El capital no tiene patria

Ha concluido la espera que citó a muchos, unos ilusos y otros calculadores, en torno al jaloneo mediático del lugar donde se ubicaría la planta de autos eléctricos que el CEO de Tesla, Elon Musk, había anunciado se instalaría en territorio nacional. Gobernadores y analistas económicos hicieron que corriera tinta sobre un debate que estaba lejos del alcance de cualquier mortal y en el que terminó imponiéndose la lógica y principio básico del capital: la rentabilidad.

Y es que Musk había visitado ya Nuevo León en octubre pasado y su compañía se encontraba trazando rutas de suministros para trasladar desde la frontera con Texas, autopartes proveídas por la planta de la misma compañía localizada en Austin. Un elemento adicional que favoreció la determinación de que la inversión se localizara en esa zona, es que Monterrey se ha venido consolidando como una especie de Hub de la industria automotriz que ofrece sólidas ventajas para las inversiones en este sector.

El monto de la inversión dada a conocer por Tesla equivale a 10 mil millones de dólares y es la transacción individual más elevada de la historia del país, superando a la cuantía de fortunas como la de Ricardo Salinas Pliego o Maria Asunción Aramburuzabala, así como al Producto Interno Bruto de estados pequeños como Colima o Tlaxcala; situación que da cuenta de la complejidad de cálculos y estimaciones que hubo detrás de esta determinación.

Un precedente de una decisión similar podría encontrarse en la década de los 90 del siglo pasado, cuando una compañía tecnológica como Intel, decidió instalar una planta de ensamble y prueba de microprocesadores en un país como Costa Rica. La definición, según estudios de la OIT, fue tomada considerando la existencia de mano de obra barata, calificada y bilingüe en ese país, insumo clave en una industria intensiva en trabajo. Diecisiete años después y tras de haber aportado 6 por ciento del PIB anualmente, Intel se retiró de la nación centroamericana acercándose a la mayoría de las compañía manufactureras de computadoras que están en Asia.

Las campañas publicitarias, los argumentos políticamente correctos o la apelación a la suficiencia de energías verdes son aristas que, de no verse reflejadas en un plan de negocios arrojando datos de rentabilidad; poco importan al capital, cuya lógica no reconoce patria o identidad. Aunado a lo anterior, las grandes inversiones de sectores de innovación requieren de un ambiente de negocios que generen economías de escala, cooperación entre actores económicos y capital social.

Pero la localización de Tesla en el norte del país podría arrojar luz sobre el patrón que podrían tener las inversiones que lleguen a México con el nearshoring, las cuales podría seguirse concentrando como ínsulas de desarrollo aisladas del resto del territorio. La apuesta del presidente López Obrador al buscar convencer a Musk de llevar su inversión al centro o sur del país era correcta, pero el retraso con el que su gobierno recibió a esa zona del territorio nacional es una debilidad estructural de la misma. Estas diferencias comienzan a ser zanjadas con las grandes obras de la 4T, pero aún no concluyen y su impacto, en consecuencia, no es cuantificable.