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  • 31 Aug 2023
  • 20:08
  • SPR Informa 6 min

Perdida en el supermercado

Perdida en el supermercado

Por Mónica Muñoz .

Ha perdido a su madre y no sabe dónde encontrarla. En el supermercado, aunque hay muchos pasillos, no hay demasiadas opciones. Nina conoce bien a su progenitora. No va a encontrarla en la sección de frutas y verduras porque prefiere comprarlas en el tianguis, no sólo porque le parecen demasiado caras sino porque una vez compró unos plátanos que parecían plástico. Tampoco estará en las refacciones de autos, nunca se ha preocupado por la mecánica. 

Sigue su camino sin preocuparse demasiado, intuye que su mamá debe estar comprando jabones o refractarios (para recuperar aquél que prestó y nunca le devolvieron), ¿o estará buscando ese tupper que Nina le rompió? De ser así, Nina no querrá escuchar lo torpe que se ha vuelto últimamente, y que ahora que ha crecido ya no controla sus movimientos y que ni cuando era niña se le resbalaban tanto las cosas de las manos. 

Encoge los hombros y camina por los aparadores de juguetes. Se detiene en la sección para bebés. Trasgrede varios juguetes con tal de escuchar una nota o ver encendido un foquito de colores, pero pronto se aburre y se dirige al pasillo de limpieza para reunirse con su madre. 

Tararea una canción del altavoz, es una canción vieja, la canta sólo en su cabeza, no vaya a ser que se encuentre a alguna amiga y hable mal de ella con las otras chicas o lo que sería peor, que se entere Dany; ya de por sí la semana pasada, se sonrojó demasiado cuando él le preguntó cuál era su banda favorita.

El altavoz vocea la última oferta del día, en la compra de dos paquetes de pañales el tercero es gratis, y luego nada, no sigue otra canción. 

Voltea al pasillo del pan y no ve a ningún carrito de super, le parece extraño porque ahí siempre se juntan las señoras a comparar las calorías de los panes.

De repente menos ruido y luego el golpe metálico de las cortinas un segundo antes del apagón total de luz. ¡Mamá! dice tímidamente Nina. Pero la madre no aparece.

Ahora sí su madre se extravió, ¿o la perdida es ella? Por fortuna, cuando se apagan las luces entra un sistema eléctrico de emergencia. La luz alumbra apenas lo de una vela, pero suficiente para no entrar en pánico. 

De la bolsa de atrás de los jeans, saca su celular para pasar el tiempo, pero pronto se desespera porque no tiene saldo y sin dinero, el aparato es poca cosa. 

Se dirige al pasillo de postres. Toma su celular que funciona como una lámpara de poco alcance. Camina lento tratando de ubicarse para encontrar la salida y pronto se distrae con los productos al 2x1.

Ya no sabe a dónde voltear, la verdad es que ya no quiere ir con su mamá aunque no lo admite para sí. Se le ocurre que podría encontrarse con alguien y así, esa persona pueda dar aviso a su madre, quien vendría a regañarla y a castigarla, pero al fin podría llevarla a su cuarto, eso sí con unas lechitas de chocolate que piensa tomar porque ya le pertenecen de todas formas, por todas las molestias de haber quedado encerrada. 

Lo que no agarraría sería pan, porque está a dieta y quiere gustarle a Dany. Dirige la lámpara al fondo para ver qué hay más allá del pasillo. Alumbra por fin la zona de congeladores que sacan unos hilitos de humo, como los hielos de casa, pero haciendo formas. Así es como descubre una silueta que se forma entre el vapor de los congeladores. 

El celular le avisa que debe activar el modo de ahorrador de energía porque su batería se agota. Entre los hilos de humo, la silueta llama su atención, piensa que es la sombra de una mujer, así que voltea a un lado y luego al otro, se pone de espaldas. Sólo está ella. Una voz de mujer parece salir del humo y le dice que puede tomar lo que quiera, que el mundo es suyo ahora. 

Nina se voltea con el celular en la mano queriendo alumbrar, aprieta el botón de encendido, golpea la pantalla, y éste no reacciona. Ahora ya es un arma sin utilidad. Aún así, lo conserva bien oculto en la bolsa trasera de sus jeans, con suerte eso le hará un poco de figura a su cuerpo amorfo.

Los refrigeradores empiezan a respirar más fuerte, como en su casa cuando se hace de noche y parece que los aparatos esperan la hora de irse a dormir sólo para tomar el protagonismo de la casa. La sombra se acerca y le señala las bolsas de chocolates. Nina desconfía pero el olor es tan rico que abre un empaque y le da una mordida. Gracias, dice con un gesto automático de quien recibe algo bueno, pero la verdad es que ya quiere salir corriendo del encierro. 

La silueta otra vez, una sombra que le responde el “gracias” y señala un tetrapack de leche con chocolate. Nina se acerca y le da un sorbo y luego otro, no puede parar hasta que se lo termina. 

Va a decirle a la mujer que por favor le ayude a encontrar una salida de emergencia o quizá las llaves de algún empleado para abrir la puerta, o que le ayude a encontrar un teléfono para llamar al exterior, pero la mujer no parece querer salir donde está, del estante de latas, parece que disfruta el mundo tal y como es, como si no existiera otro mundo para ella que un supermercado. 

Le señala de nuevo a Nina que puede tomar los tetrapack que quiera, le ofrece otro. Nina se lo acaba de un solo trago. Ahora sí, Nina ha tomado la suficiente porción de azúcar para derribar cualquier puerta, o eso pensaba antes de que su estómago le jugara una mala pasada y no pudiera digerir esa gran cantidad de calorías y ahora comienza a desvanecerse hasta quedar en el piso en posición fetal. 

No se deja vencer y piensa en tomar la siguiente cajita de leche para distraer a la mujer. Y así lo hace, la mujer parece estar tan contenta en ese mundo que le importa poco que Nina salga corriendo hacia las cajas y que intente abrir los cajones. 

Nina salta de un lugar a otro hasta que se encuentra un refractario y lo lanza hacia el extintor de emergencias para que suene la alarma y al fin el sistema de seguridad se active y alguien venga a rescatarla.

Logra su cometido y un policía de vigilancia entra con su macana dispuesto a golpear al intruso, cuando se da cuenta que no es un delincuente sino Nina tirada en el piso rodeada de envases de leche vacíos, se acerca y le tiende la mano. Nina no puede levantarse, tantas calorías la han tumbado en el piso. 

Voltea a ver al humo que sacan los refrigeradores esperando que el guardia también ayude a la mujer pero el oficial de vigilancia parece no dar cuenta de su presencia. La mujer no se inmuta, no quiere salir de ahí. Le muestra otro tetrapack y ella se muerde las uñas, no sabe si hacerle caso al oficial o a la mujer, al fin y al cabo, sería mucho más fácil la vida dentro de un supermercado.