A lo largo del siglo XX y XXI, en México, han surgido numerosos movimientos estudiantiles con el objetivo de proponer cambios en los paradigmas sociales y políticos, así como también, revitalizar la participación cívica de la sociedad y reformular el papel de las instituciones educativas.
Este 23 de Mayo, Día del Estudiante, es un momento ideal para reflexionar sobre el papel fundamental que han desempeñado los estudiantes en la historia moderna de México, ya que sin duda, estos han sido una fuerza impulsora que ha logrado promover temas de vital importancia para la colectividad como la democracia, la justicia social y los derechos humanos.
El Día del Estudiante en México se conmemora el 23 de mayo debido a que en esa fecha, en 1929, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) organizó una marcha pacífica en protesta contra la represión política y los cambios impuestos por el rector y los directores, que incluían la implementación de exámenes periódicos. Además, en ese momento, la universidad se encontraba bajo el control directo del gobierno, y los estudiantes buscaban la autonomía universitaria, es decir; la capacidad de tomar decisiones académicas y administrativas sin interferencia gubernamental
Es necesario tomar en cuenta que este movimiento surge en un contexto en el que José Vasconcelos, tanto como rector de la UNAM, como candidato a la presidencia, logró inspirar a la juventud estudiantil a involucrarse más en la vida política del país. Sin embargo, Pascual Ortiz Rubio ganaría la presidencia para terminar el periodo originalmente electo para Álvaro Obregón, quien fue asesinado por un militante del bando cristero.
Fue durante este tiempo en el que un grupo de estudiantes decidió ingresar a la Secretaría de Gobernación para entregar un pliego petitorio con sus demandas, sin embargo, el gobierno de Emilio Portes Gil (quien era presidente interino) respondió con una represión violenta hacia los estudiantes que terminó con varias personas heridas o detenidas. Este hecho generó una profunda indignación en la sociedad mexicana y una solidaridad masiva hacia el movimiento estudiantil, ya que a pesar de la represión, el movimiento de 1929 marcó un hito en la lucha por la autonomía universitaria y sentó las bases para futuras demandas estudiantiles en México. Asimismo, la UNAM finalmente obtuvo su autonomía en 1933, y desde entonces se ha convertido en una de las instituciones educativas más importantes de México y América Latina.
Posteriormente, en las décadas de los 60 y 70, México experimentó uno de los periodos más sombríos de su historia, caracterizado por el asesinato, desaparición y tortura de cientos de estudiantes mexicanos. El incidente más emblemático de esta época fue la masacre del 2 de Octubre, en Tlatelolco, en la cual el ejército y agentes gubernamentales abrieron fuego contra una concentración de miles de estudiantes en la plaza de las Tres Culturas.
Estos sucesos ocurrieron en un contexto histórico que influyó de manera significativa en los movimientos estudiantiles. Entre los factores más notables se encuentran los movimientos contraculturales de los años 60, las manifestaciones estudiantiles que tuvieron lugar a nivel global, la tensión ocasionada por la Guerra Fría y el descontento de diversos sectores de la sociedad mexicana en relación a la excesiva inversión estatal destinada a los Juegos Olímpicos, mientras que áreas como la educación eran profundamente descuidadas o carecían de recursos.
La masacre de Tlatelolco marcó un antes y un después en la historia de México, ya que el número exacto de víctimas sigue siendo controvertido. Se estima que murieron cientos de personas y hubo numerosos heridos, casos masivos de tortura y una gran cantidad de estudiantes detenidos. Esto ocasionó un profundo impacto en la sociedad mexicana y dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Además, tuvo repercusiones en el desarrollo del movimiento estudiantil y la vida política del país en las décadas posteriores, ya que este, fue un evento que puso en evidencia el nivel de la represión gubernamental y la violación sistemática de los derechos humanos a la que estabamos expuestos en gobiernos anteriores, al mismo tiempo que se convirtió en un símbolo de la lucha por la democracia y la justicia en México.
Ya entrando en el siglo XXI, por otro lado, se produjo un punto de inflexión en lo que respecta a los movimientos estudiantiles, marcados tanto por el movimiento #YoSoy132 como por el caso de los estudiantes de Ayotzinapa
Por un lado el movimiento #YoSoy132 fue un movimiento estudiantil y ciudadano que surgió en el año 2012. El nombre YoSoy132 se refiere a la auto afiliación y apoyo al movimiento como el miembro número 132 tras la publicación de un vídeo en el que 131 estudiantes de la Universidad Iberoamericana contestan las declaraciones de algunos funcionarios públicos en un video en línea, el cual cuestionaba la imparcialidad y la objetividad de la cobertura mediática durante la campaña presidencial de ese año.
