Al margen del resultado que arrojó un triunfo contundente de Claudia Sheinbaum Pardo en la definición de la coordinación de la defensa de la Cuarta Transformación, el saldo para algunos liderazgos que participaron es catastrófico, mientras que para otros deja un sabor agridulce, a derrota, pero con claros tonos de victoria; en estos últimos se ubica sin lugar a duda Gerardo Fernández Noroña.
Sobreviviente de mil batallas en una era en la que la política fue subyugada por los valores del mercado, según los cuales todo tiene un precio y nada es válido si no es rentable; el legislador federal decidió resistir desde la brillante trinchera de las ideas. Especie en peligro de extinción, Noroña pertenece a ese selecto grupo de políticos que sienten pasión por la lectura y que incluso se atreven a escribir.
Hábil comunicador, ha sabido hacer de la tribuna legislativa un espacio para retar a sus adversarios a debatir, pero sobre todo para pensar al país. Necesariamente estridente cuando la ocasión lo amerita, pero también disciplinado en sus determinaciones, el exaspirante a la coordinación de la 4T soñó con ganar y lo hizo, aunque no conquistó la responsabilidad a la que aspiraba.
El triunfo de Noroña se encuentra en su recorrido por el país y en su apuesta por volver a hacer de la política un mecanismo que difumina dirigentes y masas; que rencuentra a hombres y a mujeres con conceptos. Frente a los millones de pesos colocados en estrategias publicitarias de altos vuelos, Noroña interpuso la razón, el debate y los sueños.
El nefasto legado del neoliberalismo desvistió a la política de esas aspiraciones tan utópicas, pero tan necesarias para evitar que el humano renuncie a su capacidad de asombro y a la lucha por un mundo más justo. Quizá sea tiempo también de decretar el fin de esas reminiscencias y volver a lo básico: hacer de la política el arte del debate en el que se gasta más saliva que dinero, en el que se usan más suelas de zapato que artilugios publicitarios, más dignidad y menos frivolidad.
Los 12 puntos porcentuales que arrojó a los haberes de Noroña la encuesta realizada por la dirigencia de Morena lo colocaron en tercer lugar de este ejercicio con una enorme carga de legitimidad y de decoro. “El placer de la erudición está reservado para los perdedores”, escribió Umberto Eco en Número Cero y quizá sea ese legado de altura que dejó el noroñismo, mismo del que deban abrevar las fuerzas políticas de izquierda para convertirse en una aspiración de la aún extraviada vida política mexicana.