible, esto no ha significado una reducción en la jornada laboral; ya ni se diga lo que planean hacer con la inteligencia artificial y la sustitución de fuerza de trabajo.

El caso del trabajo es paradigmático, ya que su adaptación ha sido mayormente en detrimento de la clase trabajadora, tal como sucede con los trabajos de plataforma, en donde la responsabilidad hacia quien trabaja se ve diluida en un sistema digital, mientras que la flexibilización de condiciones usualmente impacta negativamente, tal como la imposibilidad de generar antigüedad o la facilidad de prescindir de la fuerza laboral; en este escenario la acción del Estado ha sido marginal y cómplice con las empresas, ya sea por sujeción internacional, corrupción o mera incapacidad.

 Asociado al trabajo también está el problema de las capacidades de poder de las empresas, varias de estas, empresas de tecnología, las cuales llevan a cabo prácticas monopólicas que atentan con los principios del régimen político-económico imperante; sin embargo, la concepción de monopolio en la regulación de los Estados y el sistema internacional pertenece a los monopolios de siglos pasados, por lo que mientras se siga usando esa óptica, poco se podrá hacer para evitar que estos monopolios devengan en entidades más poderosas que los propios Estados o sean parte de la construcción de un sistema imperialista que beneficie a su país de origen (Estados Unidos o China).

En conclusión, pese a que hemos vivido una serie de cambios por la influencia de la intermediación tecnológica en las relaciones humanas, hoy en día se siguen usando recetas y nociones viejas para problemas y realidades nuevos; por lo que es necesario que el Estado esté abierto a la experimentación regulativa y a cambiar paradigmas, prácticas y concepciones, especialmente en un entorno en donde, a nivel internacional, los propios países promotores de un supuesto orden han sido los primeros en cambiar las reglas. Dicha apertura al cambio debe ser acompañada de una serie de alianzas y blindajes, puesto que usualmente los cambios son en detrimento de aquellos actores a los que les interesa que nada cambie.