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  • 08 Jul 2024
  • 08:07
  • SPR Informa 6 min

El PRI y la simulación

El PRI y la simulación

Por Emerson Segura Valencia

Lo atestiguado este fin de semana en la 24 Asamblea Nacional Ordinaria del PRI, fue la exhibición de un partido político en abierta descomposición donde su conocida capacidad para simular ha llegado a su límite. En su usual tono porril y matonesco, Alejandro Moreno, dirigente del PRI ha dejado testimonio de la profundidad de dicha descomposición. Tras semanas de críticas de propios y extraños por la reforma que se avecinaba al artículo 178 de los Estatutos del partido para permitir la reelección de la dirigencia nacional hasta por tres periodos, Moreno se ha manejado bajo la vieja máxima de “ni los veo ni los oigo” de Salinas de Gortari, solo que, en aquella ocasión, tenía como destinatarios a legisladores del PRD durante su sexto informe de gobierno, hoy, los destinatarios son los priistas. 

En la cultura política mexicana las formas eran fundamentales para el priismo, por lo que mantener una sensación de unidad y cohesión con sus distintos sectores y grupos era un requisito indispensable cuando fungió como fuerza hegemónica. Procesar las diferencias al interior bajo la negociación o bien, la cooptación.

El 1º de septiembre de 1988, Porfirio Muñoz Ledo increpó a Miguel de la Madrid en su sexto informe de gobierno. Este acto constituyó en las formas un quiebre en el entonces partido dominante y en el fondo, uno de los parteaguas para el partido y el país, la escisión nacionalista revolucionaria que derivó en el Frente Democrático Nacional, posteriormente PRD. Doce años antes, Muñoz Ledo fue dirigente del PRI. 

El PRI nació desde el poder sin ser el poder, es decir, requería del poder del titular del Ejecutivo para articularse, lo que le permitía tener recursos, estructura y liderazgo. En medida de que perdió su principal eje entrado el siglo XXI -que era la presidencia de la república- su extravío no fue menor. Tras doce años de panismo, el proyecto a la presidencia de Enrique Peña Nieto fue la última convocatoria a un PRI en unidad, por lo menos en las formas. Perfiles de distintos orígenes y sectores fueron convocados en el peñismo: tecnócratas, exgobernadores, priistas históricos y una nueva generación que acompañaba al mexiquense. Incluso, Manlio Fabio Beltrones quien aspiraba a la candidatura presidencial del tricolor dio un paso a lado. “Este es uno de los momentos de la vida y la política en que uno tiene que decidir entre aspirar a ser una figura importante o un hombre útil (…) No habrá fractura en el PRI. No podemos permitirnos la división. Sé que puedo continuar mi lucha por las reformas desde cualquier trinchera política”, señaló en una carta. Esto no significaba que no hubiera diferencias al interior, pero el intercambio de favores que permitían los espacios en el partido, el congreso y la presidencia, fueron útiles para mantener la cohesión. 

El rotundo fracaso del gobierno de Peña Nieto impactó desde luego en el partido que venía de derrotas donde el mismo Beltrones fue protagonista y responsable. Al final del peñismo, dejó de importar mandar señales de unidad y los pleitos y diferencias se acentuaban y eran cada vez más públicas, como los protagonizados entre Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong. Finalmente, una figura que no provenía de las filas del PRI fue electo como candidato presidencial, José Antonio Meade, lo que ya arrojaba señales del desprestigio que ocasionaba la marca PRI. Tras la profunda derrota del 2018, el PRI entro en un atropellado proceso de renovación donde René Juárez Cisneros y Claudia Ruiz Massieu estuvieron al frente del partido. En agosto de 2019, Alejandro Moreno llegó a la dirigencia del PRI con señalamientos de compra de votos e irregularidades, sin embargo, la disciplina partidista y la simulación en la democracia interna llevaron a que las voces que cuestionaron el proceso fueran ignoradas. Hoy, cinco años después Alejandro Moreno está confrontado con los distintos actores de poder al interior del partido, desde la CTM, el grupo Atlacomulco, Manlio Fabio Beltrones, pasando por Beatriz Paredes o el grupo Hidalgo de Osorio Chong y Murillo Karam.

Jesús Reyes Heroles decía que su “propósito era progresar, con el viejo lema: contando cabezas y no cortándolas.”

Alejandro Moreno entendió que en política no hay vacíos y más allá de llevar al tricolor a un proceso de transformación ante el nuevo escenario político, se atrincheró en un partido que le permite interlocución, impunidad y voracidad.