Muchos de nuestros actos están vinculados con las emociones, al fin y al cabo, la mayoría de nosotros no somos Sherlock Holmes para poder hacer que nuestro cerebro funcione con base en análisis y deducciones. Por eso es que consciente o inconscientemente es a través de vínculos donde aprendemos a darle un significado a las cosas y podemos conectar nuestros hábitos a través de las emociones.
Se dice que el amor entra por la boca. Y no solo el amor, casi todas las emociones están ligadas a nuestro comportamiento y relación con la comida. Muchas veces podemos sentir que tenemos una buena relación, pero hay momentos en los que nos encontramos en algún grado de toxicidad de acuerdo a los alimentos que ingerimos.
Vínculo emocional con la comida
El estómago, al ser nuestro segundo cerebro, actúa como un neurotransmisor. Él es responsable de generar, a través de las conexiones cerebrales, ciertos estados de ánimo que nos generan un vínculo emocional.
El azúcar, por ejemplo, es un ingrediente que tenemos ligado a las sensaciones positivas desde que somos niños y suele actuar como un consolador cuando el niño va al médico y se deja poner la vacuna, pero también como un método pavloviano de recompensa y estímulo con el clásico mandato de “si te portas bien, te compro un helado”.
Hay otros alimentos que también aumentan la serotonina de manera inmediata como el cacao o las harinas, que suelen estar muy ligadas a las celebraciones como los pasteles o las tartas.
¿Siempre hay un vínculo positivo?
Como toda emoción, no siempre es positivo. Hay diferentes patrones de conducta que afectan directamente a nuestras emociones y hasta nuestra percepción que tenemos de la vida.
Cuando hay un abuso en relación con la comida, conocido como un “atracón”, es decir, comer de manera compulsiva, genera una gratificación inmediata seguida por la culpa. Pero antes de este abuso, suele haber una emoción de desesperación o frustración, de no haber sido capaz de lograr algo y, por tanto, hay un vacío que se debe llenar rápidamente para evitar pensar en el conflicto.
El impulso de comer puede venir por otros factores como estar triste, aburrido, frustrado o creer que no se tiene el control, pero muchas veces la comida funciona como una vía de escape, es decir, un medio para consolar las emociones a través de la comida, y eso genera una sensación de alivio provisional ante el estrés o situaciones desagradables.
Otro de los trastornos que podemos encontrar de manera cotidiana, es saltarse algún alimento por falta de tiempo. La vida moderna nos somete muchas veces a no respetar las horas de alimentación, y al final, eso repercute en estados de ansiedad.
Imposición social
Muchas veces, los impulsos incontenibles de comer o dejar de hacerlo están asociados con los medios de comunicación que nos presentan estereotipos de belleza inalcanzables que pueden provocar dos comportamientos: la restricción o el exceso.
Al ver que tanto en televisión, películas y otros medios de comunicación, los personajes tienen ciertas medidas corporales, se pueden tratar de imitar haciendo dietas excesivas y teniendo un déficit alimentario al tratar de llegar a un estándar de belleza irreal.
O, por el contrario, ante una falsa resignación, se puede llegar a comer en exceso ante la frustración de ver cuerpos inalcanzables.
Este tipo de estereotipos, ahora también están marcados por las tendencias de redes sociales como Instagram que incitan a las personas a tener una relación poco sana con la comida.
¿Se puede tener una relación sana con la comida?
Biológicamente nuestro cuerpo está creado para darnos alertas de que necesitamos alimentos, y este tipo de sensación llega lenta, es paulatina, no se muestra en forma de antojo sino como la necesidad simple y llana de comer.
El antojo de algo particular muchas veces puede ser una alerta de que hay un vínculo con una emoción que nos está afectando.
En el caso de las mujeres y el periodo menstrual, si bien el cuerpo necesita reponer la energía perdida en el proceso del revestimiento del útero y eliminar toxinas acumuladas, hay que tener en cuenta que los grandes antojos de azúcar y carbohidratos los podemos controlar cuando sumamos a nuestra alimentación granos integrales, arroz integral, cebada, frijoles y lentejas.
Por otra parte, hacer una pausa antes de caer en un impulso de comer frenéticamente, es muy beneficioso para la salud física y para ser un poco más conscientes al escuchar nuestro cuerpo y nuestras emociones.