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  • 23 May 2022
  • 10:05
  • SPR Informa 6 min

Cuba que linda es Cuba, quien la defiende, tiene datos.

Cuba que linda es Cuba, quien la defiende, tiene datos.

Por Juan Becerra Acosta

Hace un par de semanas una bloguera española transmitió, a través de sus redes sociales y desde Trinidad, Cuba, un video en el que se mostró asombrada ante una fila de personas que se formaron para recibir pan. De entrada, y a pesar de provenir de un país miembro de la Comunidad Europea en el que supuestamente la democracia y los derechos de las personas son materia “resuelta”, la turista parecía no entender lo democrático que resulta el que varias personas se coloquen detrás de quien llegó primero a un lugar determinado para conseguir un fin específico que comparten, algo que puede ir desde ingresar a un recinto hasta el obtener un alimento y que podemos ver en cualquier cine o teatro, en los aeropuertos, restaurantes de comida rápida y hasta en la tortillería. La mujer no daba crédito de la “cola” así como tampoco de la existencia de una cartilla que garantiza a los cubanos el derecho universal a la alimentación a través de una canasta básica familiar que incluye 19 productos alimenticios de primera necesidad, hecho que –evidentemente- no entendió, pues su discurso al relatar lo que presenciaba parecía más el de una suerte de arrebato de derechos en algún campo de concentración que lo que realmente sucedía: justo el cumplimiento de un derecho, el abastecimiento de la población con productos subsidiados que responde a un criminal bloqueo impuesto a la isla desde hace décadas.

La turista española disfrazada de periodista fue -mientras relataba con tono dramático reclamativo histriónico- increpada por varias personas que hacían fila, acompñaban a quien la hacía, o que simplemente disfrutaban esa brisa caribeña que apapacha en Cuba como en ningún otro lugar del mundo. “Vienes a comer mierda”, le gritaron con un insulto que se dice a quienes no están a la altura de las circunstancias, hablan como idiotas y se creen más que los demás como resultado de su propia ignorancia y obstinación a reconocerse ignorantes. Insulto elocuente que en esta ocasión estuvo magistralmente aplicado con la precisa contundencia para describir a su destinatario.

El reclamo no quedó en el insulto, posterior a él llegaron argumentos con el intento por explicar a la turista lo que realmente sucedía; se le dijo que las personas en cuba no están mal, que a diferencia de lo que sucede en España no murieron masivamente por el Covid, y que quienes viven en la Isla están mejor que quienes lo hacen en la Península Ibérica. La bloguera, claramente, no entendió, y en su respuesta dejó evidente la segazón e ignorancia que provocan el que ella, y millones de personas alrededor del mundo, repudien las acciones de un pueblo que resiste a través del sentido común a un modelo que premia la desigualdad: dijo que en España no hay filas para obtener comida (tal vez nunca ha ido a un supermercado, ni a un mercado público, o a una carnicería, lugares de abastecimiento en los que para salir con los alimentos hay que hacer fila), y que en Cuba las personas pasan hambre y están a favor de ello. Nada más alejado de la realidad.

Carencias las hay aquí, en Cuba, Europa, Estados Unidos y en todos lados, pero existen niveles que debido a cercos informativos, propaganda, y un discurso que pone al dinero como Dios y al paraíso como una promesa que a través del consumo podemos gozar aquí en la tierra, no son observados ni reconocidos por buena parte de una población que está demasiado ocupada en poseer lo que la sociedad le reclama: objetos que realmente no necesita. Para ellos la salud pública, el abastecimiento de alimentos, la educación de calidad para todos, el acceso a la cultura son secundarios y la carencia de ello incluso se considera como un castigo a quienes, sin importar su contexto, son pobres. Para ellos una buena economía se mide por la cantidad de personas que tienen un auto, no por la cantidad de ciudadanos que utilizan el transporte público; tienen la creencia de que una economía sana es la que permite que un sector muy reducido posea teléfonos de mil quinientos dólares al mismo tiempo en el que millones no cuentan con servicios de salud y padecen hambre.

En Cuba no hay grandes supermercados ni vistosas tiendas comerciales, en los lugares en los que se abastece la población no existe variedad de harinas para hacer pasteles, tampoco selección de bebidas isotónicas, sus habitantes no tienen IPhone ni visten de marca, por ello, para el criterio de la bloguera española y de millones de personas más, los cubanos viven en un pobreza que les es ajena, ¿será?, veamos algunos datos: En España, de acuerdo con la Oficina Europea de Estadística, el porcentaje de personas en situación de pobreza extrema aumentó del 4.7% en 2019 al 7% de la población en 2020, habremos de esperar a conocer los números sobre 2021 que, de acuerdo con especialistas, no son nada alentadores; mientras, y de acuerdo con el indicador AROPE, creado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, se señala que 12.5 millones de personas, el 26.4 % de la población española, están en Riesgo de Pobreza y/o Exclusión Social, y que el 45.2 % tiene alguna dificultad para llegar a fin de mes. Todo esto en un país en el que la salud publica no es universal, es decir, los españoles, por serlo, no tiene derecho a los servicios de salud públicos.

Por su parte, Cuba no mide la pobreza de la misma manera en la que lo hacen otras naciones, los valores de ingreso por persona no responden a la misma realidad en la isla, donde hay subsidios y se vive un bloqueo, que en México o España. En Cuba la intención no es que el pueblo gaste, sino que el pueblo tenga, y por ello hay un dato contundente dado a conocer por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo: el Índice de Pobreza Multidimensional que identifica carencias a nivel de los hogares y las personas en los ámbitos de la salud, la educación y el nivel de vida, y que coloca a Cuba como el segundo país con más bajo índice de pobreza multidimensional.

A diferencia de lo que sucede en otras naciones, en Cuba no hay un niño sin zapatos, si es que usted tiene la oportunidad de ir a la isla y llegase a ver alguno que camine descalzo, le aseguró que será sólo por una razón: se quitó los zapatos para jugar. En Cuba las personas no mueren de hambre, cuentan, todos, con la oportunidad de recibir educación superior y -algo que parece que la sociedad neoliberal desestima para anteponer en su lugar al papel de baño, unos tenis “Nike”, unos jeans “Levi’s”, o un pomo de whisky- salud publica. Así es, en Cuba todos sus habitantes tiene garantizado el derecho a la salud, por ello son el país que más médicos por habitante tiene en el continente. 

Vienen médicos especialistas de Cuba a México para ayudar a atender las necesidades en zonas rurales. Llegan como lo hicieron durante la pandemia cuando el colapso de los servicios médicos, a brindar una mano especializada y reconocida mundialmente en asuntos de salud pública. Lo hacen ante el agradecimiento de millones, pero el repudio de unos cuantos que, aunque pocos, hacen ruido para distraer con politiquería y golpear por golpear sin importar que con ello dañan al pueblo, será que nunca se han asumido como tal y que todo lo que suene a pueblo les es ajeno. Así que si le hablan a usted de Cuba, y de sus médicos, considere antes de creer el discurso que premia a la competencia y al gasto, los datos que le presento, a los que se suman otros que dejan evidente la lucha de un pueblo por el sentido común que antepone lujos individuales innecesarios ante el necesario cumplimiento de los derechos que garantizan el bien de todos.