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  • 31 Oct 2022
  • 08:10
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Lula, una Victoria Difícil

Lula, una Victoria Difícil

Por Jenaro Villamil Rodríguez

Esperanzadora, cardiaca, histórica fueron, entre muchos otros, los adjetivos que rodearon una victoria que parecía imposible: a sus 77 años de edad, tras una batalla incansable contra la persecución política que lo llevó a la cárcel, Luis Ignacio Lula da Silva ganó por tercera vez la presidencia de Brasil, doce años después de dejar el poder en sus dos periodos anteriores de 2003-2010.

Nada fue fácil en esta contienda que tuvo ingredientes altamente tóxicos y peligrosos para la salud democráticas de Brasil:

-La Policía Nacional, bajo el mando de Jair Bolsonaro, el presidente en funciones que buscó la reelección, realizó más de 500 operativos para retrasar el transporte en plena jornada electoral del 30 de octubre. Esta acción afectó, sobre todo, a la base electoral de Lula y del PT en el nordeste del país.

La política de “mano dura” de Bolsonaro contra la población de escasos recursos disparó no sólo la pobreza, el pandillerismo y el hambre, también creó una especie de “Estado de sitio” en las principales ciudades del país.

-La campaña estuvo plagada de mentiras, ataques bajos, manipulación del algoritmo y de las percepciones en una nación profundamente atemorizada por la ultraderecha evangélica y militarista de Bolsonaro. 

La maquinaria de Bolsonaro lanzó 311,500 mensajes falsos cada día, según una investigación de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Una auténtica industria de mentiras para acusar a Lula de comunista, alcohólico, corrupto, opositor al evangelismo y a Dios.

No en balde, uno de los anuncios que más llamó la atención del mensaje de Lula tras la victoria fue el de la creación de un “ministerio de la Verdad”.

-El silencio prolongado de Bolsonaro, de sus simpatizantes y aliados, en especial los grandes consorcios mediáticos, no augura una transición pacífica o tersa. La diferencia entre él y Lula fue de menos de 1 punto porcentual (50.88 frente a 49.12), en una elección sumamente reñida, con menos del 30 por ciento de abstención.

-Emerge una ultraderecha evangélica, de corte pentecostal, que tiene más del 30 por ciento de la preferencia electoral y triunfó en las ciudades más pobladas, como Sao Paulo. Ahí ganó Tarcísio Gomez de Freitas, vinculado a la Iglesia Universal del Reino de Dios.

Sao Paulo es el estado más rico de Brasil, con 34.6 millones de votantes. 

Gómez de Freitas fue ministro de Infraestructura en el gobierno de Bolsonaro, de formación militar, con el apoyo de un movimiento evangélico de amplia presencia mediática y social.

-El Congreso en su mayoría estará dominado por la coalición de derechas. El Partido Liberal (PL), que postuló a Bolsonaro, ganó 99 de 513 escaños en la Cámara de Diputados y 14 de las 27 bancas que se disputaron en el Senado. Uno de los legisladores más votados fue el ex ministro de Salud, Eduardo Pazuello, un negacionista de las vacunas y que promovió el uso de sustancias que habían sido descalificadas por la OMS, como la hidroxicloroquina, para enfrentar la pandemia del COVID19.

También ganó Ricardo Salles, ex ministro de Medio Ambiente, quien propuso legislaciones para acrecentar la deforestación de la Amazonía.

La exministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damara Alves, ganó como senadora. Es evangélica, asegura que de niña vio a Jesucristo y le dio una misión: acabar con la “ideología de género” que defienden colectivos feministas.

El exvicepresidente Hamilton Murao también fue electo para el Congreso. Es el mismo personaje que acusó al periodista inglés Don Phillips y al ambientalista Bruno Pereira, ambos asesinados, por “meterse contra empresarios locales” de la Amazonía.

Ante estas circunstancias, Lula ha emitido un mensaje de reconciliación, de diálogo, negociación y de compromiso para gobernar “para todos los brasileños”. La tentación de seguir con la polarización alimentada desde las coaliciones de la derecha no está en la agenda de Lula ni del PT, pero la fractura en Brasil es real y alimentada por medios digitales que convirtieron la mentira en un arma descarada contra sus adversarios.