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  • 17 Mar 2023
  • 15:03
  • SPR Informa 6 min

Consultoría para corcholatas, parte 1 (Casting)

Consultoría para corcholatas, parte 1 (Casting)

Por Uziel Medina Mejorada

La sucesión presidencial siempre ha sido objeto de fascinación en la cultura política mexicana, quizá en parte por la necesidad de contar con certezas inmediatas ante la fugacidad del poder encarnado. Desde la fundación de nuestro sistema político como hoy lo conocemos, la sucesión sirve como elemento de estabilidad, una especie de garantía de que no se perderá el orden como otros tiempos. 

Durante el priato, el sacramento de la sucesión presidencial estuvo marcado por el tapadismo, una práctica que lo mismo garantizaba el cumplimiento del santo legado revolucionario del sufragio efectivo, no reelección, como también la saciedad del hambre de poder mediante el control de los hilos en el teatro guiñol de la silla del águila, sobre todo durante el Maximato. A medida que la democracia mexicana ha ido evolucionando, más han sido las presiones sobre la sucesión presidencial, deteriorándose la facultad metaconstitucional del presidencialismo a través de la cual el presidente en turno designaba unilateralmente a su sucesor y de inmediato todas las estructuras del poder político se alineaban, manteniendo así una delicada y precisa estabilidad. Ya desde Salinas hasta Peña Nieto, el tapadismo se fue haciendo cada vez más inviable, aunque en el imaginario colectivo sigue percibiéndose como real y realizable. 

Tras la instauración de la Cuarta Transformación, la sucesión presidencial se ha convertido en una de las narrativas más atractivas, más todavía si el propio Presidente se atrevió a dar el banderazo de salida a la carrera de los suspirantes a plena mitad de sexenio, suscitando todo tipo de suspicacias y fantasías entre los fanáticos de la especulación y el espectáculo mediático. Lanzados a una carrera de resistencia y desgaste, las corcholatas destapadas y autodestapadas han calentado gran parte de la arena política, generando tensiones dentro y fuera del partido en el poder, todos con la convicción de que pueden ganar una encuesta que aún no tiene definidas sus reglas, mientras que se sacuden los cimientos de la cultura política frente a la esperanza de transformar los procesos políticos que den fin definitivo al tapadismo y se establezca una democracia mucho más competitiva.

La oposición también se ha visto arrastrada por el fenómeno de la sucesión anticipada, totalmente desprevenida y con más suspirantes que suspiros, tratando de ponerse a la par de las corcholatas, sin ideas y sin más proyecto que acabar en 2024 con “la tiranía” del Presidente que se va en 2024. Sí, un absurdo que ni en el seno de la coalición de Claudio X. González se entiende. La reformulación de paradigmas que acompañan al obradorismo gobernante han superado por mucho la capacidad organizativa y doctrinaria de la oposición, dejándoles a merced de la ocurrencia, coaligados por el anti-obradorismo, nada más.  

La coyuntura, donde por primera vez se tiene conciencia de la democracia y su alcance, una oposición que sigue sin asimilar su debacle en 2018, un presidencialismo tan fuerte sin necesidad de recurrir a la fuerza y con un abultado apoyo popular, además de la acotación de la próxima elección presidencial a dos bloques a decir obradorismo vs anti-obradorismo, ha propiciado un ambiente muy agitado en el que existe el riesgo de fanatizar y perder el enfoque. De ahí que es necesario bajar la velocidad y pensar con serenidad qué es lo que viene en el último tramo de este primer sexenio de la cuarta transformación. Entonces, dejemos a un lado le excesiva propaganda y formulemos la pregunta: ¿Qué requisitos deben cubrir los suspirantes para ser presidenciables efectivos?

Para empezar, hay que definir el proyecto. Esto es, quienes aspiran a relevar a Andrés Manuel López Obrador ¿Lo harán desde el oficialismo o desde la oposición? Y dependiendo de los casos ¿Buscan la continuidad o el cambio en las políticas llevadas a cabo hasta este momento? ¿Qué se deja como está y qué se cambia? y, sobre todo, el porqué de lo uno o de lo otro según los beneficiarios directos de tales decisiones. Y es que es fácil simplemente aplaudir o denostar al actual gobierno, decir que todo es bello o que todo es fatídico, pero para realmente ser dignos de la silla del águila hay que tener capacidad de análisis, un ojo muy crítico y una gran agudeza para la evaluación de las políticas que permita construir proyectos transexenales para el éxito de las políticas públicas, pudiendo identificar que vale la pena conservar, qué se debe reformular y qué definitivamente hay que erradicar. Los extremos del todo igual y del nada igual solo manifiestan inmadurez, incapacidad y fanatismo.  

También es fundamental someter a evaluación la capacidad de entender el ambiente intrasocial y la forma en que harán interactuar al gobierno con éste. Es decir, hay que poner en balanza el conocimiento y entendimiento de los suspirantes acerca de factores demográficos y culturales del país, la personalidad de los diferentes sectores de la sociedad, la estructura económica, los estratos sociales y el estado de los medios de producción, con la finalidad de establecer líneas de acción que permitan la coexistencia de todas las expresiones tan diversas que constituyen la nación mexicana. Además, hay que tener muchísima claridad sobre el ambiente extrasocial y su influencia en el desarrollo nacional; esto es la geografía, la política internacional, la globalidad cultural, el momento de la economía global y el estatus de los acuerdos de cooperación con el mundo. 

Es crucial tomar conciencia de que las convulsiones internas de México generan reacciones en el trato con otros países, sobre todo en materia de seguridad, como también los choques en el exterior modifican la dinámica interna, tanto política como económica dentro del país. Es de imperante necesidad conocer de los suspirantes los cómo para resolver e integrar el problema de la seguridad, la oportunidad del nearshoring, la falta de tecnologías de alto nivel, la gran oferta de mano de obra, la crisis de alimentos, la recomposición de las cadenas de suministro, la migración, la preservación de los saberes ancestrales, la crisis espiritual del ser humano, la explosión de la inteligencia artificial, la tasa de envejecimiento, la natalidad y el sistema de retiro, solo por mencionar algunos tópicos, todos entrelazados. 

¿Cuáles son las ideas, al menos generales, de cada suspirante al respecto? Tienen tarea.