En el artículo anterior hablé acerca del rumbo que podría seguir el mundo en 2025, el cual muestra un futuro cercano que estará fuertemente influenciado por el cambio sísmico que está viviendo Estados Unidos en su interior, la pérdida de su momento unipolar, así como la reconstrucción del orden internacional. Con este escenario de fondo, el presente artículo centrará su atención en analizar qué escenarios puede enfrentar México, así como las variables que más pueden influir en el rumbo de gobierno.
Para comenzar, es importante tener en consideración que las condiciones internacionales presentadas durante la administración del primer mandato del próximo presidente de EUA, Donald Trump, han cambiado considerablemente, esto se debe a que tras el conflicto Rusia-Ucrania el mundo entró en una nueva fase de re-armamentismo y la lucha por el poder internacional; con la vuelta en escena global de guerras entre Estados y ejércitos convencionales, invasiones militares, la primacía de la fuerza, la amenaza de su uso en las relaciones entre países, así como el riesgo latente de una guerra nuclear.
Lo anterior se suma al declive internacional del poder de Estados Unidos, lo que pone al país entre las opciones de renunciar a su momento unipolar y ajustarse a una realidad multipolar o competir por reconstruir sus capacidades globales y buscar la unipolaridad a toda costa. Y todo parece indicar que ha optado por la segunda opción, por lo que de ahora en adelante Estados Unidos hará todo lo posible por mantener y aumentar sus capacidades de poder, incluido el uso de la fuerza y la compra o invasión de territorios, incluso de sus propios aliados, siempre que esto le beneficie en su competencia frente a China y Rusia.
Naturalmente lo mencionado tendrá un impacto inmenso en México, ya que Estados Unidos no sólo es nuestro mayor socio comercial, sino que compartimos una amplia frontera con ellos, lo que añade una variable de presión inmensa en las relaciones con México. Esto puede significar varias cosas, la primera es que el proyecto del Nearshoring parece haber llegado a su fin aún antes de haberse materializado, ya que el interés del trumpismo radica en fortalecer las capacidades de Estados Unidos bajo una lógica nacionalista y proteccionista, por lo que no existe ni lejanamente la posibilidad de una unidad regional, sino que buscará una sumisión regional.
Por tanto, es probable que el nearshoring sea suplantado por el inshoring estadounidense, así como por la búsqueda de la fuga de cerebros y mano de obra calificada. El problema de la fuga de mano de obra, especialmente altamente calificada, radica en que esto debilitará aún más las capacidades nacionales; además, en el mediano y largo plazo esto no tiene ninguna seguridad, ya que la automatización de la economía estadounidense podría implicar amplios despidos de migrantes y la revocación de sus visas de trabajo, por lo que tal alivio económico por medio de las remesas sería un paliativo temporal que se seguiría de una ola de deportaciones.
Este cambio de rumbo político traerá fuertes consecuencias económicas para México, las más directas son el fin del “super peso”, la amenaza de imposición de aranceles, una lluvia de demandas nacionales e internacionales por temas como Calica o el maíz transgénico, así como otras artimañas para socavar el rumbo soberano de la economía nacional.
Y hablando de capacidades humanas, aunque la posibilidad de una invasión existe en el panorama, a diferencia de Canadá o Dinamarca, el anexar México al territorio estadounidense podría añadir fuertes presiones a la agenda político-cultural de Trump, ya que no hay que olvidar que uno de sus objetivos sociales es el fomentar al sector social blanco, por lo que sumar 130 millones de mexicanos a los 40 millones de migrantes volvería a los mexicanos en el segundo grupo social más fuerte del supuesto gran Estados Unidos, algo que no le conviene al trumpismo blanco.
Por tanto, es probable que antes de invadir y anexar todo el territorio mexicano, se busque el desestabilizar el país y tomar algunas regiones, ya sea por medio del asesinato selectivo de liderazgos del narcotráfico; el fomento de sentimientos secesionistas; la imposición de liderazgos políticos a modo; la creación y fomento de partidos políticos ad hoc, así como pasa con Eduardo Verastegui; o la búsqueda por crear un partido político republicano en México.
Otro de los cambios sustanciales en Estados Unidos que podrían afectar a México es el de la política energética, hay que recordar que la agenda de Trump está bastante relacionada al petróleo y los hidrocarburos, por lo que la administración de Pemex debería reevaluar sus metas de política verde, especialmente en lo que corresponde al gas, ya que Trump no dudará en aplicar presión al país por medio de la dependencia energética. En este sentido, Pemex va a enfrentar diferentes presiones de parte del gobierno estadounidense, tal como en la refinería de Deer Park, la deuda institucional o la exploración y extracción de petróleo, sobre todo en los lugares limítrofes entre las zonas económicas exclusivas, tal como ya se adelanta con la idea de Trump de renombrar al Golfo de México.
En el sector tecnológico es más que probable que se promocione la no regulación y el debilitamiento de otras leyes, por lo que las capacidades técnicas de México seguirán siendo engullidas por la tecnología estadounidense y es más que posible que esto sea incluido en la negociación del T-MEC. Además, existe la probabilidad que Washington presione a México a que corte aún más sus relaciones tecnológicas con China, por lo que se buscará excluir la tecnología de empresas como Huawei o Xiaomi, al menos en infraestructuras y el sector público; así como en el sector automotriz, un área que le importa bastante a Elon Musk, ya que China le está ganando en el mercado de los coches eléctricos.
Y dada la crónica dependencia tecnológica de México, lo que afecta en el mercado tecnológico estadounidense se exporta a México, esto podría incluir la discusión sobre la neutralidad de la red o la no regulación de tecnologías emergentes como la IA, la neurotecnología, la manipulación genética o tecnologías de realidad aumentada. Además, el cambio cultural que favorecerán las empresas de redes sociales también afectará al ciberespacio mexicano, esto implica la promoción de agendas como el conservadurismo o la religiosidad, así como el ataque al progresismo, izquierdismo y el “wokismo”, por lo que es posible que más espacios digitales sigan el ejemplo de la toxicidad y parcialidad de X.
Y regresando al T-MEC, es probable que Estados Unidos quiera imponer condiciones de negociación más severos en el tratado o, peor aún, prescindir de él, ya que sin Canadá y con un Estados Unidos más agresivo y proteccionista, es probable que quiera hacer a sus aliados pagar más por mantener relaciones con ellos.
Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cómo México puede afrontar el 2025? Lo primero sería una revisión y viraje en la estrategia de política exterior de México, ya que la apuesta por la integración regional basada en una cooperación de igual a igual no tiene sentido en un contexto en donde las relaciones se basan en la fuerza y la amenaza de ésta, por lo que México debería pensar en cómo lidiar con esta nueva realidad.
Una de las opciones es la diversificación y el fortalecimiento de las alianzas internacionales, esto incluiría profundizar diversos acuerdos internacionales firmados por México, así como la búsqueda de otros tantos. En este punto América Latina debería estar más activa y unida, algo en lo que debería trabajar la SRE; además, México debería buscar nuevos aliados comerciales, especialmente en regiones poco exploradas como el Medio Oriente, Asia o todo el continente de África. El tema de las alianzas internacionales será toral para México y sus posibilidades políticas a futuro, por lo que la labor de la diplomacia mexicana será imprescindible y requerirá aún más atención gubernamental.
En conclusión, 2025 será un año complicado para México, por lo que es necesario prepararnos de distintas formas, una de ellas es afrontando y reconociendo la realidad internacional y el caos que ha llegado para quedarse en lo que nace un nuevo orden internacional.