En los últimos días, hemos sido testigos de una tendencia en redes sociales, especialmente en X bajo el lema “Disfruta lo votado.” Esta campaña ha explotado a raíz del devastador paso del huracán John por Acapulco, insinuando que aquellos que resultaron damnificados merecen lo que les ha pasado por haber votado a Morena y, en consecuencia, a Claudia Sheinbaum.
La premisa es tan absurda como peligrosa: culpar a los votantes morenistas de los desastres naturales y de una supuesta negligencia por parte de las autoridades, como si elegir un partido político nos convirtiera en responsables directos de fenómenos climáticos imprevisibles y devastadores.
No obstante, lo que más llama la atención de esta campaña no es solo su naturaleza burlona, sino su irracionalidad y un profundo contenido clasista, ya que en esta narrativa está implícita la idea de que quienes votan por Morena, generalmente las clases más desprotegidas de México, son responsables de su propia miseria. La burla apunta a que quienes eligieron al actual gobierno merecen padecer cualquier desgracia que les suceda, incluso un huracán.
En ese sentido, y más allá de ser un discurso profundamente insensible y malintencionado, atribuir un desastre natural a una preferencia electoral es una falacia cínica que busca dividir al país, justo en momentos en que se necesita unidad y solidaridad. ¿Por qué no vemos una respuesta similar ante el huracán Helene, que recientemente azotó Florida y dejó más de un centenar de muertos? ¿Acaso ha surgido alguna campaña culpando a los habitantes de esos lugares, a los republicanos que gobiernan el estado o a los demócratas del gobierno federal por el partido que eligieron en las urnas? Desde luego que no.
Este tipo de campañas no logran más que exhibir a quienes las promueven como personas desconectadas de la realidad y carentes de empatía que pretenden culpar a los más vulnerables de fenómenos incontrolables, como si tener una postura política determinada te hiciera merecedor del sufrimiento.
Uno de los puntos que también se ha mencionado en la campaña es la desaparición del FONDEN, el fondo para desastres naturales que existía en México. Este hecho ha sido usado como argumento para insinuar que el gobierno actual ha dejado a la población sin recursos para enfrentar catástrofes. Sin embargo, aunque el FONDEN desapareció, esto no implica que no existan recursos para atender desastres naturales. Los gobiernos, tanto locales como federales, continúan destinando fondos y equipos para responder ante emergencias. Por lo tanto esto no es un argumento válido para señalar una supuesta indiferencia o negligencia del Estado frente a los damnificados.
Una solidaridad condicionada
En México, históricamente, siempre hemos mostrado solidaridad en tiempos de desastre. El país ha sido ejemplo a nivel mundial por su capacidad de respuesta ciudadana. Ejemplos como "Los Topos," el grupo de rescate que ha trabajado incansablemente en diversas tragedias, o la respuesta masiva de ayuda tras los terremotos de 1985 y 2017, son testimonio de que la unidad y el apoyo mutuo son valores que trascienden ideologías políticas. Condicionar el apoyo a quienes lo necesitan por su inclinación electoral es no solo absurdo, sino también inhumano.
En este contexto, este tipo de campañas también apelan a un imaginario donde aquellos que sufren por haber votado "incorrectamente" deben enfrentar las consecuencias solos, expresiones como: "que te ayude AMLO", lo dejan más que claro. Es curioso, por no decir indignante, que estos mismos promotores del desprecio jamás cuestionaron a los votantes damnificados durante los gobiernos de Calderón o Peña Nieto, ni mucho menos exigieron que se dejaran de ayudar a quienes sufrieron durante aquellos sexenios. ¿Sabrán que muchos que no votaron por morena, anularon o se abstuvieron de votar, también sufren las consecuencias de un clima cada vez más extremo?
La campaña no solo falla en su intento de desprestigiar al votante de izquierda, no convence a nadie por su naturaleza irracional, y mucho menos genera un debate constructivo. Al contrario, refleja la insensibilidad de una minoría que prefiere burlarse desde una posición de privilegio, en lugar de tender una mano solidaria. En tiempos de crisis, lo que se necesita es unidad y apoyo, no divisiones basadas en el comportamiento electoral. Es sencillamente ridículo por donde se le vea.
Quizá lo más interesante de todo esto, es observar cómo el odio irracional hacia AMLO se incrementó conforme se acerca el fin de su mandato, especialmente porque es evidente que su sucesora, la Dra. Claudia Sheinbaum, continuará muchas de sus políticas. Quienes promueven este tipo de campañas, lejos de debatir propuestas o señalar errores reales de la administración, optan por el ataque directo y la manipulación, en gran parte porque reconocen la fuerza de este proyecto político. Por ello que en lugar de ofrecer una visión distinta y constructiva, se limitan a alimentar el odio en su estado más puro.
El hecho de que ataques tan irracionales tengan eco entre ciertos grupos, principalmente en las clases más privilegiadas o entre quienes ven afectadas sus cuotas de poder, es una señal de que el movimiento obradorista ha tocado fibras sensibles en la estructura política y económica del país. En plena transición, algunos sectores evidentemente intentan replicar estos ataques con la mayor virulencia posible, exponiéndose como lo que son realmente y buscando opacar lo verdaderamente importante: el hecho de que estamos entrando en una nueva era de la política mexicana.