Los riesgos de una nueva intervención gringa

Las recientes declaraciones de varios congresistas estadounidenses sobre los grupos de crimen organizado en México reavivan un debate bastante corrosivo en los temas sobre terrorismo. Claramente EEUU no es ajeno a los abusos de su política anti terrorista ni a sus consecuentes intervenciones en otros países, es incluso “normal”, pero hay varios puntos que hacen que esta vez sea bastante distinto a las anteriores infames ocasiones. 

La política anti drogas, de más de medio siglo de Estados Unidos, ha mostrado una “reciente” muestra más de su fracaso en la llamada crisis de fentanilo, un opioide sintético que es mucho más adictivo que la mayoría de las drogas duras, que ha materializado cientos de miles de adictos, sobredosis y hasta muertos. Llevan cinco décadas combatiendo el narcotráfico para que ahora les explote este problema en la cara, en sus calles, en las vidas de sus ciudadanos. 

Indudablemente se ha convertido en un problema público, pero en lugar de realizar intervenciones de política pública en la salud pública de sus ciudadanos y en la prevención de adicciones, los actores más conservadores apuestan por arreciar el problema al empeorarlo usando lo que entiendan con seguridad pública. Y pretenden empeorarlo aún más usando sus políticas anti terroristas. La solución mala fracasó durante 50 años, ahora van por otra peor. 

El contexto histórico de las intervenciones de Estados Unidos contra el narcotráfico en varios países de la región es bastante malo, desde operaciones para la captura de líderes mexicanos de narcotráfico, incluyendo la iniciativa Mérida, hasta su extensión en los peores momentos de violencia en Colombia por el enfrentamiento entre dos de los principales grupos de crimen organizado y otros actores privados y públicos del Estado. No solo no se resolvió el narcotráfico sino que se empujó a espirales de violencia que ocasionaron otros problemas que muchos aún no se han resuelto. 

Además no hay que perder de vista dos principales condiciones en el contexto político: los procesos electorales presidenciales de ambos países en 2024 y que es bastante posible que la ultra derecha conservadora reviva sus discursos habituales de intervencionismo, militarismo y prohibicionismo de las drogas, y al mismo tiempo, también recicle su posición anti inmigrante, xenófoba y racista.

Esos actores prefieren todo lo anterior por sobre crear programas de prevención de adicciones o crear políticas públicas e instituciones de salud que protejan a sus ciudadanos, sin olvidar que no combaten el tráfico de armas ni las finanzas de los grupos  criminales dentro de EEUU. Incluso hay quien menciona que la propuesta de declarar a los grupos de narcotráfico en México como terroristas es plan del complejo industrial militar. El ánimo de los conservadores empeora por el reciente secuestro y asesinato de ciudadanos americanos en Tamaulipas y por la condena de García Luna. Es peligroso que el discurso que articula las posiciones violentas ya mencionadas porque puede mover el eje de la derecha para volverse más agresivo contra México.

Al mismo tiempo, nuestro proceso electoral presidencial abre otro frente contra nuestro presidente y su partido por los simpatizantes conservadores de derecha que se sientan identificados con la intervención de EEUU en la política mexicana. No sorprende su cobardía. 

Los ciudadanos tenemos que informarnos, vigilar ese discurso de la derecha, debatir contra sus interlocutores y rechazar cualquier intervencionismo en nuestro país.