Hace unos días, el mundo ha sido testigo del último gran escándalo diplomático que ha sacudido las relaciones entre Ecuador y México: la intrusión del gobierno ecuatoriano en la embajada mexicana donde la respuesta inmediata de México fue la suspensión de las relaciones diplomáticas con su contraparte sudamericana.
Este incidente ha llamado la atención internacional, especialmente considerando que ocurrió en América Latina, una región que generalmente no es el epicentro de conflictos diplomáticos de tal magnitud como Medio Oriente o Europa del este.
En este contexto, la solidaridad con México se manifestó de manera prácticamente unánime en toda América Latina, incluso entre polos ideológicos opuestos como el gobierno de Maduro en Venezuela y la Argentina liderada por Milei, quienes expresaron su preocupación por la conducta del gobierno ecuatoriano. Además, líderes de países como Chile, Brasil, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Rusia y la Unión Europea también se sumaron a esta condena. Incluso Nicaragua decidió seguir el ejemplo mexicano y suspendió sus relaciones diplomáticas bilaterales con Ecuador.
El vergonzoso comportamiento de las autoridades ecuatorianas resalta la falta de experiencia y tacto político por parte del presidente Daniel Noboa. En un intento quizás por ganarse el favor de su propia población, Noboa ha puesto en entredicho las relaciones diplomáticas con el resto del mundo al permitir la invasión de la embajada mexicana en Quito, violando así los tratados internacionales establecidos en la Convención de Viena, que claramente establece la inviolabilidad de las embajadas como territorio nacional.
Quien también se vio falta de pericia es Gabriela Sommerfeld, la actual canciller ecuatoriana. Su origen no diplomático, proveniente de la iniciativa privada, deja entrever una carencia de experiencia y habilidades específicas en materia de relaciones internacionales, donde la falta de un trasfondo diplomático puede haber contribuido a la manera en que se manejó la situación, exacerbando las tensiones, dando una respuesta completamente desproporcionada y complicando aún más la resolución del conflicto con México.
No es ninguna sorpresa que el accionar de Ecuador lo ha dejado aislado y con una imagen deteriorada, no solo en el ámbito diplomático y político, sino que también enfrentará posibles repercusiones negativas en el ámbito comercial, donde México, como país afectado, podría solicitar la exclusión de Ecuador en foros y tratados del tipo económicos como medida de represalia.
Esta exclusión podría tener un impacto significativo en la economía ecuatoriana, limitando su participación en acuerdos comerciales clave y afectando sus relaciones comerciales con otros países. Además, la falta de confianza en la estabilidad política y diplomática de Ecuador podría disuadir a los inversores extranjeros, lo que a su vez podría afectar el crecimiento económico y el desarrollo del país.
Por otra parte, es previsible que Ecuador enfrente una severa reprimenda diplomática en la OEA, aunque las repercusiones específicas aún son difíciles de predecir. La magnitud y naturaleza de las sanciones dependerán en gran medida de la creatividad y la determinación de los diplomáticos mexicanos para hacer valer su posición. Más allá de la retórica, el camino que seguirá este conflicto diplomático sigue siendo incierto, dejando abierta la posibilidad de diversas medidas punitivas que podrían afectar profundamente a Ecuador en el ámbito internacional.
Por poner un ejemplo, la suspensión de las relaciones diplomáticas entre Ecuador y México plantea un desafío adicional para los migrantes ecuatorianos que buscan llegar a Estados Unidos a través de México. Según el ex canciller Francisco Carreón, aproximadamente 70 mil ecuatorianos intentaron emigrar a Estados Unidos por esta ruta en 2023. Ahora, con el cese de las relaciones diplomáticas, se espera que la situación de estos migrantes se vuelva aún más complicada.
Al no contar ahora con instituciones consulares, para ayudar a los migrantes ecuatorianos, será fundamental que se establezcan canales alternativos de apoyo y asistencia. Esto podría incluir la colaboración con organizaciones internacionales, como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), así como con organizaciones no gubernamentales y grupos de la sociedad civil que trabajan en el campo de la migración.
Por otro lado, el gobierno ecuatoriano, que previamente había gozado de una relativa falta de oposición, ahora enfrenta divisiones internas, especialmente evidenciadas en el Congreso tras el asalto a la embajada mexicana. La salida de 51 diputados de la Revolución Ciudadana ha sumido al gobierno en un caos político interno, debilitando la influencia política del presidente Noboa y llevándolo a perder la mayoría en el poder legislativo.
En respuesta a esta situación, México ha anunciado su intención de llevar el caso ante la Corte Internacional debido a la violación de su soberanía, intensificando la presión sobre el gobierno ecuatoriano. No obstante este paso legal subraya más que nada la necesidad de que los responsables del incidente sean juzgados y sancionados conforme a las leyes internacionales.
Esta situación plantea la preocupante posibilidad de que las relaciones entre Ecuador y México permanezcan suspendidas durante varios años, dado que los procedimientos judiciales en la Corte Internacional suelen ser prolongados. La reputación de la Corte por su meticulosidad y exhaustividad en el análisis de casos internacionales sugiere que el proceso legal podría prolongarse considerablemente, añadiendo aún más incertidumbre a la resolución del conflicto.
Además, ambas partes involucradas en el conflicto deberán presentar pruebas y argumentos detallados, lo que agrega complejidad y prolonga aún más el proceso. Como resultado, es probable que pasen varios años antes de que se llegue a una resolución definitiva y se restablezcan completamente las relaciones entre ambos países.
Lo más irónico y hasta cierto punto cómico de esta situación es la justificación que Ecuador ofrece para su acción: argumenta que lo hizo para evitar impunidad y proteger su soberanía. Esto resulta tan contradictorio como intentar apagar un incendio echando gasolina, exacerbando el mismo problema que se disponía a resolver supuestamente, por lo que la invasión de la embajada mexicana, en lugar de proteger la soberanía ecuatoriana, ha puesto en tela de juicio la integridad y el respeto a la soberanía de otro país, generando una controversia que ha repercutido a nivel internacional y dejando a Ecuador en una posición incómoda y vergonzosa.
Quizá lo más lamentable es presenciar cómo dos naciones que comparten vínculos tan arraigados en términos de cultura, historia y lengua se ven envueltas en un conflicto diplomático de tal envergadura, en un momento en el que la colaboración y la comprensión mutua son esenciales entre todas las naciones.
Por lo tanto, es imperativo que tanto Ecuador como México busquen una solución pacífica y constructiva para resolver este conflicto, priorizando el beneficio de sus ciudadanos y el bienestar regional a largo plazo, ya que la restauración de la armonía y la cooperación entre estas dos naciones hermanas es fundamental para garantizar un futuro próspero y estable para ambas partes.