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  • 30 May 2023
  • 10:05
  • SPR Informa 6 min

Réquiem al Grupo Atlacomulco (Primera Parte)

Réquiem al Grupo Atlacomulco (Primera Parte)

Por Jenaro Villamil Rodríguez

De Isidro Fabela a Carlos Hank González

En un banquete realizado el 4 de marzo de 1942, Fernando Ortiz Rubio, sobrino del ex presidente Pascual Ortiz Rubio, sacó su pistola y le disparó a Alfredo Zárate Albarrán, recién electo como gobernador mexiquense, joven político que había transitado de vigilante de cantina a diputado federal, luego senador y gobernador en 1941. No era un magnicidio extraordinario. Así eran resueltas las disputas entre los cacicazgos que dominaban el amplio territorio agrícola y poco industrializado  del Estado de México. 

Lo extraordinario fue la decisión del entonces presidente Manuel Ávila Camacho de enviar como gobernador interino a Isidro Fabela, un prestigiado diplomático, político carrancista, ajeno a los bárbaros mexiquenses. El desafío para Fabela era desmantelar el poder de los cacicazgos rurales que dominó la vida política de esta entidad, sin contar con cuadros propios.

Ante estas circunstancias criminales, el primer valor para Isidro Fabela era la lealtad de sus colaboradores. Y qué mayor lealtad que el derecho de sangre, es decir, la de sus propios parientes. 

Fabela incorporó como su tesorero y secretario general de Gobierno a su sobrino Alfredo del Mazo Vélez, quien se convirtió en el verdadero gobernante, mientras el diplomático prefería despachar en La Casa del Risco, en el barrio capitalino de San Ángel. Del Mazo Vélez, abuelo del actual mandatario estatal, Alfredo del Mazo Maza, también fue gobernador de la entidad y bajo su mando se consolidó lo que desde entonces comenzó a conocerse como El Grupo Atlacomulco.

El nombre del grupo deriva del pequeño, próspero y endogámico municipio de Atlacomulco –vocablo en náhuatl que significa “lugar entre pozos de agua”- de donde provenía el propio Fabela y buena parte de los políticos que tenían su mismo origen familiar.

Además de su sobrino Del Mazo Vélez, Fabela incorporó a su gobierno a otras familias como los Sánchez Colín, los Monroy, los Huitrón, los Martínez Orta, quienes se fueron reciclando en cargos claves del Congreso y del Poder Ejecutivo estatal hasta la llegada de Gustavo Baz como gobernador entre 1957 y 1963.

De esta manera, la primera característica del Grupo Atlacomulco fue la lealtad y la consanguinidad de quienes se incorporaban a las actividades del servicio público, bajo el padrinazgo de Isidro Fabela. La complicidad se extendía hasta la Iglesia: el primer obispo del Estado de México designado en 1950, Arturo Vélez, fue pariente de Fabela.

“Fabela se apoyó en una extensa red de conocidos, contemporáneos suyos, que hacia los años cuarenta ya tenían fuertes intereses económicos, políticos y sociales en el estado. Es fácil entender esta circunstancia si se recuerda que el padre de Fabela fue un hacendado muy conocido… El padre estableció fuertes lazos familiares igualmente respetadas que, a diferencia de la suya, lograron transformar sus negocios o, al menos, adecuarlos a la Revolución”, escribió el historiador Rogelio Hernández (Amistades, compromisos y Lealtades, Colegio de México).

Además de sus parientes, la segunda característica del reclutamiento de Fabela fue recurrir a jóvenes inexpertos, originarios de Atlacomulco o de otros municipios aledaños, que eran fieles a sus órdenes. Además tenía un cuerpo pretoriano, una guardia armada personal para evitar que le ocurriera lo mismo que a sus antecesores: un balazo en algún evento público.

Entre esos jóvenes reclutados, despuntó uno oriundo de Santiago Tianguistenco, recién egresado de la secundaria, que pronunció un discurso lleno de elogios a Fabela en una de las jornadas de lectura que organizaba el diplomático. Ese joven se llamaba Carlos Hank González.

El joven Hank recibió el apoyo de Fabela para lograr ascender en su carrera de líder estudiantil y participó en la campaña de Alfredo del Mazo Vélez a la gubernatura. La confianza adquirida entre Fabela y el joven Hank González, adoptado como un hijo, llevó a los negocios.

Fabela le encargó a Hank la compra de unos terrenos ejidales en el ingenio San Cristóbal. Fabela le enseñó así al joven profesor rural de origen alemán que la especulación de tierras no sólo era “legal” sino necesaria para generar poder económico y, además, consolidar tráfico de influencias. 

Así surgió la fusión entre el uso de cargos públicos para realizar negocios privados que es la segunda gran característica del Grupo Atlacomulco que llevó a Hank a convertirse en uno de los políticos y empresarios más ricos del régimen priista. La fortuna incalculable de Hank González, cuyos intereses inmobiliarios abarcan no sólo el Estado de México sino van de Tijuana (donde vive su hijo Jorge Hank Rohn) hasta las playas de Quintana Roo (donde acaparó buena parte de las playas más importantes del futuro desarrollo turístico que fue Cancún), pasando por la Ciudad de México, donde Hank González gobernó como regente y constructor de los entonces polémicos “ejes viales” que cambiaron para siempre las vías automovilísticas de la capital del país.

