El movimiento estudiantil de 1968 significó un parteaguas en la historia de México. La masacre de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre retrató la monstruosidad del régimen autoritario de un priato vetusto que poco a poco se iría alejando de los principios revolucionarios que le habían dado vida, al mismo tiempo que refrescó los movimientos sociales, construyendo durante medio siglo los cimientos para la transformación de la vida pública.
El revisionismo en las décadas más recientes ha sacado a la luz una materia que en otro tiempo fuese obviada, la participación de las mujeres en los procesos de transformación de la patria. No es que nadie viera a las mujeres en el movimiento estudiantil, como tampoco se pasaría por alto la existencia de las adelitas en la Revolución y, sin embargo, la homogeneidad del lenguaje tal vez nos ha impedido mirar con atención un rol que a lo largo de la historia de la nación ha sido vital para poder escribir dicha historia.
Es esta la inquietud de Cohen y Frazier quienes se adentraron en las historias de las mujeres en el movimiento estudiantil de 1968, registrando el tránsito del rol de la cocina hasta el liderazgo de brigadas, en una experiencia de democratización dentro del movimiento y una génesis de lo que más adelante será la ruptura de paradigmas que durante siglos excluyó a las mujeres, incluso cuando han sido pilares de los momentos que han cambiado el devenir de la historia.
Aquel movimiento de 1968 convocó a un nuevo sector en la lucha social por la democracia plena, y aunque parecería que, a través de los años, se ha subestimado el impacto del sector estudiantil en la reconfiguración del sistema político mexicano, con elegante sutileza se fue infiltrando entre las grietas del poder hasta revocar el autoritarismo que lastimó a las y los estudiantes.
Fue dieciocho años después (destáquese la coincidente edad para poder ejercer el derecho al voto), que en las entrañas de la Universidad Nacional Autónoma de México surgió otro movimiento estudiantil que terminaría por redefinir la historia de las luchas por la democracia. De octubre de 1968 a octubre de 1986 se gestó un hito que habría de marcar para siempre la historia de México, la historia sellada en octubre de 2024.
En la lucha estudiantil contra el “plan Carpizo”, del CEU también surgió la mujer que concretaría el derecho reconocido en octubre de 1953, del ejercicio del sufragio a la ocupación del máximo cargo de la administración pública del país, las mujeres rompiendo el techo de cristal de la mano de una mujer que ha representado la envergadura que tienen las aulas en la transformación de la vida pública; Dra. Claudia Sheinbaum Pardo.
En un país de símbolos, no es cosa menor que una mujer emanada de las luchas estudiantiles asuma las riendas de la nación en el preámbulo de las horas de las memorias de la lucha más emotiva en la historia de nuestra democracia, la lucha estudiantil.
Desde la Plaza de la Constitución, el Zócalo de la Ciudad de México, sitio donde en otro tiempo las y los estudiantes fueron desalojados con la fuerza de los tanques, la ahora Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas, de origen estudiantil en las luchas sociales, ha manifestado frente al pueblo de México el compromiso de que nunca más se use a las fuerzas armadas para reprimir, lo que significa un momento crucial en la historia del país, pues el sector social que en antaño fue víctima del aparato militar, hoy encuentra en la Presidenta Sheinbaum el mando sobre la fuerza que alguna vez le reprimió.
Las mujeres precursoras de los movimientos estudiantiles, las mujeres que al paso de los años siguieron el ejemplo, cada mujer que ha convertido los patios, jardineras y auditorios de los recintos escolares en tribunas de debate público y denuncia, cada mujer que desde las escuelas han hecho temblar a los tiranos, cada mujer que durante su estancia en las aulas ha empujado el cambio de reglas en la conducta académica con el fin de salvaguardar la integridad de las mujeres, y aun cada mujer que en el solo hecho de ocupar un espacio en el aula ha desafiado al estigma y la opresión del machismo, hoy puede encontrar en la primera Presidenta de México su propia consecución; la ruptura del techo de cristal a manos de las estudiantas, siempre combativas, siempre transformadoras.
El 2024 se ha marcado con A; nombrar para existir, nombrar para transformar. Con la historia marcada, con la efeméride de la primera Presidenta, en el día de la memoria del movimiento estudiantil, que suene alto y que suene lejos ¡Que vivan las estudiantas! pues las estudiantas siempre están haciendo historia.