Si algo nos ha demostrado el segundo mandato del presidente estadounidense, Donald Trump, es la confirmación que la tecnología no es neutral, así como que las elites tecnológicas tienen más intereses económicos que ideología, ya que con gran ligereza empresas como Meta, Google y Amazon, anteriores heraldos de causas progresistas y demás manifestaciones de lo que ahora llaman 'cultura woke', han decidido dar marcha atrás a sus agendas de diversidad, a la vez que ahora promueven un supuesto absolutismo de la libertad de expresión, abriéndole la puerta de sus empresas y espacios digitales a personajes y discursos aún más estigmatizantes, violentos, dañinos y peligrosos.
La razón principal de este cambio se debe a la conveniencia comercial y financiera, ya que oponerse a Trump implicaría un riesgo a sus negocios, sin mencionar que también significaría que todas esas empresas y empresarios alguna vez tuvieron una causa social en la cual creer más allá de sus negocios, cosa que no es el caso.
Sin embargo, este repliegue se presenta con un alto costo político y social, el cual se ilustra con el amasiato entre Musk y Trump, puesto que este segundo mandato de Trump también se caracteriza por una conquista aun mayor del poder político por parte del poder económico, lo que en la práctica pervierte -aún más- el equilibrio de poderes al interior de Estados Unidos, así como a su sistema de gobierno, acercándolo más a un régimen oligárquico. Por todo lo anterior cabe preguntarse ¿cuál será la influencia de las empresas tecnológicas en el gobierno de Trump, así como qué impacto tendrá esto en los espacios digitales?
La absorción del poder político por el poder (tecno) económico se va a reflejar en dos frentes: por un lado en el ejercicio político, las instituciones y la diplomacia, mientras que por el otro también tendrá su reflejo en espacios y agendas digitales.
En el primer caso esto implicará más desregulación, el aumento de subsidios, la absorción empresarial de espacio y obligaciones públicas, así como una fuerte intromisión empresarial en otros países, lo que en el peor de los casos podría implicar la promoción de un cambio de régimen en gobiernos hostiles a empresas tecnológicas estadounidenses, así como ya comienza a vislumbrarse con un Elon Musk cada vez más interesado en entrometerse en asuntos políticos de otros países.
En el segundo caso esto significará el desarrollo de productos que no pasen por fuertes controles de calidad o de estimación de riesgos, así como en la creación de productos y servicios abiertamente tendenciosos; también implicará una mayor irresponsabilidad de parte de los espacios digitales y sus creadores, así como el subsecuente aumento en la opacidad y la negativa a cooperar con gobiernos, supuestamente amparados bajo la protección a la libertad de expresión o cualquier otro pretexto que se les ocurra; por supuesto, también implicará la posibilidad de un aumento de precios o el cobro por usar estructuras, productos o servicios digitales antes gratuitos.
Básicamente esto representará una nueva ronda de privatización de lo poco que quedaba del internet original, así como la destrucción de los valores y principios originales de internet (mismos que ya estaban agonizando desde antes): apertura, gratuidad, accesibilidad y el aprovechamiento de espacios comunes para compartir información de forma libre.
Dicho lo anterior, es momento de pasar a los ejemplos y los escenarios proyectados: En el caso de la inteligencia artificial (IA) esto se puede ver claramente en los planes de la administración Trump y el favorecimiento a proyectos maximalistas, con un fuerte gasto público proyectado para iniciativas como semiconductores, centros de datos y demás infraestructura de IA – aunque al día de hoy estos parecen más buenas intenciones que proyectos factibles-; fuera de las probabilidades de éxito, pese a que estos proyectos se pagarán con dinero público, el modelo de negocio planteado hará que las ganancias vayan a parar a pocos bolsillos, beneficiando marginalmente a toda la población.
Y si el traslado de riqueza pública a los negocios de oligarcas tecnológicos no es suficiente, esta administración también está trabajando para relajar los controles y regulaciones de la IA dentro y fuera de Estados Unidos, al punto que la dupla Trump-Musk ya dirigió su ataque económico-digital contra la Unión Europea y su marco regulatorio, volviéndolo un punto candente en las negociaciones de Estados Unidos con esta región. Como parte de este proceso de desregulación, no sorprendería que el día de mañana haya cada vez más modelos de IA riesgosos, problemáticos o simplemente molestos y vulgares, así como Grok 3 de Musk, entrenado para ser “antiwoke” y un porrista de Musk.
En las redes sociales el supuesto absolutismo en la libertad de expresión será solo un discurso más, ya que en la práctica seguirán existiendo prácticas de censura, ya sea directamente desde las empresas, el algoritmo o el comportamiento de sus comunidades y grupos favorecidos por este cambio, tal como pasó con el ecosistema desinformativo de Musk, el cual cuando comenzó a cuestionar políticas como las del facilitamiento de visado a trabajadores de la India, también fue víctima de censura.
Y hablando de censura y redes sociales, sobresale el caso de TikTok, el cual puede ser el parteaguas para la operación de redes sociales y otras empresas extranjeras de tecnología en Estados Unidos, ya que para evitar la prohibición y aprovechando el interés de Donald Trump, TikTok decidió concederle varias de sus peticiones a Estados Unidos, no sólo en el almacenamiento de datos dentro de su territorio (en Texas), sino también en la promoción y censura de temas, lo que llevó a la censura anti palestina en TikTok, favoreciendo a Israel y su genocidio, tal como ya lo hace Meta.
Asimismo, la supuesta libertad de expresión absoluta en internet va a encubrar cosas como las estafas digitales, el engaño y demás conductas lesivas en espacios digitales, ya que las empresas por un lado usarán la libertad de expresión y por el otro la protección de datos personales, propiedad intelectual, un muro de pago u otra argucia para evitar el trasparentar sus datos de forma gratuita y por diseño, lo que se traducirá en espacios digitales más turbios, confusos y riesgosos.
De entre las estafas digitales el caso de las criptomonedas será de los más costosos, así como ya pasó con Milei, presidente de Argentina, el tema aquí es que ese sólo fue el inicio del caos que se avecina, especialmente con un Estados Unidos promotor de las criptomonedas; ya que si se concreta el proyecto de Trump de hacer una reserva de criptomonedas, la economía de Estados Unidos y de Occidente estarán más a merced de la especulación, la inestabilidad y el aprovechamiento de unos pocos.
En lo que corresponde a la exportación de tecnología, ésta también sufrirá los embates políticos, tal como la imposición de controles y límites, los cuales no sólo serán dirigidos contra China, sino a nivel mundial, así quedó en evidencia con los controles anunciados a los chips de última generación, en donde hacen una categorización de los países para saber qué se les puede vender a cada uno, violando en el proceso el tan cacareado libre comercio y fomentando una dependencia tecnológica que sólo se profundiza más con el paso del tiempo y que en última instancia sólo beneficiará a Estados Unidos.
Sin embargo, debemos ser cautos a la hora de evaluar el impacto de esta relación, ya que internet no solo es occidental, sino también oriental, por lo que en aquella región del mundo el impacto será menor, puesto que en efectos prácticos ya hay ciertos países que están viviendo procesos más avanzados de transición de poder internacional, lo que se ve reflejado en sus sistemas digitales y su internet; por ejemplo, países como Indonesia, cuya influencia china es más que fuerte en su espacio digital, siendo el país con más usuarios de TikTok despues de China, su país de origen. En la práctica esto afectará desproporcionadamente a países más expuestos a la hegemonía estadounidense, como en el caso de México, por lo que la pregunta sería ¿qué se puede hacer para minimizar los riesgos, problemas y peligros?