Con 267 votos en favor, 104 en contra y 33 abstenciones, el 22 de marzo de 2024, la Cámara de Diputados avaló reformar el Código Penal Federal y la Ley General de Salud, donde se aprobó tipificar como delito y castigar con prisión de dos a seis años y una multa de mil a dos mil UMAS, la aplicación de las terapias de conversión, un eufemismo para describir abusos y tortura que pretenden corregir la orientación sexual de las personas.
Dos semanas antes de que esta ley fuera aprobada a nivel nacional, se aprobó en el Congreso de Querétaro. Fue promovida por el diputado morenista Armando Sinecio; con el apoyo del historiador y activista por los derechos de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Transgénero, Travesti, Queer, Intersexual y Asexual (LGBTTTQIA), Osmin Reyes, quien busca que nunca, nadie más vuelva a perder su adolescencia como la perdió él, al ser sometido a estas sesiones.
“El camino ha sido tortuoso, de alguna manera me robaron la juventud. El hecho de que exista todavía gente que quiera o que pretenda cambiar a los homosexuales, y que esto sucede especialmente en jóvenes de menores de edad, nos dice que son personas que no van a vivir su su juventud.
Yo no pude tomar de la mano, «esto de manitas sudadas» cuando era adolescente con mi pareja y andar en la calle, era incluso peligroso, era dar un mensaje respecto a la homosexualidad y es que no hay algo que curar, no estoy enfermo de ser homosexual, ni yo ni nadie. (...)
La presentación de estas leyes se tiene que hacer, porque necesitamos evitar que más personas padezcan por situaciones como las que yo pasé o que padezcan por situaciones peores (...) con esta idea de que se se puede cambiar y la manera en la que se pretende hacer esto, pues es con la privación de la libertad, con la privación del sueño, con la privación de alimentos, con la privación de agua y eso básicamente es tortura”, narró en entrevista para SPRInforma, Osmin Reyes.
Como Osmin, la mayoría de las personas que ingresan a los ECOSIG, “Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género”, también conocidos como “terapias de conversión”, ingresan en la adolescencia, obligados por sus padres.
“Mis padres son protestantes y cuando yo le dije a mis papás, estaba a una semana de cumplir 17 años y pues nada le dije a mi mamá y en menos de media hora el pastor de la Iglesia a la que asistíamos había encontrado la Consejería y entonces me llevaron a esta, que más bien no es una terapia, es una mala palabra para lo que me sucedió. Este lugar se llama ‘Exodus Latinoamérica’ y es 100% religioso. Te dicen que no debes de ser homosexual porque es pecado y pues debes de ser heterosexual porque está escrito en la Biblia.
Yo era menor de edad y la mayoría de los asistentes éramos menores de edad, llevados por nuestros padres o tutores; al ser menor de edad no tienes una independencia, no tienes una independencia emocional, no tienes una independencia económica, no tienes una independencia intelectual, entonces, pues a donde te lleven vas y lo que te digan, crees. Genuinamente yo supuse que podía cambiar, básicamente lo que ellos me decían me lo creí y en ese sentido, pues te dicen que hay que dejar de ser homosexual, pues yo en algún momento me declaré curado, dejé de ser homosexual ‘como si eso se pudiera’ y pues nada, me lo creí. Había una actividad que recuerdo con cierto dolor que era el ponerte una liga en tu muñeca y cuando tuvieras pensamientos pecaminosos o ver otros hombres en mi caso, pues jalas la liga y la sueltas para autoinfligir el dolor, evidentemente eso te termina por marcar. Por mucho tiempo para mí fue recordar el dolor en la muñeca cuando salía con otros hombres”.
Osmin es una de las incontables víctimas de las mal llamadas “terapias de conversión”, prácticas que prometen cambiar la orientación sexual de las personas homosexuales, bisexuales o transgénero, y que han dejado tras de sí un rastro de confusión y resentimiento.
“Hay una situación dentro de mí, atribuible a la culpa, donde siempre después de tener sexo, yo me sentía mal, yo me sentía sucio, me deprimía, había veces que no comía y pues para no tener esa situación, yo no tenía sexo y pues evidentemente cuando estás adolescente o adulto, tu pareja tiene necesidades, necesidades que yo no podía satisfacer”, relató Osmin al describir una ruptura amorosa.
En 2016, la Asociación Mundial de Psiquiatría concluyó que “no hay pruebas científicas sólidas de que la orientación sexual innata pueda cambiarse”. De acuerdo con ONUSIDA “ofrecer este tipo de terapia es una forma de engaño, publicidad engañosa y fraude”.
Las “terapias de conversión” surgieron en la primera mitad del siglo XX, en una época en la que la homosexualidad era considerada una enfermedad mental. A pesar de que en 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de su lista de trastornos mentales y de que en investigaciones científicas posteriores se concluyó que los intentos de cambiar la orientación sexual no sólo son ineficaces, sino también perjudiciales, estas prácticas continuaron en la clandestinidad, perpetuadas por grupos religiosos y terapeutas que rechazan el consenso científico.
A pesar de la condena casi unánime de la comunidad médica y de activistas en favor de los derechos humanos, las terapias de conversión siguen existiendo en muchos países, incluyendo algunos en América Latina.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) las han declarado ineficaces y dañinas, pero en lugares donde la homofobia y la transfobia predominan, la idea de “curar” a las personas LGBTTTIQA persiste. El pasado 12 de junio, a través de un comunicado, la directora regional de ONUSIDA para América Latina y el Caribe, Luisa Cabal, aplaudió la decisión de México de prohibir la práctica de estas pseudoterapias.
