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  • 21 Jun 2022
  • 00:06
  • SPR Informa 6 min

Arcoíris con códigos QR sobre Sylvia y Marsha

Arcoíris con códigos QR sobre Sylvia y Marsha

Por Gloria Virginia Davenport

“Tan cerca de la piel, tan lejos de la vista
Tomo el destino en mis propias manos
Donde el agua fresca muere porque se arruina en sal
Mantengo al principito en mente
Un rey sin una reina”
Hombre contra hombre…
Till Lindemann. 
Rammstein


Quien pretenda usar una hamburguesa mutante de colores de Burger King como epitafio de las tumbas de la afroamericana Marsha P. Johnson y de la puertorriqueña Sylvia Rivera, que detonaron la revuelta de Stonewall, confunde el orgullo con una transferencia bancaria a un empresa multinacional y la furia de las vidas de las personas trans con una influencer drag de internet.

Desde esa perspectiva, el desfile de modas arcoiris que se llevará a cabo en la avenida Reforma de la CDMX el próximo sábado no representa en sí la lucha por los derechos de la diversidad sexo genérica, pero sí la fatuidad y la frivolidad con la que el capitalismo toma las causas sociales, las fagocita y las excreta en un fecalismo monetario lleno de lentejuelas, tan brillantes y coloridas como las monedas con las que llenan sus cuentas bancarias.

Y así, mientras la historia de la diversidad sexo genérica en México atraviesa uno de sus momentos más importantes, como lo es la batalla en el Tribunal Electoral sobre la denuncia interpuesta por la diputada trans Salma Luévano contra el diputado del PAN, Gabriel Quadri, sentenciado e inhabilitado para ser candidato por su violencia y discurso de odio transfóbico, quien ahora se apoya en dos fuerzas de ultraderecha fascista homolesbitransfóbica para intentar revertir la sentencia, la cual significa un precedente para sancionar a promotores del discurso de odio.

Los y las organizadores de los comités de las marchas del orgullo, mal llamado “pride”, en la Ciudad de México están más ocupados en conseguir financiamientos de las marcas, que en la cobardía del Partido Acción Nacional. Dejan de lado el apoyo necesario en redes sociales para denunciar la participación del Frente Nacional por la Familia y de “Iniciativa Ciudadana”, ambas vinculadas con el PAN, que pretenden salvarle el pellejo político al transodiante Quadri.

El suceso prácticamente ha quedado oculto bajo las toneladas de hipócrita publicidad arcoiris de marcas como Burger King, Walmart, Nivea y hasta Kellogg’s, quienes han encontrado, en la compra de espacios en las marchas del orgullo, un nuevo mercado de hipocresía que no se refleja en las contrataciones en altos puestos para personas trans.

El ridículo multicolor con maquillaje de drag que involucra a la Asociación Internacional de Lesbianas y Gays (ILGA), cuyas operadoras en México están vinculadas con la marcha del orgullo o “pride” de la Ciudad de México, equivaldría a pensar que es un logro que en una cadena de restaurantes se pueda comprar una concha de pan por $30, con un sobreprecio tan solo porque la venden con un una etiqueta de “pride” y un arcoiris.

Marsha Johnson y Silvia Rivera vivieron y murieron en la precarización extrema. Marsha nunca dejó el trabajo sexual y su cadáver apareció flotando en el río Hudson. Sylvia vivió toda su existencia prácticamente en la calle y murió sin la estabilidad suficiente para poder tener su salud garantizada.

Ambas detonaron a ladrillazos las revueltas en el Stonewall Inn en 1969 y pagaron con sus vidas el precio de una cínica industria que convirtió sus luchas desesperadas en un carnaval desalmado; un carnaval de capitalismo que pone precio hasta al dolor y al desprecio homonormado, y que sirve de diagnóstico y radiografía del verdadero estado de indefensión política. El mismo que han provocado traidoras y traidores a la causa y mercenarios del capitalismo mutante que una vez al año usa un arcoiris para comprar dignidades y vender un carnaval donde debería marchar la furia y la demanda por los derechos que aún son negados.

Una procesión fúnebre de colores, racismo y clasismo en inglés, en un país indígena con tantas Marshas y Sylvias, cuyas vidas importan más que una “rainbow concha” de 30 pesos o de un carro alegórico de miles de dólares, financiado por empresas extranjeras en la avenida más elitista del centro del país.