Platón, en su obra “La República” afirmaba que la democracia representaba una 'degeneración' de la oligarquía. Sin embargo, en la actualidad, se ha vuelto evidente que esta visión podría estar invertida, ya que la democracia, en ciertos contextos y bajo un escrutinio cultural constante, ha logrado florecer para consolidarse como un sistema funcional que logra valorar tanto al individuo como al colectivo de manera más o menos equilibrada.
Desde una perspectiva histórica, la democracia también ha demostrado ser un sistema más resiliente y beneficioso para las sociedades que la oligarquía u otras formas de gobierno. Si observamos, por ejemplo, los períodos en los que la democracia ha florecido, como en la antigua Atenas o en las democracias modernas, vemos un patrón consistente de mayor prosperidad, estabilidad y desarrollo social.
En contraste, las oligarquías han tendido a beneficiar a una élite privilegiada a expensas de la mayoría de la población, lo que ha generado desigualdades profundas, corrupción sistémica y conflictos sociales.
La democracia, al garantizar la participación ciudadana y el respeto por los derechos individuales, ha permitido un mayor grado de innovación, creatividad y progreso en diversas áreas, incluida la economía, la ciencia y la cultura. Por lo tanto, es claro que la democracia, a pesar de sus imperfecciones, ofrece un camino más prometedor hacia una sociedad justa y equitativa en comparación con la oligarquía, cuyo dominio por parte de una minoría privilegiada inevitablemente lleva a la exclusión y la opresión del resto de la población.
De igual manera, y retomando la idea inicial, es frecuente observar cómo, a diferencia de la postura platónica, la democracia en realidad degenera hacia una oligarquía, donde los que detentan el poder priorizan la búsqueda de lucro sobre el bienestar social, descuidando su deber como representantes del Estado. Los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN en México ofrecen claros ejemplos de esta tendencia, caracterizados precisamente por su corrupción y su afán desmesurado por la acumulación de riqueza y poder, en detrimento de las necesidades y derechos de la ciudadanía.
En ese sentido, resulta intrigante observar la reciente 'marcha por la democracia', que fue convocada y fundamentada en la supuesta preocupación de ciertos sectores políticos que temen una posible intervención del gobierno en el proceso electoral y donde se especula sobre la posibilidad de una elección de estado, donde se utilizarían recursos y poder institucional para influir en los resultados electorales.
Lo curioso es que en dicha marcha se congregaron numerosas figuras políticas de la oposición con un historial antidemocrático y con claras inclinaciones ideológicas que se perciben más bien oligárquicas, mientras supuestamente abogan por el respeto a la democracia en el país.
Llamó también la atención la presencia del ex presidente del INE, Lorenzo Córdoba, quien fue el único orador del evento multitudinario y que ahora muestra sin reservas sus verdaderas inclinaciones políticas. En otras palabras, lobos vestidos de ovejas utilizando la lucha por la democracia como un mero disfraz, ya que en realidad son personajes profundamente hipócritas que en el fondo solo buscan mantener sus privilegios y control sobre el sistema político.
Es claro que no se podía esperar menos de alguien con el perfil clasista de Córdoba, que no aprendió nada de su padre, Don Arnaldo Córdoba, quién, como dato curioso, fue un destacado politólogo e izquierdista mexicano que fundó el Partido Socialista de México en la década de los 80 y que tuvo un rol prominente en el Partido Comunista de México en décadas anteriores, por ello que resulta hasta cierto punto desconcertante, pensar en cómo su padre vería la trayectoria de su hijo, ahora convertido en vocero de la derecha más rancia y conservadora del país.
En este contexto, el presidente Andrés Manuel no dudó en criticar el evento, destacando precisamente la hipocresía presente en su convocatoria. Por lo que cuestionó abiertamente: ¿Qué tipo de democracia están defendiendo aquellos que marcharon?
Esta interpelación resulta especialmente relevante considerando que, según el presidente, lo que se pretende mostrar como democracia en esta manifestación es simplemente una fachada que encubre el control de la oligarquía corrupta que gobernó en sexenios pasados. Individuos que, se sabe, buscan representar el gobierno de una minoría económica privilegiada, lo que va en contra de los principios fundamentales de la verdadera democracia, que radica en el poder del pueblo.
Es por ello que los manifestantes, según la perspectiva del presidente, promueven una versión distorsionada de la democracia (quizá sin saberlo), y sirviendo únicamente a los intereses de las élites. Además, señaló que este enojo se manifiesta a través de campañas difamatorias en redes sociales, que continuamente se llevan a cabo para afectarlo. Un clásico de la derecha mexicana.
Por otra parte, más curioso resultó observar que la marcha fue programada para el mismo día en que Claudia Sheinbaum se registró como candidata a la presidencia de México. Este hecho no pasa desapercibido, ya que sugiere la posible intención de desacreditar su candidatura al mismo tiempo que se desvía la atención hacia otra cosa, donde se busca generar un ambiente de confusión y confrontación política. Otro clásico de la derecha mexicana.
Esta y otras “coincidencias” plantean interrogantes sobre la verdadera motivación detrás de la convocatoria a la marcha y sobre las fuerzas políticas que podrían estar impulsando esta agenda. Por ello que es importante analizar cómo la coincidencia de fechas busca influir en la percepción pública de los acontecimientos y en el clima político previo a las próximas elecciones
Sin duda, esta discusión nos recuerda la importancia de involucrarnos activamente en la democracia, pero también nos alerta sobre la necesidad de examinar detenidamente el historial y las motivaciones de quienes convocan a estas movilizaciones políticas, puesto que es interesante notar que, a pesar de las acusaciones de amenazas a la democracia, el presidente Andrés Manuel permitió que la 'marcha por la democracia' se llevara a cabo sin ningún impedimento, incluso reconociendo el derecho de los manifestantes a expresar sus opiniones.
También resulta intrigante observar que aquellos que levantan estas acusaciones hoy, son precisamente los mismos que en el pasado han sido señalados por prácticas antidemocráticas, como el fraude electoral de 2006 que condujo a la elección del espurio de Calderón o del uso flagrante de la maquinaria estatal para obtener la victoria de Peña Nieto en 2012.
En última instancia, estos eventos también son beneficiosos ya que nos instan a reflexionar sobre la esencia misma de la democracia y a permanecer vigilantes ante posibles intentos de manipulación política y mediática por parte de las élites, por ello que se vuelve imperativo profundizar sobre nuestro papel dentro de la participación democrática y, al mismo tiempo, cuestionar de manera crítica las acciones de nuestros líderes políticos como una vía para fortalecer los cimientos de una sociedad más libre, justa y equitativa para todos.