La Revolución Mexicana tuvo como uno de sus resultados la formación de una nueva clase política. Atrás fue quedando la generación que gobernó durante las décadas del porfirismo y que en el periodo presidencial de Francisco I. Madero sus remanentes llevaron, mediante la traición, al usurpador de Victoriano Huerta a la presidencia. Finalmente, Huerta sería derrocado y comenzaría la construcción de un nuevo Estado mexicano.
Los nuevos grupos en el poder tuvieron que crear nuevas formas de hacer política. De manera ilustrativa esto puede observarse en el Constituyente de 1917, que como mostró Ignacio Marván, en su libro “¿Cómo hicieron la Constitución de 1917?”, se integró por una generación nueva, de 35 años en promedio y que votó la mayoría de los artículos constitucionales por unanimidad.
Los políticos surgidos de la Revolución aprendieron a hacer política en la práctica diaria. Difícil era crear modelos a seguir frente a los grandes problemas nacionales que debían resolverse para dar estabilidad a un país en caos, así que el sistema político encontró en el caudillismo, encabezado por Álvaro Obregón, una forma de estabilizar el Estado a través de la violencia y el corporativismo. Un ejemplo de cómo se hacía política bajo este esquema puede observarse en la obra “La sombra del Caudillo”, del interesante Martín Luis Guzmán, o en la película basada en ese texto dirigida por Julio Bracho. En esta se observa como el movimiento armado dejó a una clase en el poder que se favoreció a sí misma y que construyó el sistema político mexicano sostenido en un presidencialismo imperial y un partido político convertido en mecanismo de control social. Es decir, un sistema autoritario capaz de adaptarse y cooptar a muchos de los sectores de la sociedad mexicana, sistema que don Daniel Cosío Villegas asemejara al sistema porfirista, llamándolo sarcásticamente “Doña Porfiria”.
En 2018 un movimiento popular y pacífico encabezado por Andrés Manuel López Obrador logró ganar electoralmente la presidencia de la República mediante una organización construída por diversas luchas sociales de décadas atrás. Millones de votos le dieron la legitimidad para comenzar un cambio profundo en las estructuras sociales y estatales que durante tanto tiempo se vieron erosionadas por el fenómeno de la corrupción. Este movimiento deberá crear nuevas formas de ejercer el poder y de hacer política, para dejar atrás aquellos modos de una clase política y económica que hoy se niega a dejar sus privilegios construídos a la sombra del poder durante tanto tiempo.