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  • 13 May 2022
  • 20:05
  • SPR Informa 6 min

El arte ¿motor de transformación?

El arte ¿motor de transformación?

Por Ana María Aparicio

Una inquietud general es si eso que llamamos arte tiene, o no, algún sentido en nuestra sociedad. Y es que resulta a veces un cliché de tono pomposo cuando se dice que “el arte nos humaniza y es motor de las transformaciones profundas”. ¿Hasta dónde esta aseveración cobra sentido? Porque de pronto parece que las modas se montan en las corrientes llamadas artísticas y nunca falta que la mercantilización viene a echarlo todo a perder.

Pensará el lector con lo que acabo de decir que estoy en contra de la mercantilización del arte, y quiero decirle que está en lo correcto. Sin embargo, es entendible la necesidad de mercantilizarlo, en cuanto a tener que ponerle un valor monetario al trabajo, lo merece y es lo justo. En esta sociedad mercantilizada absolutamente todo trabajo debe ser retribuido. Me refiero pues, a la mercantilización del arte como fin y no como medio para su realización, porque cundo hablamos de un trabajo creativo es necesario desplegar los potenciales en plenitud y libertad.

Recordemos pues, que el trabajo creador surge para satisfacer una necesidad específicamente humana que rescata una dimensión esencial del hombre al humanizar la naturaleza y con ello la naturaleza del hombre mismo. Lo que significa también, que el arte construye un tipo de realidad humana a la vez que refleja la suya propia, entendiendo así a el sujeto como ser social

Viene al caso la célebre frase del pintor Vincent Van Gogh de “El arte es el hombre agregado a la naturaleza” coincidiendo también con esta relación específica del arte. Con la que ayuda a aclarar que no significa o refiera a un arte naturalista o que la obra tenga que girar en torno al individuo, aclaremos: “El hombre es el objeto específico del arte, aunque no siempre sea el objeto de la representación artística”[1].

Los orígenes del arte existen desde el surgimiento del trabajo del hombre en el proceso de humanización de nuestra especie. El hombre necesita objetivarse en su necesidad específica de hombre pensante y consciente de sí mismo, en su apropiación de la naturaleza que lo lleva a su transformación. Sin embargo, arte y trabajo no necesariamente tienen el mismo cause, la diferencia radica en la utilidad de cada cual, como bien lo expresó Adolfo Sánchez Vázquez en su libro Las ideas estéticas de Marx para referir su distintivo: “La utilidad de la obra artística depende de su capacidad de satisfacer no una necesidad material determinada, sino la necesidad general que el hombre siente de humanizar todo cuanto toca, de afirmar su esencia y de reconocerse en el mundo objetivo creado por él.”[2]

¿Es acaso antagónico el sentido del arte y el del mercado? Resulta que bajo el capitalismo el ser humano trabaja en “la producción por la producción”, no producción para el hombre, y se renuncia a las necesidades verdaderamente humanas en aras de una sola: la necesidad del dinero. Entonces, es importante señalar que, por lo general en estas sociedades capitalistas, la objetivación se ve frustrada por la enajenación, en la que se desnaturaliza la esencia del trabajo artístico. El artista en vez de afirmarse y humanizarse, contrariamente, se niega y deshumaniza, perdiéndose la esencia del arte mismo:

“A medida que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, en razón directa, el mundo de los hombres.” Se lee en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, donde Karl Marx agrega “La producción no produce al hombre solamente como una mercancía, la mercancía-hombre, el hombre en función de mercancía, sino que lo produce, además, precisamente en esa función, como un ser deshumanizado tanto espiritual cuanto físicamente”[3]

El trabajo artístico, en consecuencia, está en constante contradicción con su mercantilización. Y el arte se vuelve un cultivo siempre en resistencia, puesto que nace de la necesidad interior que está en oposición con la necesidad exterior de satisfacer la voracidad del mercado. 

Y regresando a la premisa inicial, ahora bien, podemos reafirmar que el arte es esencialmente humanizante. Hoy en día los artistas, entendidos en la plenitud de sus sentidos, existen, y escapan a la inercia enajenada de las exigencias externas que son la negación del arte mismo. El ímpetu por transformar un mundo está latiendo intensamente en cada obra y en cada artista, por utópico que parezca, con certeza se afirma que verdaderamente en ello está el arte. Vive y revive por aquellos que no cesan en la búsqueda creativa hacia la libertad, que es al tiempo, la lucha por una verdadera transformación social. 


 

[1]Adolfo Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx, ed. Era. P.66

[2]Ídem. P.34

[3]Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, ed. Grijalbo. P.73