Por Hugo Rangel Vargas
https://www.sprinforma.mx/noticia/el-fetiche-del-deficit-publico
6 min Más de algún analista ha puesto el grito en el cielo al revisar que el gobierno del presidente López Obrador ha decidido considerar un crecimiento del déficit del sector público para el ultimo año de su administración. Alejadas de cualquier valoración del contexto, las críticas que se vierten por parte de estos personajes se centran en la repetición de las letanias neoliberales e invocan una catástrofe económica de concretarse esta situación.
En primer término habría que decir que el crecimiento del déficit público es explicado en buena medida por un entorno de elevadas tasas de interés que han encarecido el pago del servicio de la deuda pública, compromisos financieros que por cierto, no fueron adquiridos durante la actual administración pero que sí han puesto en jaque a los márgenes de manejo del gasto público que se tienen. Hay que decir que el costo financiero de la deuda del país equivaldrá a 3.7 por ciento del PIB, la cifra más alta en el último cuarto de siglo.
Por otro lado, el llamado saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público, variable que refleja con una mayor consolidación y amplitud el monto de la deuda pública, se mantiene por debajo del umbral del 50 por ciento del producto interno bruto, al colocarse en 48.8 por ciento; cifra que, a decir de la calificadora Fitch Ratings, es menor a la de los países calificados en su deuda como BBB.
Del mismo modo, la narrativa misma de los Criterios Generales de Política Económica se mantiene firme en la necesidad de sostener los niveles de déficit públicos en márgenes manejables hacia el mediano plazo y finca el orígen de este para el próximo año en una reducción de los ingresos petroleros y en la necesidad de concluir las obras estratégicas de la presente administración.
Pero lo cierto es que aquellos que exigían que el gobierno de México se endeudara durante la pandemia, hoy se asombran ante un marginal incremento en el déficit público anunciado para el ejercicio fiscal de cierre de la administración. En este sentido, la lógica de la macroeconomía indica que la política fiscal provocaría un crecimiento de la demanda agregada, más aún si el gasto se orienta tal como ocurrirá, a inversiones públicas de impacto.
Dicho esto último, convendría colocar en revisión el dogma de que todo déficit público es pernicioso por sí mismo. Es el momento de que el país invierta en infraestructura para capitalizar la oportunidad histórica que trae consigo la relocalización de inversiones que está ocurriendo a nivel global. Sacralizar o dogmatizar cualquier precepto económico resultaría funesto en este entorno.
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