“El estigma y la discriminación que perpetúa la llamada 'terapia de conversión' han dañado la salud pública. La decisión de México de poner fin a esta práctica nociva contribuirá a garantizar la salud pública. Todos los países deberían seguir el ejemplo de México”, declaró Luisa Cabal.
A través de las redes sociales se leen cientos de historias de personas que fueron obligadas a someterse a “terapias de conversión” cuando eran menores de edad.
“Llegué a ir a muchas conferencias, escuchar muchos testimonios, trasladarme de mi ciudad a principalmente a Cuernavaca a escuchar testimonios y pues era principalmente la influencia de estos testimonios y que usualmente te hacían sentir culpa de quién eras, de cómo eras, y de porqué eres así, que Dios había destruido Sodoma y era común que te lo mencionan. Es el único relato bíblico en el que se menciona, que Dios destruyó una ciudad, toda una ciudad, todo un poblado, por un pecado y la interpretación que se hace de ello, pues es que es por el pecado de la homosexualidad”, declaró Osmin.
La Asociación Psicológica Americana y otras importantes organizaciones médicas han emitido declaraciones condenando estas prácticas. Según estudios recientes, las personas sometidas a “terapias de conversión” tienen un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental a lo largo de su vida.
No hay ninguna base científica para estas prácticas. Las terapias de conversión causan traumas profundos que pueden llevar a la depresión, la ansiedad e incluso al suicidio.
“La vez que me convencí de que está mal ser homosexual y les compré el discurso, fue cuando adquirí un CDs con el testimonio de una guatemalteca que se llamaba ‘Ivonne la maldita’”.
La batalla constitucional es solo una parte de la solución. También es crucial cambiar las actitudes culturales y religiosas de madres, padres y tutores que tienen la idea de que la orientación sexual o la identidad de género son enfermedades que necesitan cura. Pues estas instituciones como “Exodus Latinoamérica” siguen operando al “amparo” de que no consisten en una terapia; sino en una “ayuda religiosa”.
“Creer en Dios no es un problema, y creo que el problema radica por ahí dicen en su club de fans. Aquellos que suponen que tienen que imponer la idea de su religión para con los demás”, asegura Osmin.
El 3 de diciembre de 2021, después de 10 años de noviazgo, Osmin se casó con Pablo. Actualmente llevan dos años de matrimonio y sin planearlo fueron la primera pareja gay en contraer nupcias tras la entrada en vigor de la reforma al Código Civil del Estado que reconoció el matrimonio igualitario, lo que les valió algunas planas en los periódicos. Algo que enfureció a los padres de Osmin.
¿Cómo es la relación ahora con tus papás?
“Tensa. Hay muchas cosas que no les gustan, nos vemos cada fin de semana. Nos vemos para comer y nos tratamos amablemente, cordialmente, nunca falta la cordialidad, sin embargo, antes de casarme, ellos ya sabían que yo tenía una relación con Juan Pablo, no porque lo conocían, sino porque yo lo publicaba en redes y ellos me espiaban. Y pues no les no les parecía y casi siempre que yo llegaba a la casa en estos fines de semana de visita, siempre estaba el comentario de ‘Dios está guardando a una mujer para ti’, ‘Dios tiene un plan preparado para ti, que incluye una mujer’ (...)
Cuando se enteraron, pues ya me mandaron un mensaje un mensaje de audio que me duele un poco, porque ellos mencionan que les duele la situación, que no es lo correcto, y que pues allá yo, básicamente. No ven a Juan Pablo, procuran no verlo, no hablamos de él en su casa. Entonces, sigue siendo una situación complicada”.
A pesar del dolor que sufrió, Osmin encontró la fuerza para ayudar a otros. Ahora trabaja como historiador, pero también impulsó esta ley para que ningún joven vuelva a enfrentar una situación similar.
“Básicamente me obligaron a aislarme. Yo tenía 17 años y no salía de mi casa. Era de la casa a la escuela y de ahí a la casa. Yo no salía, no conocía personas. Los fines de semana era irnos a la iglesia, posterior a la comida de todos los días, era leer una porción de la Biblia. No es no es que haya una situación peor sino que es un cúmulo de cosas que me predijeron a tener un estilo de vida, que era que era tortuoso para alguien que no quería cambiar, que sabía que no necesitaba cambiar.”
Las “terapias de conversión” representan una violación flagrante de los derechos humanos y deben ser erradicadas. La lucha contra estas prácticas requiere un esfuerzo conjunto de gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil. Es fundamental que se escuchen las voces de las víctimas y que se promueva una educación que fomente la aceptación y el respeto por la diversidad.
¿Qué le dirías a ese Osmin de 17 años?
“Ni modo te toca ser fuerte. Yo no quisiera que fueras fuerte, yo no quisiera que fueras valiente, porque yo no quisiera que tuvieras que vivir esto, pero te tocó y te toca te toca ‘aguantar vara’. Esa es mi esperanza, ojalá haya gente que no tenga que ser valiente, que no tenga que ser fuerte y que, a raíz de todo esto, puedan vivir en libertad”.