Amnistías del Bienestar, ¿Maiceo o Gobernabilidad?

Las recientes declaraciones de Omar Fayad, el exgobernador priista de Hidalgo, donde acepta “carecer de méritos” para ser embajador, escandalizó a propios y extraños. No obstante, no es el primer expriista que recibe un puesto diplomático de consolación. A simple vista, esto huele al maiceo tradicional, pero una mirada más aguda descubre una realidad distinta. El maiceo implica siempre una disyuntiva: aceptar el precio o pagar las consecuencias. Contrario a las voces del PRIAN, López Obrador no puede ni pretende llevar a cabo persecuciones políticas como las del priismo o el porfiriato.

Aquí lo que hay es una amnistía tácita, una concesión silenciosa a actores políticos que buscan mantenerse en el juego sin enfrentar las sombras de su pasado. La reticencia del gobierno federal para declarar abiertamente esta postura se ancla firmemente en dos razones: La primera radica en la cultura punitivista de México, donde la opinión pública, arraigada en un sentido de revancha y castigo, ve en el perdón un signo de debilidad o complicidad, lo que dificulta su aceptación y comprensión en el contexto político y social. La segunda razón es más obvia. La sinceridad no es sinónimo de honestidad. Un político auténtico es aquel que se rige por sus valores, no el que dice la verdad. ¿Podía Cicerón aceptar su desprecio por Octaviano cuando lo arropó como su discípulo? No, pero callar iba acorde a su estrategia para restaurar la República. En nuestro caso, dar amnistías de facto va acorde con el motto “abrazos; no balazos”. 

Adrián Rubalcava y Samuel García son otros ejemplos de esta política de “buenos tratos”. Mientras Claudia Sheinbaum inauguraba el Hospital General de Cuajimalpa, López Obrador abastecía de agua a Nuevo León. Ambos mandatarios también fueron felicitados por Alfredo del Mazo, exgobernador del Estado de México, por los proyectos de abastecimiento potable de Sheinbaum y el aeropuerto de Obrador. ¿Cuál fue la reacción del PRIAN? Un ataque feroz contra quienes consideraron, a la primera, de traidores. Regresando a Roma, es difícil no pensar en las infames proscripciones del Segundo Triunvirato. Justamente Cicerón murió por uno de estos escarnios públicos. Sus manos cercenadas fueron puestas en exhibición, para dejar en claro que nadie podía criticar a los triunviros.

Nuestros triunviros son Alito, Markito y Chuchín. Triunviros de un imperio de fantasía; y no hay mayor enemigo público, además de la Cartago guinda, que Samuel. Pero que primero quede una cosa clara: toda la responsabilidad del fiasco de Nuevo León recae en Movimiento Ciudadano. Por lo demás, es innegable que la desestabilización y los golpeteos mediáticos a los “fosfo-fosfo” vinieron del PRIAN. ¡Pero no les bastó! Después de celebrar que García perdió la candidatura a la presidencia (una candidatura que apuntaba a empatar con la de ellos), Xóchitl Gálvez lo invita a unirse a ella. ¿Ingenuidad o psicosis? Le arrancaron la gallina de los huevos de oro a Dante Delgado, normal que esté furioso.

Y es que López Obrador ha mostrado una perspicacia notable al discernir los dos intereses principales de la derecha mexicana: los extranjeros y los domésticos. Los empresarios mexicanos no tienen recato en vender al país en pedazos si eso significa mayores dividendos, por lo que normalmente ambos intereses están alineados. Pero si los representantes de Estados Unidos, como Claudio X. González, muestran ineptitud y maltrato a sus aliados, la decisión se vuelve evidente. Un país estable y conciliador asegura más ganancias que la promesa de un botín a manos de transnacionales. Javier Corral lo explicó mejor que ningún otro: “...Es un grupo de empresarios [...] que ahora juega a la política, aprovechando la debilidad de los partidos, para tratar de mantener el statu quo y seguir con sus grandes negocios”. Cabría añadir que un grupo de empresarios no representa al sector empresarial. Veremos en el futuro si es Samuel o Ebrard quienes terminan siendo los verdaderos voceros de la burguesía local. Sería una mejor derecha que la que perfilan Verástegui o Pliego.

Cabe decir que esta estrategia de perdón y gobernabilidad se ha malinterpretado en los niveles locales de MORENA. El partido del mandatario funciona de facto como una franquicia de comida rápida. Cualquiera puede abrir su local contando con el teléfono correcto. El problema es que muchos actores políticos estatales confunden la conciliación con el acaparamiento, y gritan “Unidad” donde antes no existían ni conflictos. La ausencia de comités municipales y democracia interna en Morena promueve la acumulación indiscriminada de aliados, olvidando que sumar negativos resta. Esto puede acoger a administradores perdidos o, en el peor de los casos, revivir políticos fallidos, dándoles acceso a recursos públicos. Es una transfiguración de la amnistía del bienestar a la necromancia electoral: ¡reviven muertos y les dan de tragar!