Los intentos de censura a los libros en la Argentina de Milei.
Estamos a poco menos de un mes de que se cumpla el primer año de Javier Milei al frente del gobierno argentino, y aunque las noticias nacionales han opacado el panorama internacional, este nuevo gobierno no deja de llamar la atención en las batallas que ha emprendido contra la libertad. La libertad, que tanto enuncian Javier Milei y sus seguidores, es justamente lo que parece estar en riesgo cada vez que volteamos a ver al país de Jorge Luis Borges, Eva Perón y Diego Armando Maradona.
¿Será un problema de alfabetización? Leer y pronunciar sin entender. Leer y denunciar, denostar, agraviar, injuriar, y calumniar desde la absoluta ignorancia y mala leche. Sucede que un día del pasado octubre el Instagram de la escritora argentina Dolores Reyes explotó con cientos de mensajes directos de gente desconocida que la tachaba de “pedófila”, “pornográfica” o “enferma mental”, además de varias amenazas que bien valdrían una (o varias) denuncias frente a la policía cibernética. ¿Qué pasó? Que un grupo de seguidores milieistas se quejaban de la inclusión de Cometiera (primera novela de Reyes publicada por Sigilo en 2019) y otros títulos de autoras como Gabriela Cabezón Cámara (Presea Sor Juana 2024) y Aurora Venturini en la colección Identidades Bonaerenses de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, una colección que está destinada a las bibliotecas “de todo el Nivel Secundario, ámbitos educativos en contexto de encierro, Institutos Superiores de Formación Docente y Centros de Capacitación, Información e Investigación”.
Según los quejosos, que en este caso es la Fundación Natalio Morelli (cercana a la vicepresidenta Victoria Villarruel), “es una degeneración que este tipo de libros estén en las bibliotecas escolares”. Y aunque la formación e información de dicha Colección especifica las edades y públicos a los que están dirigidos estos libros, la hipérbole (tan argentina) ha llegado a extremos de decir que las escenas sexuales que aparecen en dichas novelas, el hablar del aborto y algunas cuestiones más que son inherentes a la vida de los humanos, son intentos de pervertir a niños y niñas de las escuelas.
Todo parece digno de un chiste, de un meme, ese basado en Los Simpson que dice “¿alguien podría pensar en los niños?”. ¿Pero están pensando realmente en los niños? Lo que empezó como un ataque politiquero contra Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, empieza a rayar en la censura con la escalada que tomó cuando la vicepresidenta Victoria Villarruel habló de “degradación e inmoralidad” apuntando a Kicillof y al ministerio de Educación bonaerense, Alberto Sileoni. También la quejosa Fundación Morelli denunció penalmente ante la justicia de La Plata a Sileoni “por la presunta violación de varios artículos del Código Penal (arts. 125, 128 Y 248), entre ellos la difusión de material pornográfico a menores, y de la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes”.
Sobra decir que los libros de Dolores Reyes, Gabriela Cabezón Cámara y Aurora Venturini no son libros pornográficos, que contienen un alto registro literario que ha logrado conquistar a lectores de todo el mundo de habla hispana y de otras muchas lenguas. Y como diría ya saben quién, bibliotecas así de buenas y atractivas como las formadas con estos libros, “no las tiene ni Obama”.
Cometierra cuenta la historia de una joven, casi adolescente, huérfana y vidente, que ayuda a las familias desesperadas por la desaparición de otras jóvenes; Cometiera les ayuda a encontrarlas. La novela narrada en primera persona nos lleva a conocer el conturbano de Buenos Aires, ese que casi no sale en las series famosas de Netflix. Que nos recuerda que el feminicidio, la trata de personas y la doble marginación de mujeres pobres, es una herida abierta en pleno 2024. Una novela bella y dolorosa.
Las primas de Aurora Venturini cuenta, también en primera persona, la casi autobiografía de Yuna, una niña con capacidades diferentes (mentales y físicas) que vive en una casa femenina llena de minusvalías, y que a través del estudio y práctica de las Bellas Artes irá abriendo un camino en el ascenso social. Las mitologías barriales, los problemas de una familia disfuncional y la sexualidad (inherente a todo ser humano) consiguen crear una narración atractiva y poderosa que es difícil de dejar de leer.
Me arrepiento de no haber leído hasta ahora Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara, pero con tanto odio convocado por la ultraderecha argentina, se me antoja más.
Como sucedió en México cuando el ex Secretario del Trabajo de Vicente Fox intentó censurar Aura de Carlos Fuentes y Doce cuentos peregrinos de Gabriel Garcia Márquez por “pornográficos”, las personas en Argentina han salido a las librerías y bibliotecas a buscar los excelentes libros que la Fundacion Morelli y la vicepresidenta Villarruel no quieren que se lean. Sobre Abascal y México en aquél oscuro 2001, Carlos Monsivais dijo que el ex secretario del trabajo era capaz de "descubrir el pecado en donde los escritores sólo ponen punto y aparte”, ¿les suena?
¿Por qué no quieren los militantes de Milei y el mismo gobierno que estos libros sean leídos? Pues porque un pueblo culto o leído no se gobierna fácilmente como bien sabían los nazis en Checoslovaquia; como también sabían los españoles de la conquista, que hay que destruir y cambiar la historia, maquillarla o apostar por la desmemoria. No dudo que la vicepresidenta Villarruel quiera que los argentinos pierdan la memoria, más de una vez se ha pronunciado en contra de las políticas que apostaban por hacer memoria de las grandes violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas armadas de ese país durante la última dictadura militar. Pero hay una razón más grave y por lo mismo repugnante, y es que el libro suele ser un doble del ser humano, por lo que querer desaparecerlo (sea cual sea) equivale a desaparecer a los seres humanos, o al menos a aquellos que no son del agrado de quienes ahora gobiernan de Argentina.
De la maldad pura a la ignorancia organizada, los libros suelen ser blanco de los destructores de libertades y pensamiento crítico. Sin embargo el búmeran siempre vuelve cuando solamente señala y roza el blanco, y eso ha sucedido ahora. Hace unos días en el Teatro Picadero se reunieron cientos de lectoras y lectores después de una convocatoria en línea en donde, frente a la cerrazón de las autoridades, leyeron Cometierra. Toca defender la libertad leyendo, como miles de argentinos, aquellos libros que el gobierno de Milei quiere desaparecer.