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  • 17 Jan 2024
  • 10:01
  • SPR Informa 6 min

Perspectiva de una joven de izquierda

Perspectiva de una joven de izquierda

Por Sheila Guadalupe Cadena Nieto

“La lucha sigue”

“La peor discriminación es contra los pobres— siempre lo es—, pero a mí me pesaba más la que soportaban las mujeres, porque me parecía que a veces se puede salir de la pobreza, pero nunca de la condición determinada por el género”. Isabel Allende

¡Qué difícil es ser mujer mientras no exista igualdad! Se los digo yo, que a pesar de ser una joven adulta de 34 años, vivo escuchando el dolor de la discriminación y los estragos de la violencia que hasta la fecha padecemos. Brindo acompañamiento a muchas mujeres que no tuvieron la oportunidad de concluir por lo menos la primaria, que nunca tuvieron una aliada en casa, mucho menos dentro la vida pública y política de su comunidad. No vayamos lejos, nuestras abuelas crecieron con la condena de solo criar hijos y encontrarse encerradas en las paredes de sus casas destinadas a satisfacer las necesidades del hombre. Muchas de ellas masculinizaron su carácter para sobrevivir en un mundo de machos. Hoy contamos en las reuniones familiares con carcajadas sobre cómo la abuela tenía carácter y aguantaba no solo criar a sus hijos sino hasta los que el marido les llevaba. –“¡Ya no hay esas mujeres de antes!”, concluye el festín, siempre con una voz melancólica, adulto y androcentrista que hace que desde el machismo se siga extrañando a las mujeres que soportaban todo. 

En Tabasco, lugar donde nací, las mujeres gozaban solo de mandar en casa y con orgullo se dice hasta la fecha que el matriarcado imperaba en nuestra sociedad. No se participaba en lo político ni en lo económico, solo en tu casa si podías. Hasta la fecha, para algunos en política, las mujeres somos una especie de arquetipo cosificado que no puede nunca alzar la voz y debemos someternos a las instrucciones precisas de no incomodar con agendas de género o luchas de antaño por la reivindicación de nuestros derechos.

En México, según los datos del Censo de Población y Vivienda 2020 realizado por el INEGI, existimos 64 millones 540 mil 634 mujeres. Ahora pensemos, ¿Cuántas de ellas viven en pobreza? ¿Cuántas viven algún tipo de violencia? ¿Cuántas a lo largo de la historia han logrado participar en procesos políticos? ¿Cuántas hemos tenido que callar para no incomodar? ¿A cuantas nos han negado el derecho a participar de reuniones donde solo los hombres pueden opinar o tomar decisiones y nuestra única participación es pasarles el café? ¿A cuantas de nuestras  abuelas les fue negado el derecho a decidir por sus cuerpos y sus vidas? ¿A cuántas mujeres les han querido negar hacer historia y recordarlas durante la historia? ¿Cómo vamos a reivindicarlas?

Siempre que hablamos de sororidad resplandecemos y nos imaginamos cantando “Dancing Queen”, bailando con el sol a nuestras espaldas con la mejor amiga que la vida nos pueda dar, muy al estilo de la serie de Netflix “El baile de luciérnagas”; pero la realidad es otra, vivimos una época donde lo más importante son las marcas y la moda, la competencia, la belleza, el artificio, por ello mismo es difícil encontrar verdaderas amistades,  que confluyan en pensamientos y creencias y que no se vuelva un dique moral contra nuestra libertad.

La política es parte de nuestra sociedad, y nosotras las mujeres según los hombres todo lo romantizamos, y somos tan frágiles que no podemos tener pensamientos profundos, he llegado a ver a compañeros políticos en entrevistas  donde expresan que nosotras las mujeres no podemos tener amigas porque siempre nos atacamos entre nosotras, que no somos aliadas. Se arriesgan a opinar de temas de mujeres desde su perspectiva androcentrista y patriarcal. Si opinamos con determinación, estamos locas. Si no coincidimos en algunos temas, somos incontrolables. Si pensamos y actuamos por nosotras mismas, somos un problema. Por ello, este articulo solo busca precisar que ante el proceso histórico que se avecina rumbo al 2024, es momento de explicar a las anteriores generaciones que alzar la voz no es enloquecer y no dejarse no es desquiciarse. Por eso mismo, hay que explicarle a la presente y futura generación de mujeres combatientes, que tenemos la obligación de continuar luchando siempre. La transformación será feminista o no será. 

En la actualidad, uno de los pensadores más influyentes es sin duda Zygmunt Bauman, quien acaba de fallecer, pero que nos dejó un término: “Sociedad líquida”, que en resumen plantea que vivimos en una época en la que todo fluye tan rápido que se nos escapa de las manos. Si revisamos, podemos observar que sobrevivimos una pandemia de tal magnitud, que todavía quedan secuelas en las nuevas generaciones, quienes convivieron con algo tan concreto como es la muerte y el encierro, en un mundo tan complejo de redes sociales.

Hay que decirles a las juventudes, que no podemos apaciguar la lucha soslayando a la revolución de consciencias y la deconstrucción del machismo, pensando que solo desde las redes sociales lo lograremos.  Pensarlo, es invisiblizar las luchas que cientos de mujeres que a lo largo de la historia han emprendido transformaciones radicales desde las calles, desde los libros, desde el arte, desde las aulas y desde la tribuna. 

Empero, situaciones similares se dieron en la generación perdida, de los años 20’ s, posteriores a la tragedia de la Primera Guerra Mundial, y desde la rebeldía y el hartazgo, desde la irreverencia, surgieron mujeres geniales de la talla de Virginia Woolf o Frida Khalo.  Hoy desde lo político y lo público, ¿Qué estamos haciendo por visibilizar y empujar a más compañeras para luchar lograr cambios radicales?

Por todo esto, es que considero que la participación de nosotras las jóvenes en la política es de suma relevancia, ya que hemos logrado espacios que han costado siglos de luchas feministas por todo el mundo, lo que nos recuerda que tenemos la obligación de quitar la democracia patriarcal, para irnos encaminando hacia la democracia genérica. 

Quiero que en un futuro, no se hable más de historias cómo las que contamos de nuestras abuelas, donde mientras más calladas, más dóciles y menos participativas de la vida pública o política, nos hace mujeres fuertes. Quiero que a partir de ahora, escribamos historias  donde si tendríamos la oportunidad de revivir una platica con ellas, sea para escuchar cómo hoy la única condena que tiene la mujer es la de no luchar y quedarse callada, porque ya no hay algo que nos ate. Quiero que mi abuela sepa que siendo aliadas llegamos lejos, incluso hasta ganar juntas lugares tan importantes, como la Presidencia de la República.