El Partido de la Revolución Democrática (PRD), fundado el 5 de mayo de 1989 y desaparecido en los hechos el 2 de junio de 2024, es un ejemplo emblemático de un partido que pasó de ser un ícono de la izquierda a convertirse en un fantasma político.
Nacido de la unión de diversas corrientes de izquierda, el PRD reunió a una facción del PRI conocida como “la Corriente Democrática”, la cual era liderada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez. Curiosamente, Claudia Sheinbaum, la presidenta electa de México, expresó haber votado por Ifigenia Martínez en las elecciones recientes, destacando los lazos históricos dentro del panorama político.
Los líderes de la Corriente Democrática se unieron a otros partidos y movimientos comunistas, socialistas y obreros que buscaban una alternativa al neoliberalismo que empezaba a dominar la política mexicana. Entre los partidos que conformaban el “Frente Democrático Nacional”, la coalición que apoyó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, se encontraban; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Mexicano Socialista (PMS) y el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Estos grupos compartían el objetivo común de democratizar el país y defender los derechos de las clases populares.
Sin embargo, el detonante de la creación del PRD se dio posteriormente con el controvertido fraude electoral de 1988, donde Cuauhtémoc Cárdenas, disputaba la presidencia contra Carlos Salinas de Gortari del PRI. Este hecho también es conocido como: La famosa "caída del sistema" durante el conteo de votos, el cual dejó una sombra de duda sobre la legitimidad de los resultados, en los que Salinas fue declarado vencedor. Fue en el contexto de este supuesto fraude lo que consolidó la necesidad de un nuevo partido que representara los intereses de la izquierda y los movimientos sociales.
La consolidación del PRD llegó en los años 90 y principios de los 2000. En 1997, Cuauhtémoc Cárdenas ganó la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, convirtiéndose en el primer jefe de gobierno electo por voto popular. Posteriormente, el partido también gobernó en estados clave como Michoacán, con Lázaro Cárdenas Batel; Guerrero, con Zeferino Torreblanca; Zacatecas, con Amalia García; Baja California Sur, con Leonel Cota Montaño; y Chiapas, con Pablo Salazar Mendiguchía. Además, logró gobernar en Morelos, Tabasco y Oaxaca en distintos periodos. Bajo sus administraciones, el PRD implementó mejoras en infraestructura y servicios públicos, aunque estas mejoras quedaron eclipsadas por controversias y desafíos internos.
El PRD en su momento fue un defensor ferviente de la democracia en México, impulsando reformas electorales y la agenda progresista, abogando por la justicia social, la igualdad de género y los derechos de las minorías. Asimismo, con la incursión de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) uno de sus líderes más carismáticos, el partido se revitalizó, especialmente en la Ciudad de México y en una de las tantas ironías de la política, el mismo líder que revitalizó al partido, eventualmente fue su verdugo.
En 2012, AMLO se separó del PRD para fundar Morena, llevándose consigo gran parte de la base electoral y cuadros más valiosos del PRD. Esto marcó el inicio de un declive profundo, exacerbado por la participación del PRD en el Pacto por México en 2012, junto con el PRI y el PAN, para impulsar reformas estructurales. Esta decisión fue vista por muchos como una traición a sus principios fundacionales, profundizando las divisiones internas y alienando a sus seguidores tradicionales.
No obstante, quizá el episodio más oscuro en la historia del PRD fue el caso de José Luis Abarca, exalcalde perredista de Iguala, Guerrero, encarcelado por estar implicado en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014. En aquel entonces, el gobernador de Guerrero también era perredista, Ángel Aguirre Rivero. Este caso no solo manchó aún más la imagen del PRD, sino que también evidenció profundas fallas y corrupción dentro del partido.
De igual manera, en las elecciones del Estado de México en 2017, como traición definitiva a la izquierda histórica que representaba, el PRD decidió presentar a Juan Zepeda como su propio candidato, en lugar de unirse a Morena con quienes hubieran arrasado para enfrentar al PRI. El resultado fue la victoria de Alfredo del Mazo del PRI, reflejando la falta de estrategia y la evidente fragmentación interna del PRD en sus últimos años.
Además, a modo de justicia poética en 2023 el PRD votó en contra de una ley que permitía transmitir votos por coaliciones, una ley que irónicamente les habría servido para sobrevivir en las elecciones de 2024.
Por otra parte, Jesús Zambrano, quién pretendía ser líder vitalicio del PRD, siempre fue una figura controvertida. Algunos probablemente lo consideran un genio incomprendido, pero lo cierto es que la mayoría lo ve como un fraude, ya que bajo su liderazgo, el PRD pasó de ser una fuerza política influyente a un lastre que parasitó al estado durante décadas.
Finalmente, en las elecciones de 2024, el PRD no alcanzó el 3% de los votos necesarios para mantener su registro como partido nacional, obteniendo solo el 1.86%. En México, para no desaparecer, un partido debe alcanzar al menos el 3% en alguna elección federal, ya sea para diputados federales, senadores o la presidencia, procentaje que se queda lejano para quien en estas elecciones, fueron el partido menos votado de todos los que participaron.
Haciéndole un poco de justicia, lo cierto es que el legado del PRD en la política mexicana es innegable. Su papel en la democratización del país y en la defensa de los derechos sociales dejó una huella profunda que después morena lograría cristalizar, por lo que lo único que nos deja este partido al final, es una clara enseñanza sobre la importancia de la coherencia, la fidelidad a los principios y, sobre todo, la necesidad de la renovación constante de cualquier proyecto político, así como la formación de cuadros electoralmente competitivos, algo que en el PRD, por cierto, nunca les interesó. Adiós, PRD, y gracias por los recuerdos... y todas las lecciones aprendidas.