Dentro del complejo escenario que resultó ser el año 2023, una de las notables curiosidades que no pasaron inadvertidas fue el sorprendente éxito de AMLO como streamer, ya que, a pesar de que el streaming suele asociarse principalmente con el mundo del gaming y el entretenimiento, el Presidente de México logró destacar en un ámbito que, para algunos, podría parecer algo fuera de lugar en este contexto.
Asimismo, en los primeros días del año, esta peculiaridad se convirtió en motivo de controversia, ya que los organizadores de ESLAND (España, Latinoamérica y Andorra), un evento privado que busca reconocer a los streamers en español con mayor alcance en su tercera edición, se vieron ante la incertidumbre de si debían incluir al presidente de México debido a sus incomparables números, pues AMLO se posicionó como el streamer con más audiencia en Latinoamérica durante el 2023, generando un debate sobre la participación de figuras políticas en eventos centrados en el entretenimiento digital.
La polémica concluyó por delinear la profesión del 'streamer', un aspecto particularmente interesante, ya que se definió principalmente en dos características: aquellos que crean contenido de manera específica (AMLO, siendo un político, no se ajusta a este perfil), y aquellos que monetizan dicho contenido (AMLO, con su enfoque en la política, se aleja de esta característica). En un intento de resolver la incertidumbre, los organizadores optaron por realizar una encuesta en la plataforma X para establecer oficialmente la situación. El veredicto final fue que AMLO no fuera convocado a los premios, aunque la decisión se tomó con un estrecho margen, perdiendo por menos del 2% entre casi medio millón de votos.
Sin embargo, más allá de la controversia sobre si AMLO debería recibir un premio o no, este fenómeno destaca la sorprendente capacidad de adaptación de la política, que, con su carga informativa y su ritmo propio, ha encontrado un inusual pero efectivo canal de expresión en las plataformas de transmisión en vivo, desafiando expectativas, ampliando los límites tradicionales de la participación pública en la era digital y adaptándose con éxito a las tendencias contemporáneas.
En ese sentido, lo verdaderamente intrigante es la creciente convergencia entre la esfera política y el mundo digital, donde estos nuevos canales de comunicación están transformando la manera en que los líderes se conectan con sus seguidores, proporcionando una vía más directa e inmediata para interactuar.
De igual manera, el logro de AMLO al convertirse en el streamer más visto señala también un cambio notable en la percepción pública sobre cómo los líderes políticos emplean las plataformas digitales para llegar a más gente o conectarse con sus seguidores. La habilidad para influir y llegar a audiencias más amplias, incluyendo aquellas que normalmente no abordan estas temáticas, como las comunidades online relacionadas con el stream, está, indudablemente, transformando la dinámica de la política contemporánea.
Por otra parte, la notoriedad de AMLO como streamer ha resaltado la imperante necesidad de adaptación de los políticos en general a las plataformas digitales, lo que genera diversas interrogantes como: ¿Por qué es el único político que figura en la lista de los más vistos? ¿Por qué no encontramos ninguna figura de la derecha mexicana, o de otros países, utilizando estas herramientas? ¿Por qué ni siquiera se plantea la cuestión de su éxito?. Sin duda, esto se debe a que no se ha valorado suficientemente el hecho de que aquellos que comprendan y aprovechen estas herramientas podrían obtener una ventaja competitiva en la esfera política y de comunicación. Andrés Manuel es el vivo ejemplo de ello.
Aunque este fenómeno es particularmente notable y destaca la creciente intersección entre la política y la tecnología, no todo es necesariamente positivo, pues esto plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la comunicación política y la adaptación de los líderes a la era digital, ya que esta convergencia no está exenta de desafíos potenciales y puede generar nuevas tensiones y dilemas, cuestionando principalmente la efectividad y autenticidad de estos canales de comunicación.
Uno de estos factores es ver una especie de mezcla de la política con el entretenimiento, dado el contexto en el ámbito del streaming, lo que da pie a cuestionamientos cruciales acerca de la seriedad y autenticidad del discurso político en este nuevo escenario, por lo que es necesario preguntarse: ¿Cómo repercute esta fusión en la percepción pública de la política? La adaptación de líderes políticos a estos formatos presenta la paradoja de atraer audiencias mediante elementos atractivos y dinámicos, pero también plantea la inquietud sobre si esta estrategia puede llegar a sacrificar la profundidad y sinceridad del mensaje político.
Esto también pone de manifiesto la preocupante amenaza de la manipulación de la información en plataformas digitales. En un mundo donde la inteligencia artificial posibilita la creación de falsificaciones avanzadas de voz y video, existe un riesgo significativo de distorsionar la realidad y comprometer la integridad de la información transmitida a través de estos canales. Asimismo, la facilidad con la que se pueden sacar de contexto los mensajes, sumada a la capacidad de generar contenido multimedia falso, plantea desafíos urgentes para garantizar la veracidad y autenticidad de la información en el ámbito del streaming político.
En último término no hay duda de que AMLO perdurará como aquel que desafió las convenciones establecidas en la comunicación política, más allá de su éxito digital, solo por el puro concepto de “la mañanera”, pues ha logrado romper hasta cierto punto con el paradigma mediático contemporáneo. Donde su incursión en el streaming ha sido una suerte de arma de doble filo: por un lado, ha ampliado las fronteras tradicionales, permitiendo una conexión más directa con el público; por otro, ha expuesto la vulnerabilidad inherente a la manipulación digital y la distorsión de la información, por lo que, su habilidad para navegar en este terreno complejo deberá destacar como un ejemplo para dejar un legado equilibrado entre la innovación en la comunicación política y la protección contra los riesgos asociados a la tecnología.