La generalidad de los medios corporativos nacionales e internacionales se han sumado al operativo de desinformación contra la población global, defendiendo al régimen de limpieza étnica que Israel lleva a cabo en contra del pueblo palestino.
No solamente porque al mencionar los ataques de Hamás omiten describir las varias décadas de desplazamiento forzoso, asesinato de menores de edad, bombardeo contra poblaciones civiles, arrestos y encarcelamientos injustificados o kilómetros de muro impuesto a la población palestina, que tiene que pasar controles militarizados para ir a sus espacios de trabajo.
Más allá del sesgo selectivo - operación muy frecuente en la guerra mediática -, el elemento central de la operación mediática en esta coyuntura ha sido la del chantaje y la auto victimización. Del mismo modo que los discursos que se denominan como “políticamente correctos” imposibilitan la crítica a personas individuales que pertenecen a un grupo social que sufre o sufrió injusticias, el centro del discurso que justifica las atrocidades del Estado de Israel reside en que el pueblo judío fue perseguido por el régimen nazi alemán del siglo pasado.
La intentona mediática para lavar la cara de los criminales de guerra fue, no obstante, un fracaso. En muchas ciudades del mundo, destacadamente en Europa y Estados Unidos, multitudes han salido a las calles a defender la integridad del pueblo de Palestina y denunciar la barbarie en su contra. Muchos intelectuales públicos han superado el miedo al linchamiento con que se amenaza a quien denuncia la política de exterminio del gobierno israelí.
Incluso los aliados de Israel han tenido que declarar públicamente que considerarían una imprudencia emprender una invasión territorial en Gaza. No porque no deseen terminar de una vez con el pueblo palestino, sino porque la opinión pública global ha logrado romper el cerco del estigma de antisemitismo que se le asigna a quien defiende los Derechos Humanos de los habitantes de Palestina.
La usurpación de la condición de víctima es en muchas ocasiones redituable políticamente. Lo entienden a la perfección tanto la OTAN como su principal aliado en Medio Oriente, e incluso mejor los consorcios mediáticos internacionales. No obstante, existe algo más poderoso que el miedo; la dignidad de la rabia. Solo la organización popular y la honestidad intelectual lograrán combatir la infodemia y el avance colonial.