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  • 22 Oct 2025
  • 22:10
  • SPR Informa 6 min

La vida tras la tormenta

La vida tras la tormenta

Por Héctor Adolfo Quintanar Pérez

El señor Américo Nava se encontraba sentado ante los pertrechos enlodados de lo que fuese su hogar tan solo unos días antes, en la colonia Morelos de la ciudad de Poza Rica. Sus manos, repletas de tierra y suciedad, tomaron su cabeza y mirando al piso se sacudió de manera lenta. Al verme , me preguntó si entre mis cosas tenía una pastilla de paracetamol. Por suerte, sí lo tenía conmigo. Le ofrecí todo un botiquín y él solamente tomó el medicamento solicitado y un par de aspirinas más. Cuando le pregunté si necesitaba atención médica, solamente respondió que no: “Me duele el cuerpo-dijo-  pero tengo que seguir aquí, limpiando mi casita- y continuó sentado un rato tratando de evitar e mareo y la descompensación. Mientras , como él, cientos de familias se encuentran en la misma situación, con el cuerpo cortado, dolido y golpeado. Solamente a la espera de cientos de manos y maquinaria necesaria para la reconstrucción, una de las tareas más difíciles después de una catástrofe. Sin contar, por supuesto, con otro tipo de tarea: combatir la desinformación.

La lluvia aún no cesaba la mañana del 10 de octubre en Poza Rica , Veracruz. Mientras algunos pobladores se resguardaban, otros trataban se salvar su vida y patrimonio, unos supuestos estudiantes de la Universidad Veracruzana dieron una conferencia a los medios de comunicación en Xalapa. Con lágrimas y a gritos ahogados en un cubrebocas, una señorita reclamó que 192 estudiantes de la Universidad se encontraban desaparecidos y posiblemente fallecidos, enardeciendo la seca leña de muchos que aspiran a ver en las tragedias el fuego y no al bombero que lo apaga. 

Solamente esa declaración bastó para que a nivel nacional se replicara la versión , que rápidamente encendió las alarmas en la zona del desastre y muchos ciudadanos, aun afectados y damnificados se alarmaron por el específico número de jóvenes movilizándose a pesar de su situación. La realidad: Solo un desafortunado deceso de una joven estudiante de enfermería. Ningún desaparecido de la institución. 

Por otro lado, esta tragedia ha arrebatado 35 vidas en territorio veracruzano. Y las víctimas y personas desaparecidas, por desgracia pueden aumentar. 

Las primeras horas de la tragedia reinó el caos por completo. Algunos habitantes aprovecharon el limbo de autoridad para saquear algunos negocios mientras que muchos otros se organizaron para tratar de rescatar a vecinos y personas que se quedaron atrapados durante la noche y/o se rehusaron a salir una vez que las autoridades dieron el aviso de desalojo durante la madrugada. Para algunos, bastante tarde.  Desafortunadamente , también en las primeras horas, comenzaron a surgir los rumores de víctimas mortales y la preocupación por los desaparecidos, pues  los videos en redes sociales despertaron la genuina preocupación por las impactantes imágenes mostrando vehículos destruidos flotando y decenas de edificios de gran altitud bajo las aguas negras que no cesaban de subir, mientras los habitantes se ponían a salvo como podían sin tener una respuesta clara de las autoridades ante la inesperada magnitud del fenómeno. 

En la localidad de Álamo era imposible entrar sin el acompañamiento de las fuerzas armadas. El pueblo quedó incomunicado por varias horas y la desesperación levantó los ánimos de la gente que increpaban en cada oportunidad a los uniformados, quienes se vieron rebasados ante el nivel de destrucción de la localidad frustrados también porque la lluvia no cesaba , dificultando las labores de limpieza y rescate de heridos, contados por centenas y sin hospitales que pudiesen realizar una atención rápida para ellos. Cientos de familias lo perdieron todo y el futuro no es alentador. 

Tal es el caso el de la señora Clara Cortés y su familia, quienes prácticamente limpian con sus propias manos un hogar que será imposible de habitar en el futuro próximo. Las lluvias reblandecieron los muros de su casa , derribándolos por completo. Su techo colapsó y de sus bienes materiales no queda absolutamente nada que sirva, salvo un par de ollas y sartenes que usa para cocinar frijoles con leña en lo que le donan comida o despensas . 

Poza Rica y Álamo enfrentan el difícil problema de la reconstrucción y reparación de los daños y las continuas lluvias que persisten. El olor sigue siendo fétido y los habitantes se ven obligados a limpiar sus pertenencias adentrándose en las capas de lodo y agua repletos de bacterias e hidrocarburos que recorren los pertrechos.  Muchos animales también murieron y se encuentran por las calles, ahogados y en descomposición, representando un riesgo para una población ya de por sí golpeada y que por ahora no puede ver la claridad a pesar de los enormes esfuerzos de propios y ajenos.