Esta fusión explica el alto grado de normalización de la corrupción entre los que se fueron integrando al Grupo Atlacomulco a través de los años. Hank González la sintetizó en un aforismo que describe la esencia de su noción del servicio público: “político pobre, es un pobre político”. 

Junto con Hank González, la dinastía Del Mazo se convirtió en una de las principales administradoras y beneficiarias del poder articulado por Fabela. Entre 1945-1951 gobernó Alfredo del Mazo Vélez, cuyo mandato coincidió con el gobierno del “cachorro de la Revolución” Miguel Alemán Valdés, caracterizado por su alto nivel de corrupción y la promoción a gran escala de la inversión privada y de los negocios compartidos con la alta burocracia. Del Mazo consolidó la industrialización y la urbanización del Estado de México.

A Del Mazo Vélez lo sucedió Salvador Sánchez Colín (1951-1957), originario de un municipio aledaño a Atlacomulco, emparentado también con Isidro Fabela. Sánchez Colín disparó en 12 veces la inversión privada en la entidad y comenzó la explosión demográfica y la industrialización de municipios como Tlanepantla y Naucalpan, conurbados a la Ciudad de México.

Los dos gobiernos sucesivos entre 1957 y 1969 (Gustavo Baz y Juan Fernández Albarrán) fueron considerados “de transición” para el retorno de los herederos de Isidro Fabela.

Ambos gobiernos, especialmente el de Gustavo Baz, continuaron el proyecto de industrialización desde el subsidio estatal a inversionistas privados que, casualmente, estaban emparentados con los dirigentes políticos. Surgió el capitalismo de cuates, cuotas y territorios en el Estado de México. Se instalaron las grandes plantas automotrices (Automex, General Motors, Ford, Promexa), se fomentaron nuevas zonas industriales en el valle de Toluca, Texcoco y Chalco; se potenció la especulación inmobiliaria en Tlalnepantla, Naucalpan, Atizapan, Huixquilucan, Ecatepec, que se convirtieron en polos de urbanización supeditada a la industria.

En 1964, en pleno gobierno de Fernández Albarrán, falleció Isidro Fabela. Muerto el rey, viva el rey. Y el que alzó la mano como sucesor de las redes de poder intelectual, político y económico del ex diplomático, fue Carlos Hank González, el “profesor rural” que comenzó a despuntar como una figura empresarial de dimensión nacional.

Hank González tuvo la ambición y la visión de expandir su influencia local hacia el ámbito nacional. Fue tesorero de Toluca en 1953, alcalde de la capital entre 1955 y 1957 y director general de gobierno con Gustavo Baz. Entre 1958 y 1961 fue diputado federal por el PRI y en 1961 se convirtió en director de Conasupo, verdadera “mina de oro” para sus negocios agroindustriales. 

En el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Hank González se alió al entonces político nacional Enrique Olivares Santana, al tamaulipeco Emilio Martínez Manatou (abuelo de la dinastía que fundó y controló el Partido Verde), a los caciques políticos de Sinaloa (Leopoldo Sánchez Celis) y de Hidalgo (Jorge Rojo Lugo), al dirigente sindical de la CTM, Fidel Velázquez y, sobre todo, al secretario de Industria y Comercio, Raúl Salinas Lozano, el patriarca de la dinastía de los Salinas que llegaron a la cúspide del poder de la República, con Carlos Salinas de Gortari.

Entre 1969 y 1975, Carlos Hank González fue el más poderoso gobernador del Estado de México. Su figura se proyectó hasta la regencia de la Ciudad de México, durante el gobierno de José López Portillo, cuando Hank logró su máxima proyección política.

Hank fue todo lo que quiso en la política mexicana, menos presidente de la República. El “candado” de la doble nacionalidad le impidió a este descendiente de alemanes volverse titular del Ejecutivo federal, pero su poder acumulado fue tan grande que el mismo gobierno de Miguel de la Madrid se inspiró en la alta corrupción de Hank González para lanzar su fallida “renovación moral de la sociedad”.

El poder y la influencia de Hank González se afianzó en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, “el padre de la desigualdad contemporánea” y el inventor de una nueva burguesía neoliberal. El poder de Hank fue tan grande que su sombra en la crisis de 1994, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, marcó el verdadero declive de su poder.

¡Qué paradoja que ese poder estatal y nacional que se volvió un “modelo” priista de gobernar haya alcanzado su máximo nivel con el “profesor” rural Carlos Hank González, símbolo de una era de la cleptocracia mexicana, y vaya a tener como una de sus principales enterradoras a otra profesora, de Texcoco, lejana y distante a la red de las dinastías del Grupo Atlacomulco, como es la maestra Delfina Gómez.

Pero antes de llegar a esta etapa, tenemos que explicar la siguiente fase del Grupo Atlacomulco: la fusión del poder económico, del poder político y del poder mediático que llevó a la presidencia de la República a Enrique Peña Nieto. Y su estrepitosa caída.

(Continuará).