Muy pocos han entendido al presidente Andrés Manuel López Obrador cuando culpa al neoliberalismo de todos los males que aquejan a México en materia de seguridad, finanzas, salud, educación, etc.
No lo ha comprendido porque este modelo político y económico basado en el sistema capitalista, se ha instaurado en nuestro país desde la década de los 90 y ha invadido cada espacio con un montículo individualista de consumo personal e inmediato, de trabajo basado en la explotación y diferencias de clase cada vez más acentuadas. Ha trasgredido espacios donde la libertad de expresión y el pensamiento crítico habían sido sustento fundamental para cuestionar todas las relaciones de poder en nuestro país: las universidades públicas y los medios informativos.
La exclusión de los sectores más vulnerados y el extermino de los recursos naturales entendidos desde un enfoque utilitarista y mercantilista, han dado paso a las formas más inhumanos de vida, reduciendo a las personas a agentes de consumo, a vivir con formas de intercambio cada vez más insostenibles.
Los fenómenos migratorios atendidos mediante políticas racistas y de exterminio que ocasionaron la muerte de 53 migrantes en Texas; la inestabilidad económica que permite que el 1.2 % de los hogares en México tengan ingresos superiores a los 70 mil pesos mensuales, mientras que el 56.6 % pertenezcan a la clase baja con ingresos menores a 12 mil pesos mensuales; la educación que excluye año con año a miles de jóvenes que no responden al modelo por competencias basado en habilidades para el trabajo, misma que fue indiferente la muerte de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, son consecuencias del neoliberalismo.
Sin embargo, el modelo neoliberal que se basa en la consigna de que quien pueda pagar tendrá derechos y el que no tendrá que acostumbrarse y resignarse a la exclusión social, buscó la forma de ir mitigando los estragos de la depredación capitalista a través de un Estado de Bienestar, que al día de hoy es y ha sido un paliativo más que pretende alcanzar un progreso económico y social.
Esta ecuación ha intentado ser resuelta en el gobierno actual, a través de acciones enfocadas a separar al poder político del poder económico, pero ha fracasado. Y el fracaso se debe a lo que Marx refería cuando hablaba de la crisis del capitalismo, y cómo éste se genera y se regenera permanentemente, encontrando en el abandono social y el individualismo, su principal fuente de permanencia.
El neoliberalismo no teje redes comunitarias de apoyo, no identifica procesos de organización social como elementos para el buen vivir, no reconoce formas de trabajo colectivas a través de la redistribución justa y equitativa de la riqueza, no construye autonomía, autogestión, autodeterminación, sino es su negación constante.
Es por ello que nadie entiende el por qué el neoliberalismo sí es el culpable de la atomización y polarización social. En este contexto histórico es necesario replantearnos nuestro ser y estar en el mundo, como seres colectivos que construimos identidades y comunidades a través de las relaciones interpersonales, interculturales y de respeto a todas las formas de vida, para generar procesos que revolucionen y rebasen estas relaciones de individualización que perpetúan crímenes de odio, intolerancia y segregación en el mundo.