Arqueología e indigenismo

En los primeros años del siglo XIX el movimiento criollo en México tuvo distintos elementos culturales de cohesión, que poco a poco fueron creando la identidad mexicana, separada de la de España. Este grupo de criollos se apoyó mucho de los pueblos prehispánicos para construir esa narrativa. De esta narrativa vendría el discurso de los 300 años de explotación y dominación español sobre estas tierras. El cual no era nuevo, venía de los españoles que llamaron reconquista al proceso de expansión de la corona castellana y aragonesa sobre los territorios de Al Andaluz la península ibérica, que por cierto, también llamaron 300 años de dominación. 

Lo cierto es que los criollos no habían sufrido esa explotación de los españoles, al contrario, se habían beneficiado de ella y a la par de los peninsulares habían participado en las mismas actividades de explotación  en haciendas y en minería. Solamente que a partir de las reformas borbónicas comenzaron a tener una influencia limitada en los altos mandos del gobierno, el clero y milicia.

La independencia, la creación del imperio mexicano y la creación del México independiente obligaron a esa elite gobernante mexicana a buscar más elementos de cohesión, esto ante las turbulencias políticas y sociales del siglo XIX. Mientras que los indígenas mexicanos de ese entonces continuaban siendo relegados.

La Constitución de Cádiz y las garantías del plan de Iguala habían creado de estos indígenas ciudadanos, una transformación de súbditos a ciudadanos. Pero que en la realidad no se les había integrado completamente a la recién nacida nación mexicana. En contraste, el vecino país del norte, no consideró a los pueblos indígenas como parte integrante de la nación sino como naciones aliadas.  Esto se confirmó con el famoso caso Georgia vs Cherokee Nation de 1831.

Durante ese mismo siglo muchos exploradores de todos lados del mundo se dedicaron a realizar exploraciones dibujos y referencias sobre las distintas ruinas arqueológicas por todo México, a las antiguas naciones prehispánicas.

Durante el porfiriato hubo una fuerte inversión en la arqueología mexicana. El gobierno de Porfirio Díaz patrocinaría las antigüedades y la arqueología para fines estatales y políticos. El gran arquitecto de este proyecto Leopoldo Batres a quién se  le debe la excavación e inauguración de Teotihuacán, hecha para los ostentosos festejos del centenario de la independencia en 1910.

El siglo XX fue el gran auge de la arqueología mexicana con grandes investigadores, personajes, descubrimientos, estudios de todo tipo y creación de museos. Esto vinculado al siglo del nacionalismo. Utilizándolo como modo de resaltar ese nacionalismo hacia el exterior. Caso ejemplar son las estatuas de Itzcóatl y Ahuizotl, que se crearon con el objetivo de ser enviadas a una exposición en Paris, sin embargo fueron olvidadas, oxidadas y mandadas al norte de la ciudad: llamadas “indios verdes”. Este nacionalismo indigenista inclusive llegó a modificar los rasgos indígenas como el famoso cuadro de Popocatepetl e Iztacihuatl que cambian los rasgos indígenas a unos más criollos.

El fin del nacionalismo y el inicio de la globalización detuvieron este proceso del gobierno mexicano de exaltar pueblos indígenas antiguos, mientras continuaban las injusticias hacia los indígenas mexicanos.

Es por eso que esta columna nos deja más preguntas ¿hacia dónde va el indigenismo y la arqueología en el siglo XXI?¿Sigue siendo rentable políticamente?