Recordemos que hace una década la república mexicana en su mayoría era —des—gobernada por la ahora coalición fascista del Mcprianrd cuando aún fingían que militaban en distintos frentes, —aunque nosotros ya sabíamos que eran lo mismo—y el mismísimo Andrés Manuel López Obrador siempre lo advertía en sus discursos a lo largo y ancho del país. Parecía muy lejana la transición hacia un gobierno progresista que viera por los más vulnerables y por las mayorías.
Morena se vuelve partido político en 2014, después de venir de la intensa lucha social desde el desafuero, pero que ya se formaba como asociación civil de manera oficial en octubre de 2011. Es claro que, las izquierdas en México no pudieron avanzar con dirigentes como Cuauhtémoc Cárdenas, no lograron tejer los esfuerzos titánicos que hacía el pueblo de México desde diversos frentes; fue hasta con López Obrador que tanto los partidos de izquierda —que ahora algunos viraron a la derecha por dinero, como el casi extinto PRD y el pequeñito MC que se volvió satélite del PAN— así como los grupos sociales, sindicatos y comunidades indígenas se sumaron en un solo proyecto nacional para llevar a la presidencia de la república a uno de nosotros, al mejor entre nosotros.
Comenzó la disputa electoral bajo la insignia de Morena apenas se consiguió el registro, debido a que se decidió luchar por la vía pacífica, no había otra forma de llegar al poder porque se optó por el camino de la paz, no se apostó por el derramamiento de sangre como sucedió en la tercera transformación de la patria llamada revolución mexicana y el instrumento fue y ha sido morena como partido. Así con una mayoría apabullante llegó AMLO al poder en 2018 siendo el presidente más votado de la historia de México, dos veces ya nos habían robado la presidencia, una con un fraude electoral descarado «haiga sido como haiga sido», y otra con compra de votos e impulso de los medios de comunicación masiva, pero en 2018 ya no había espacio para dudas, el pueblo de México destruyó al neoliberalismo en las urnas de forma histórica y contundente.
En 2022 el partido de AMLO ya gobernaba 22 de las 32 entidades federativas, sin duda el partido político más grande e importante de América Latina gracias al liderazgo de un gigante entre gigantes, nacido en Macuspana Tabasco. Cabe destacar que los congresos locales, así como el Congreso General también se pintaron de color morena, ya que las bancadas mayoritarias también emergen del movimiento obradorista.
Ahora viene otra batalla importante: las elecciones estatales en Coahuila y en Estado de México. Como sabemos, el PRI ha tenido el control absoluto del Estado de México, desde hace 94 años han gobernado esa entidad, que por cierto es la más poblada del país, en donde se registra el mayor número de feminicidios, y de los que cuenta con un mayor número de municipios ¡es y ha sido el bastión del PRI y lo van a perder! ¡Por fin lo van a perder! Lo recuperará el pueblo mexiquense y escribirán una nueva y digna historia.
Es claro ahora que la profesora Delfina Gómez será la ganadora absoluta de la elección que viene, será la primera vez que gobierne una mujer ¡y qué orgullo que sea una mujer de lucha y de izquierda, otra de nosotros! Qué esperanzador se ve el porvenir en donde mexicanas y mexicanos llenos de dignidad han hecho polvo al neoliberalismo rapaz que parecía que iba a destrozar al país, parece que fue ayer cuando la represión y la desigualdad eran ya una «formade gobernar y de vivir», ahora caminamos a paso firme por el rumbo de la justicia social y la soberanía. Lo dicho, el pueblo bueno es mucha pieza.