El problema estriba en pensar el modelo cultural, social y económico de una sociedad desde un pragmatismo vacío que se palpa todos los días. Consulte cualquier medio de comunicación y encontrará notas que desgarran, desconciertan, nos dejan pasmados. Pero de un paso más allá y escuche el comentario sobre estos temas de algunos ciudadanos y veremos que el ángulo de reflexión está perdido. Añorar la ley de la selva como forma de abandonar la barbarie es la medicina que recetan quienes están atrapados en una visión utilitarista de la sociedad y el ser humano. El supuesto castigo que se pide algunas veces es igual de salvaje que la pena, todo esto propiciado en una cultura donde como diría León Felipe la “justicia vale menos infinitamente menos que el orín de los perros”.
Regreso a las expresiones –favoritas entre algunos empresarios- : no necesitamos sociólogos, filósofos, escritores, artistas, antropólogos. Estos perfiles son entidades inútiles que se oponen al ruido de los trascabos, las fábricas y los martillos que en sí mismos traen el progreso. Nada más falso que esta creencia. Si una sociedad no reflexiona continuamente sobre sí misma, yendo más allá del sentido común, termina sumida en la desesperanza y la insensibilidad.
El modelo maquilador no sólo se trataba trata de una forma de producción, sino de un complejo sistema ideológico que necesariamente iba a tener (traería) repercusiones socioculturales. Criticarlo todavía se vuelve una especie de apostasía. Pero seamos honestos: ¿Qué equilibrio familiar puede existir entre jornadas extenuantes, salarios de miseria y condiciones de hacinamiento cuando los padres salen del empleo? ¿Puede florecer la armonía familiar en esos hogares?.
La ciega apuesta a privatizarlo todo, a dejarlo al libre arbitrio del mercado, que se traduce en la ley del más fuerte, es una terrible forma de abandono a un modelo de desarrollo humanista. Padecimos una tecnocracia neoliberal que supo ver con precisión profética décadas antes Efraín Huerta
"Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,de la envidia y el caos,
jóvenes del «sentido práctico de la vida»,
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro."
Pero digámoslo en tono autocrítico, también quienes tenemos formación humanista hemos dejado mucho que desear. ¿Nos ha faltado demostrar que la filosofía o la literatura sirven para repensar a la sociedad? ¿Esta ha sido ajena a estas voces? ¿Asumiremos el reto de un pensamiento humanista, solidario, crítico que advierta los riesgos del estatismo?
¿Cómo entender el mundo en sus complejidades, contradicciones y nuevos desafíos sin la reflexión de las humanidades? La visión estrictamente mecánica de la sociedad está colapsada, la aportación de los humanistas cae a cuentagotas; pareciera que la academia y su mundo de egos, puntajes y certificaciones, anestesiaron el pensamiento para tratar de entender lo que nos pasa. En este nuestro tiempo, donde todos tenemos el rostro de víctimas y victimarios.
Por fortuna, esta visión mecanicista y reduccionista tiene un fuerte contrapeso, la realidad de que la ciencia es una secretaría de estado con el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum es alentadora. Falta se vaya dotando con el presupuesto adecuado y que logremos que cumpla su labor.