En los próximos meses, tendrán lugar procesos de renovación de las dirigencias en diversos partidos políticos. Este evento, siempre relevante, adquiere un matiz peculiar en un contexto donde la oposición ha construido una narrativa durante más de una década, en torno a la supuesta amenaza antidemocrática que representa el presidente Andrés Manuel López Obrador. Resulta irónico, por decir lo menos, que quienes han acusado a AMLO de “dictador” y “autócrata” sean los mismos que han adoptado estrategias autoritarias para perpetuarse en el poder dentro de sus propios partidos.
El Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional han "advertido" repetidamente que AMLO terminaría con la democracia en México, emulando a líderes como Hugo Chávez en Venezuela. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario. AMLO, desde su llegada al poder, ha mostrado un compromiso con los principios democráticos que sus detractores tanto temían que "erosionaría".
En una paradoja que no debe pasarse por alto, los líderes del PRI y del PAN, Alejandro “Alito” Moreno y Marko Cortés, respectivamente, han manipulado los estatutos internos de sus partidos para asegurar su reelección y continuidad en el poder. Estas acciones no solo contravienen los principios democráticos que dicen defender, sino que exponen una profunda incoherencia en sus discursos y prácticas políticas.
Por otro lado, la renovación de la dirigencia en Morena, el partido del presidente también está en marcha.
La figura de Luisa María Alcalde se perfila como la próxima presidenta del partido, lo cual ha sido tachado por la oposición como una “imposición” y una muestra de “autoritarismo”. Este señalamiento, sin embargo, parece ignorar convenientemente las propias prácticas antidemocráticas dentro de sus filas.
Este doble rasero no solo es una cuestión de hipocresía, sino también un reflejo de la estrategia de la oposición para deslegitimar cualquier movimiento dentro del partido en el poder.
Criticar en el otro lo que se practica en casa es una vieja táctica política que, desafortunadamente, sigue vigente en el panorama del conservadurismo mexicano.
La renovación de las dirigencias partidistas debe ser una oportunidad para fortalecer los principios democráticos en todos los frentes. Es esencial que los partidos políticos se comprometan genuinamente con la democracia interna, promoviendo la participación y evitando las prácticas que perpetúan el poder de unos pocos. Solo así, la política mexicana podrá avanzar hacia una verdadera representación y pluralidad.
Más allá de las proyecciones de antidemocráticas de los dirigentes de la oposición, lo cierto es que mientras ellos continúan acusando a AMLO y a Morena de autoritarismo, son ellos mismos quienes con sus actos, se reafirman en el poder mediante estrategias antidemocráticas.