El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más prolongados y complejos de la historia contemporánea. Para comprender sus raíces, es esencial explorar la influencia de una multitud de ideologías políticas que se entrelazan con la religión, la historia y la cultura. En este contexto, resulta fundamental analizar las doctrinas espirituales que han ejercido un profundo impacto en la región, y en este sentido, el islam ha desempeñado un papel indiscutible.
Aunque es posible que algunos no estén completamente de acuerdo en cuanto a la influencia de religiones abrahámicas, como el islam, el cristianismo y el judaísmo, en el conflicto, es esencial comprender dos aspectos fundamentales acerca de las partes involucradas pues; tanto el sionismo israelí, como los palestinos de Hamás, tienen raíces religiosas profundas, ya que ambos grupos anhelan la posesión de lugares sagrados como símbolo de soberanía, motivados por antiguos anhelos místicos más que por cualquier otra fuente.
En otras palabras, se puede afirmar que las percepciones territoriales de cada grupo se originan en gran medida en lo religioso. Esta característica hace que el conflicto sea uno de los más intrincados de comprender, a menos que se tenga una comprensión sólida de las creencias de cada grupo, comunidad o nación involucrada. Por lo tanto, comprender este trasfondo religioso se vuelve esencial a medida que buscamos una solución, con el fin de lograr una paz duradera y significativa en la región.
Es bien sabido que, de manera muy significativa, tanto el islam como el judaísmo comparten un linaje religioso común que se remonta al profeta Abraham, a quien se le atribuye la fundación de la fe monoteísta. Sin embargo, el islam también reconoce a otros profetas hebreos, como Moisés y David, otorgándoles gran relevancia en su propia tradición. El Corán, el libro sagrado de esta fe, menciona a todos estos profetas bíblicos y recoge muchas de las historias y enseñanzas que se encuentran en la Biblia hebrea. Además, cabe destacar que la ciudad más sagrada para el judaísmo es Jerusalén, donde se encuentra el Muro de los Lamentos. Curiosamente, en ese mismo lugar se halla la mezquita de Al-Aqsa, considerado el tercer lugar más sagrado para el islam, ya que se cree que Mahoma realizó su viaje nocturno desde esta ubicación.
A lo largo de la historia, esta cercanía entre judíos y musulmanes ha sido en su mayoría pacífica. Incluso, en la tradición islámica, los judíos son considerados 'Gente del Libro', reconociendo así que comparten una base religiosa común basada en la revelación divina. La historia registra numerosos ejemplos de esta coexistencia pacífica, como el caso de Al-Ándalus en la península ibérica, amplias regiones del norte de África y en el contexto del Imperio Otomano.
Por otro lado, el islam no solo guarda una estrecha relación con el judaísmo, sino también con el cristianismo. Para los musulmanes, Jesús, conocido como "Isa" en árabe, es un profeta altamente reconocido, y muchas de sus historias y enseñanzas se superponen con las de ambas religiones. Sin embargo, es importante destacar que, a diferencia del cristianismo, el Islam no reconoce la divinidad de Jesús en el mismo nivel, al igual que el judaísmo. Esta distinción en la percepción de Jesús ha sido una fuente de diferencia teológica entre estas tres religiones
Por otro lado, el islam también ha sido enriquecido a lo largo de la historia por diversas creencias ancestrales de la región, incluyendo el paganismo árabe, la filosofía griega y persa. Sin embargo, uno de los elementos más destacados es la influencia del zoroastrismo. La cosmología zoroastriana, que presenta una lucha entre el bien y el mal, ha tenido un impacto significativo en la fe islámica debido a las influencias culturales de las comunidades zoroastrianas en Persia. Como resultado, ciertas costumbres y prácticas del zoroastrismo han perdurado en la cultura islámica, especialmente en la arquitectura, las festividades, así como en la creencia en el juicio final y la resurrección de los muertos, conceptos que también están presentes en el cristianismo.
En este contexto, a veces, una generalización inicial puede ser útil para comprender mejor las diferencias y similitudes entre estos grupos religiosos que, en última instancia, comparten raíces comunes, en donde todo comenzó con el culto a Yahweh y su relación única con el pueblo hebreo, un aspecto que marcó el surgimiento del judaísmo. Sin embargo, este culto no surgió en un vacío; estuvo influenciado por las religiones cananea y egipcia, lo que muestra cómo el sincretismo desempeñó un papel significativo en la formación del judaísmo.
Posteriormente, el judaísmo, a través de un proceso de sincretismo, se fusionó con la religión grecorromana, lo que llevó al surgimiento del cristianismo. El cristianismo adoptó muchas de las creencias y prácticas de estas dos tradiciones religiosas, lo que le otorgó su identidad única.
Finalmente, el islam se desarrolló como producto de sincretismos posteriores, esta vez entre las influencias anteriores del judaísmo y el cristianismo, y elementos del paganismo árabe y el zoroastrismo persa. Así, podemos observar cómo estas religiones, aunque surgieron de una raíz común, evolucionaron y se diversificaron a lo largo del tiempo, influyéndose mutuamente y dando lugar a las distintas tradiciones religiosas que conocemos en la actualidad.
El tema del islam puede ser abordado desde dos perspectivas complementarias. En primer lugar, la perspectiva histórica y etimológica, que nos lleva a explorar las batallas lideradas por el profeta Mahoma y las conquistas logradas en la península arábiga en el siglo VII d.C. Esta perspectiva nos permite comprender la expansión inicial del islam y su impacto en la historia de la región.