Por otro lado, el movimiento #YoSoy132 también se originó como una respuesta, en concreto, al candidato presidencial Enrique Peña Nieto, quien en ese momento representaba al PRI. Los estudiantes y jóvenes activistas criticaban lo que percibían como una manipulación mediática a favor de Peña Nieto y se oponían a su candidatura debido a preocupaciones sobre la corrupción, la impunidad y el retroceso democrático.
El movimiento ganó atención nacional e internacional a medida que se organizaron protestas y manifestaciones pacíficas en diferentes ciudades de México. Los participantes del movimiento demandaban una mayor transparencia, participación ciudadana y democratización en el proceso electoral y en el sistema político en general. Además, #YoSoy132 se destacó por utilizar las redes sociales y las nuevas tecnologías para difundir su mensaje y coordinar sus acciones.
En cambio, el caso Ayotzinapa ocurrido, el 26 de septiembre de 2014 también es otro punto crítico en la historia de los movimientos estudiantiles más recientes, ya que 43 estudiantes fueron privados de la libertad y posteriormente asesinados. Estos estudiantes, que se preparaban para ser maestros en zonas rurales de México, fueron atacados por la policía local y grupos criminales mientras se dirigían a una protesta.
El suceso desató una profunda indignación y conmoción tanto a nivel nacional como internacional. Las investigaciones revelaron vínculos entre la policía local, los grupos del crimen organizado y políticos corruptos en la desaparición de los estudiantes. Además, se descubrieron diversas irregularidades y deficiencias en la investigación oficial del caso.
Este caso se convirtió en un símbolo de la violencia, la impunidad y la corrupción que aquejan a México y a su vez, generó una gran movilización social, con protestas masivas exigiendo justicia y la aparición con vida de los estudiantes desaparecidos.
En ese sentido, las marchas del caso Ayotzinapa se han convertido en un símbolo de resistencia y solidaridad. Han sido un espacio para visibilizar la problemática de las desapariciones forzadas, la impunidad y la corrupción en México, y para exigir cambios profundos en el sistema de justicia y seguridad del país y es que, hasta la fecha, las marchas y conmemoraciones del caso Ayotzinapa se llevan a cabo cada año en el mes de septiembre, en el aniversario de la desaparición de los estudiantes e incluyen actividades como marchas, mítines, eventos culturales y homenajes a los estudiantes desaparecidos.
Sin embargo, aunque los movimientos estudiantiles actuales, como huelgas y manifestaciones, pueden no haber alcanzado la misma magnitud que los casos emblemáticos de Ayotzinapa o el movimiento #YoSoy132, es importante destacar que todavía persiste una conciencia sobre su impacto. Por ejemplo, en la actualidad, estudiantes han ocupado el centro de ciencias y humanidades de la Universidad de Guadalajara, demandando mejoras en las condiciones educativas y la actualización de los planes de estudio. Asimismo, se oponen a la reubicación de los estudiantes en el nuevo campus Belenes. Estas acciones demuestran que los estudiantes continúan luchando por un cambio significativo en el ámbito educativo, ya que han logrado dejar una huella duradera en la historia del país y continúan desempeñando un papel relevante en la búsqueda de un México más justo y equitativo.
Tomando en cuenta la naturaleza de ciertos movimientos estudiantiles a lo largo de nuestra historia, puede resultar algo chocante que muchas instituciones hayan optado por “celebrar” este día a través de una amplia gama de eventos, algunos centrados en aspectos culturales y otros inclinados hacia un entretenimiento burdo y frívolo. Lamentablemente, esta excesiva diversión a menudo distrae y trivializa un día que debería estar dedicado a la reflexión profunda sobre el papel del estudiante en nuestra sociedad y el impacto que puede llegar a tener en la conciencia colectiva cuando se compromete y toma acción.
El día del estudiante, al igual que otros días conmemorativos, como el día de la mujer, no se celebra, sino que se conmemora. Es fundamental que este sentido prevalezca por encima de lo superfluo ya que siempre es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de los estudiantes en nuestra sociedad y reconocer su potencial transformador. Por ello que en lugar de enfocarnos en actividades meramente distractivas, también deberíamos aprovechar este día para promover el diálogo, la participación activa y la generación de conciencia sobre los desafíos que enfrentan los estudiantes y las vías para mejorar su situación, ya que de esta manera, podremos honrar adecuadamente el verdadero significado de esta conmemoración y fortalecer el compromiso con la educación y la justicia en nuestro país.