Con un paso corto de su pierna izquierda se subió a la tarima. En ese momento me invadió una gran nostalgia. Por mi mente pasaban las imágenes de todas las veces que lo había visto hacer el mismo movimiento. Hoy, era la última vez que Andrés Manuel López Obrador se subía a una tarima en un acto político.
Una vez acomodado detrás del atril y en punto de las 7 de la mañana, inició su mañanera; esa maravilla en la que le rinde cuentas a su gente todos los días y que durante su sexenio pasó de ser vilipendiada por sus opositores a ser el contenido de Stream más visto del país. Mientras lo veía dirigirse a su gente por última vez desde el Salón Tesorería de Palacio Nacional me distraje, (como suelo hacer cuando estoy triste) me sumergí en mis pensamientos, más específicamente en mis recuerdos y de pronto estaba en la parte trasera del Cutlass negro de mis padres, de fondo en la radio se oía algún noticiero, mientras mi papá decía “Que arrastrada le dio Andrés Manuel a Diego” a lo que mi mamá remataba y” López Dóriga ya no sabía ni dónde meterse”. Yo tenía 10 años y era la primera vez que oía tu nombre.
Trato de salir de mis recuerdos para concentrarme en tu mensaje, hago un esfuerzo, pero no puedo. Verte ahí parado por última vez me lleva irremediablemente a recordar cuando a los 15 necesitaba un paracetamol y mi abuela lo saco de su bolsa negra con tú cara impresa. Ella que no se perdía ni uno solo de tus mítines, que sola o con su grupo de “viejitas” como ella misma les decía, iba siempre a verte. “Yo lo amo, es el único político honesto” decía siempre Zoila. Ahí estuvo en 2006 al pie del cañón en Reforma defendiendo el triunfo que te robaron.
Justamente de regreso de uno de tus mítines, ya cuando los pies me dolían, mi papá me platicó cómo había caminado contigo desde Tabasco hasta la Ciudad de México, mientras yo estaba en la panza de mi mamá. Recuerdo cómo me decía, que desde entonces eras una persona con fuertes convicciones, luchador incorruptible y sobre todo preocupado por la gente.
Te veo hoy despidiéndote de tu gente y veo que has sido todo eso y mucho más presidente. Has cambiado a este país, le devolviste la esperanza a tu pueblo, les ayudaste a sentirse escuchados. Tu mayor triunfo no es político Andrés. Tu mayor triunfo es: social. Hoy el mexicano se siente orgulloso de su bandera, porque se siente digno, se sabe representado y es gracias a ti.
Así me sentía yo en 2012 cuando como un imberbe universitario fui a tu cierre de campaña en el zócalo. Ahí llenaste como siempre por lo que nunca pude llegar hasta adelante con esa pancarta azul en la que con marcador negro había escrito: AMLOVE ESTÁ ES LA BUENA. Pero no fue. Peor fue aguantar los 6 años del peñismo sin saber si volverías, pero volviste.
Por eso cuando, el primero de julio de 2018 escuché en la radio a Lorenzo Córdova decir que después de las votaciones tenías una tendencia favorable, paré mi coche a un lado de periférico y me solté a llorar, grité y solté varios “no mames ganamos” y otras groserías. Nunca olvidaré ese día. Como tampoco olvidaré este cuando después de seis años de incontables victorias, y cientos de críticas y mentiras en tu contra. Hoy te despides como el mejor presidente que haya tenido este país. No solo has sido el eficiente, te vas también como el más querido.
Y puedes irte en paz Andrés porque quienes crecimos viéndote y admirándote cuidaremos tu legado, nos enseñaste el camino y siempre estaremos en la lucha por hacer de este un país más justo, con más derechos y en el que primero estén quienes más lo necesitan. Con un paso que se me hace eterno te bajas de la tarima. ¡Hasta siempre!