SPR Informa || El “Chernobyl de Ohio” es la consecuencia lógica del neoliberalismo

El “Chernobyl de Ohio” es la consecuencia lógica del neoliberalismo

Por Emiliano Alfonse Vera Eddington

El Estado de Ohio, EE UU, está experimentando una de las emergencias ecológicas y de salud pública más graves en la historia del país; tras el descarrilamiento de un tren de carga de la compañía ferroviaria Norfolk Southern. Miles de litros de químicos altamente tóxicos, como acrilato de butilo y cloruro de vinilo, salen del incendio en una enorme nube de champiñón negra vista por el espacio. [1] Ya han contaminado el subsuelo y corren mucho riesgo de llegar a los arroyos locales que desembocan en los grandes ríos del Ohio y el Mississippi, que últimamente llegan al Golfo de México. Las autoridades han hallado animales salvajes y domésticos muertos. Los residentes han reportado dificultades respiratorias y erupciones en la piel. Algunos han comparado la escala de la devastación a Chernobyl. [2]

Lejos de ser una tragedia imprevisible, es la lógica consecuencia de décadas de des-regulación y consentimiento de las industrias de transporte por el gobierno federal estadounidense tras varios mandatos presidenciales. Los resultados de esta política neoliberal han sido altísimas ganancias para las corporaciones monopólicas ferroviarias, pero graves consecuencias para los ferrocarrileros, el medio ambiente, y las poblaciones ubicadas a lo largo de las vías.[3] No debemos hablar de una tragedia, sino de un crimen.

La primera culpa recae en los dueños de las corporaciones ferroviarias. Por una avaricia insaciable, han sacado ganancias imprevistas, comparables solo con los barones ladrones del siglo XIX. Estas superganancias han sido exprimidas del labor de los ferrocarrileros, por horarios exhaustos de semanas sin parar, recortes en sus horas libres y beneficios, y despedidas en masa. También aumentan sus ganancias por no invertir en el mantenimiento básico para sus trenes e infraestructura. A pesar de la creación de frenos eléctricos mucho más seguros y eficientes desde hace más de 20 años, las compañías han negado actualizar sus sistemas de freno que siguen un modelo existente desde la Guerra Civil en 1860. [4]

Pero debemos de tomar por dado la avaricia de las compañías monopólicas. Por esto también tiene una gran culpa para este desastre el gobierno federal y particularmente la Secretaría de Transportes. Es últimamente la responsabilidad del gobierno de regular a las corporaciones y asegurar que cumplan con las reglas de seguridad para empleados y el público. Desde la administración de Reagan, el gobierno ha estado aligerando la presión regulatoria sobre los ferrocarriles.

A veces esto toma la forma de la plena revocación de reglas de seguridad por las demandas de las corporaciones, como hizo la administración de Trump acerca de los frenos eléctricos. Otras veces, ocurre cuando el cuerpo regulatorio toma las sugerencias de los cabilderos de la industria mientras ignoran expertos y agencias de transparencia, como hizo la administración de Obama cuando decidió excluir el transporte de numerosos químicos, incuso justo el acrilato de butilo y cloruro de vinilo que está actualmente esparciéndose por la atmósfera norteamericana, de la lista de materias peligrosas que tienen que cumplir con niveles más altos de seguridad. [5] Y sigue ocurriendo a lo largo de los dos años de la administración de Biden, con el Secretario de Transportación Pete Buttigieg manteniendo las desregulaciones de Trump y pocos días después del desastre en Ohio anunciando nuevos cambios regulatorios que disminuyarían aún las regulaciones de frenos. [6] Y por supuesto, el hecho de que la administración de Biden, junto con una inusual frente unida de legisladores Demócratas como Republicanos, votaron para restringir el derecho de huelga de los ferrocarrileros en diciembre, rechazando la demanda principal de los trabajadores de poder tomar días para enfermedad y descanso sin ser penalizados. [7] [8]

Cuando las corporaciones pueden actuar en una manera que aumenta masivamente sus ganancias y no temen ninguna consecuencia por ignorar las reglas por completa, y de hecho, ser los mismos que básicamente entregan ya escritas las regulaciones que quieren al gobierno, es obvio a cualquier observador que harán lo que toda compañía privada quiere hacer - maximizar su riqueza. Cuando estas corporaciones además son monopolios que no tienen ni la preocupación de la competencia para clientes, ya existe una situación intolerable de impunidad y poder dictatorial sobre uno de los sectores más claves de la economía estadounidense. El resultado es, como vemos hoy, siempre un desastre. Los costos para los trabajadores, la sociedad, y el medio ambiente serán altos, pero la compañía, que de mientras ha aumentado la compra de sus acciones para el beneficio de sus dueños, no pagará lo debido.

El régimen corporatista estadounidense ha decidido, bajo la dictadura de los dos partidos dominantes, que la violencia y inseguridad infligido por las grandes corporaciones, que son los que verdaderamente escriben y ejercen las leyes en el país, será un costo de negocio que simplemente se tendrá que pagar la gente y el medio ambiente. La política neoliberal que ha saqueado la clase trabajadora de ese país tanto como el resto del mundo para los últimos 40 años no dejará que algo tan trivial como las vidas de millones de personas y otros seres vivos se obstaculiza las ganancias récords de los capitalistas que financian tan generosamente las elecciones. Para ellos, los gases tóxicos del “Chernobyl” de Ohio sólo les huelen a dinero.