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  • 09 Aug 2022
  • 20:08
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El “Fracaso Rotundo” de la Guerra contra el Narcotráfico

El “Fracaso Rotundo” de la Guerra contra el Narcotráfico

Por Jenaro Villamil Rodríguez

El domingo 7 de agosto, Gustavo Petro tomó posesión como nuevo presidente de Colombia en una ceremonia cargada de simbolismos. La hija de Carlos Pizarro, el jefe del M-19, le impuso la banda presidencial a este político de la izquierda nacionalista colombiana. La espada del libertador Simón Bolívar abandonó su nicho para colocarse en el centro de la ceremonia casi litúrgica que convocó a más de 100 mil personas a la plaza central de Bogotá.

Por primera vez en los dos siglos de existencia de Colombia como nación independiente, llegó al poder un hijo de la disidencia política, ajeno al bipartidismo histórico (liberales y conservadores) que gobernaron la república andina, acompañado por Francia Márquez, representante de todos los sectores olvidados e invisibilizados por la clase política colombiana.

En su discurso, Petro enumeró 10 compromisos fundamentales en materia de reforma fiscal, pacificación, medio ambiente, proyectos sociales y el que resultó uno de los mensajes más duros de su toma de posesión: exhortó a Estados Unidos a asumir la necesidad de cambiar los presupuestos de los últimos 40 años de la llamada “guerra contra el narcotráfico”.

“La guerra contra las drogas ha fracasado rotundamente” sentenció. Afirmó que más de 1 millón de personas han muerto  en América Latina en esta estrategia hegemónica, lanzada por Estados Unidos en 1973 durante el gobierno de Richard Nixon. La mayoría de esos muertos han sido colombianos. Y lejos de disminuir el negocio, la criminalidad o la letalidad de los cárteles que distribuyen los estupefacientes, éste ha crecido.

Quizá los únicos beneficiados en este negocio de la muerte han sido las grandes empresas fabricantes de armas. Mientras exista una “guerra” se necesitarán las armas. Y los cárteles desde hace más de dos décadas dejaron de ser sólo productores y distribuidores de drogas ilegales para transformarse en industrias del crimen organizado y, en el caso colombiano, poderes paralelos al Estado.

El exhorto de Petro no es retórico, es fundamental. Es un llamado a la dignificación de Colombia y de todo lo que ha representado esta nación tan castigada por la triple guerra de los cárteles, las guerrillas y los grupos de autodefensa. El cocktail violento llevó al nefasto adjetivo de la colombianización como sinónimo de “narco-Estado” o de “violencia múltiple”.

En realidad, el fin de la guerra contra las drogas es el fin también de la humillación de Colombia y de otras naciones como México, Bolivia, Perú que han sido colocadas en el papel de las “generadoras” de violencia, cuando, en realidad, ésta se originó en los escritorios de los halcones de Estados Unidos.

Por estas razones, el exhorto de Gustavo Petro no sólo es pertinente en estos tiempos sino un llamado a la dignidad de una nación que hoy inicia un ciclo histórico diferente, complejo, pero muy esperanzador para la mayoría de sus habitantes.