Las conquistas de derechos que obtienen los pueblos pasan necesariamente por un arduo proceso. No son ni gratuitas ni espontáneas. El gran valor de lo que se logra consiste en que detrás de ello hay un gran esfuerzo heredado. Depositarios de una gran tradición de libertades nos vemos en el deber moral de reflexionar sobre la situación actual y los retos del futuro.
Las luchas de los grupos más desfavorecidos, – en el caso de nuestro país las y los indígenas y campesinos – tiene un doble viraje; por un lado, ofrecer actos heroicos de resistencia ante las hegemonías económicas, políticas y jurídicas que se han fortalecido por una tradición que facilita el sometimiento y por el otro consolidar por la vía legal las conquistas obtenidas, desde luego que en ambos casos es vital la organización popular para afianzar lo logrado y no perderlo.
Durante más de cuatro décadas, México padeció el neoliberalismo. Un sistema político, económico y jurídico que pugna por el triunfo del individualismo, la dictadura de los mercados, el favorecimiento de los sectores más privilegiados bajo la mentira de “que esto se desbordaría” a las clases más desprotegidas. Pero ante todo, el neoliberalismo postula un concepto de ser humano que se vincula más al egoísmo que a la solidaridad. En estas décadas una serie de ideas trataron de imponerse. Por fortuna, la tradición crítica y libertaria de México siguió haciendo su trabajo intelectual y social, para seguir sustentando un proyecto nacional libertario y que busca la justicia social.
El establecimiento de la Cuarta Transformación significó darle la voz y el poder a quienes menos tienen. Esto es un cambio importante en la mecánica que había impuesto el neoliberalismo. Pero esto también conlleva dos desafíos: continuar garantizando las transformaciones que el país necesita, en ese sentido el gobierno y liderazgo de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum es una garantía. Pero por otro lado, el movimiento corre un riesgo inherente, desviarse de su razón de ser.
Para que esto no suceda, es imperativa la escucha y dirección por parte de quien manda: la voz popular. Además se necesita seguir en el trabajo intelectual para vincular el trabajo teórico con los hechos concretos. Una pedagogía de la transformación que se ha traducido en el amplio concepto de Humanismo Mexicano.
El 5 de noviembre de 2023 falleció el maestro y compañero el doctor Enrique Dussell. Su ejemplo de vida es inspirador ya que participó en grandes movimientos sociales y con la claridad de su pensamiento nos iluminó el camino. Su erudito saber respecto a la historia de las ideas nos lanza una advertencia: dejar de entender la tradición occidental del pensamiento sólo desde la tradición greco latina. Lo que implica valorar los aportes de las sociedades mesoamericanas y las respuestas que han surgido desde las voces oprimidas donde hay sin duda auténtica filosofía que nos debe de guiar en nuestros pasos. No se trata de eliminar la raíz europea y sus planteamientos, lo relevante es no asumir una óptica colonialista, debemos tomar lo que nos sea útil en función al proyecto propio que debemos defender.
Dussel nos legó una imponente obra que articula reflexiones profundas pero relacionadas con nuestro devenir histórico. En MORENA dejó una impronta y es una referente obligado. Los tiempos venideros exigen reflexionar sobre su visión:
« El pueblo, con una representación cada vez más responsable y transparente, subjetivando las obligaciones de los ciudadanos y organizando y simplificando (electrónicamente) todas las tareas del Estado.
La contundencia con la que se trabaja para limpiar el poder judicial al darle al pueblo el poder, y la visión de la presidenta por la transparencia y la simplificación del Estado nos hablan de que vamos siguiendo el camino correcto.
La manera de honrar la filosofía de la liberación es con el trabajo diario. El filósofo nos legó un ejemplo invaluable y trascedente.