La segunda perspectiva nos sumerge en la dimensión teológica y religiosa. Aquí, nos adentramos en la manifestación divina a través de la revelación del Corán. El Corán, considerado la palabra de Dios en el islam, es la base espiritual y moral de esta religión, y su creación es un punto de singular importancia de su cosmovisión, ya que el término en sí mismo se deriva de la raíz árabe que significa 'sumisión', lo que refleja la centralidad de la sumisión a Dios en la práctica y la fe de los musulmanes.
Otra de las diferencias esenciales radica en la relevancia del profeta Mahoma o Muhammad. Mahoma desempeña un papel central y de máxima importancia en esta religión. Su influencia es fundamental para la fe y la práctica de los musulmanes, ya que se le considera el último de los profetas de una línea que incluye a figuras como Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús. De hecho, Mahoma es conocido como "el sello de los profetas", lo que significa que sus enseñanzas representan la culminación de la revelación divina en todas las religiones abrahámicas, pues se dice que el mismísimo arcángel Gabriel se le presentó directamente.
En cuanto a las conquistas lideradas por Mahoma y sus descendientes, estas representan un capítulo importante en la historia islámica. Durante su vida, Mahoma lideró batallas y conquistas en la península arábiga, unificando a varias tribus bajo la bandera del Islam. Tras su muerte, los califas que le sucedieron continuaron expandiendo el territorio musulmán, llegando a conquistar vastas regiones, desde España en el oeste hasta el subcontinente indio en el este. Estas conquistas se realizaron a través de una combinación de factores, que incluyeron habilidades militares, una estrategia efectiva y la promoción de la religión islámica. Sin embargo, estas conquistas también llevaron a conflictos con otras civilizaciones y religiones, marcando una serie de eventos históricos cruciales que influyeron en la evolución del mundo islámico y su relación con otras culturas y religiones.
Tras la muerte de Mahoma, el Islam se dividió en dos vertientes principales: la suní y la chií. Esta división surgió debido a diferencias en la sucesión del liderazgo de la comunidad musulmana. Los suníes creían que los líderes debían ser elegidos por consenso, mientras que los chiíes sostenían que debían ser descendientes directos de Mahoma. Esta división ha tenido un impacto significativo en la historia del mundo islámico y ha sido la base de conflictos en la región a lo largo de los siglos.
La relación problemática entre suníes y chiitas es un conflicto arraigado en la historia y la teología islámica, con ramificaciones políticas y sociales en la región de Oriente Medio. Una de las principales fuentes de tensión es la diferencia en la sucesión de liderazgo. Esta divergencia se ha traducido en una lucha constante por el poder y la autoridad, lo que ha llevado a conflictos políticos y guerras civiles en la historia islámica.
Además, la historia está marcada por eventos traumáticos para la comunidad chiita, como el martirio de Husayn en la Batalla de Karbala. El lamento chiita en torno a estos eventos históricos ha mantenido viva la memoria de la opresión, lo que ha alimentado el resentimiento y la hostilidad hacia los suníes en algunas ocasiones. Estas tensiones se han intensificado en la era moderna con la creación de Estados nacionales en la región, lo que ha llevado a gobiernos que favorecen a una de las dos comunidades en detrimento de la otra. Además, las rivalidades regionales, como la competencia entre Arabia Saudita y Irán, han exacerbado las divisiones sectarias, llevando a conflictos en varios países de Oriente Medio.
Por poner algunos ejemplos que clarifiquen la raíz teológica de estas organizaciones de diferentes niveles y como está todo entrelazado, sabemos que; Hezbollah es una organización chiita que radica principalmente en Líbano, lo que significa que sigue la rama chiita del Islam. Por otro lado, Hamas es una organización suní. Los talibanes también siguen una interpretación radical suní del islam. Del mismo modo, ISIS (Estado Islámico) sigue una interpretación radical suní del islam. En cuanto a los gobiernos, Irán es un estado islámico chiita, mientras que Irak tiene una población mayoritariamente chiita y su gobierno va y viene entre líderes sunníes y chiitas. Siria es diversa en términos de grupos religiosos, pero el presidente Bashar al-Assad y gran parte de su gobierno pertenecen a la secta alauita, que es una rama del islam chiita. Por último, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos siguen una interpretación estricta del islam suní y promueven el wahabismo en el caso de Arabia Saudita.
Asimismo, la relación problemática entre suníes y chiitas se basa en diferencias teológicas y políticas que han dado lugar a conflictos históricos y tensiones contemporáneas. La competencia por el poder, las heridas históricas y las rivalidades regionales han contribuido a la persistencia de estas divisiones sectarias en la región de Oriente Medio, por ello que la comprensión de estos factores es esencial para abordar las tensiones sectarias y trabajar hacia una mayor estabilidad y unidad en la región.
En última instancia, en el contexto actual del conflicto israelí-palestino, hemos presenciado una paradoja interesante: la convergencia de diversos grupos musulmanes, incluidos algunos considerados terroristas, milicias, y estados nacionales, que han superado sus diferencias ideológicas y sectarias en su oposición a Israel, o al menos, las han dejado para después, ya que a pesar de las profundas divisiones religiosas y políticas que han existido a lo largo de la historia del mundo islámico, la cuestión palestina ha actuado como un punto de unión en el que estas facciones han encontrado un terreno común. Esta convergencia, aunque impulsada por una causa compartida, también ha planteado desafíos significativos y complejas dinámicas regionales. La persistencia de estos esfuerzos conjuntos, así como las tensiones internas y los dilemas que plantean, continúan definiendo la dinámica del conflicto en Oriente Medio y subrayan la importancia de un enfoque equitativo y sostenible para la resolución de este conflicto histórico.