El proceso para la sucesión presidencial 2024 ya inició. En un hecho sin precedentes, el presidente López Obrador entregó el bastón de mando a la doctora Claudia Sheinbaum luego de una amplia consulta popular donde, a través de una encuesta, el pueblo la eligió a ella como sucesora, ahora le toca a la ex jefa de gobierno marcar la hora de ruta organizativa con miras a los comicios del próximo año. La derecha por supuesto cuestionó e impugnó este gesto simbólico más propio de un movimiento social que de un partido político, siguen sin entender la mística que nos aglutina y moviliza, siguen minimizando las expresiones que dan identidad y sentido a la organización política más grande y con mayores logros en un lapso tan corto, de todo el mundo.
Lo peculiar y hasta gracioso es que primero se burlan y después nos mal imitan, como cuando criticaron la formación profesional del entonces candidato López Obrador, lo criticaban por los años que tardó en graduarse y hoy apoyan a Xóchitl Gálvez, que tardó el doble para titularse, lo hizo mediante experiencia profesional y resulta que plagió el informe que debía entregar para acreditar dicha experiencia. Ni siquiera pudo con lo que habría supuesto mero trámite para alguien con dos empresas supuestamente exitosas.
Criticaban a AMLO por no hablar inglés y Móchitl solo habla un español y con muchas limitaciones, también lo criticaban por sus expresiones tan regionales y de arraigo profundamente popular y hoy, con aquella máxima que “el chacas” publicara en el panfleto El Reforma, llamado “vas carnal”, respaldan a una aspirante cuya única salida para cualquier situación son las groserías y la desfachatez, usa este recurso en mítines, debates, entrevistas, foros con sectores y para justificar sus corruptelas. Incluso con groserías ha intentado hacer un símil de los tres grandes principios de la 4T, “no robar, no mentir y no traicionar al pueblo”, prometiendo que, en su hipotético, ilusorio diría yo, gabinete, no habría huevones, ni rateros, ni pendejos, para que una semana después reconociera en dos ocasiones que la “pendejió”, la primera vez para justificar el fraude de la Casa Roja como el plagio de dicho informe de titulación.
Hay que decirlo con mucha claridad, si algo nos ha enseñado el presidente López Obrador es que no importa cuantos títulos tiene una persona que aspira a ser representante popular, más que el amor y compromiso que dicha persona tiene con el pueblo y sus causas no importa si habla inglés o chino, la mejor política exterior es la interior. Pero sí es relevante para seguir ilustrando la hipocresía de la derecha y su talante utilitario, porque para ellos eso es el pueblo: una masa acrítica, fácilmente engañable, audiencia boba a la que puedes mantener entretenida con pastelazos, mientras ellos siguen vendiendo el país a pedazos.
Parafraseando a AMLO y a Móchitl, la pendejea quien cree que la gente es pendeja y entre muchas otras razones, por eso perdieron el poder y no lo recuperarán.