Cada cuatro años México vive un bucle de fracasos en las Copas del Mundo, bucle que inicia con la ilusión del quinto partido y va recibiendo sus dosis de realidad con cada encuentro del tricolor hasta culminar en la decepción de la eliminación y el coraje generalizado que solamente busca cortar cabezas en la dirección técnica, análisis furibundo que evita ver lo más simple y la verdadera razón del fracaso, el futbol mexicano es semiprofesional.
El balompié nacional es un raro caso, uno que a pesar de tener una materia prima de mala calidad, me refiero al espectáculo deportivo, genera dividendos millonarios para toda la estructura, desde la FIFA, pasando por la FEMEXFUT, a las televisoras, a los clubes, a los políticos y a una élite de futbolistas.
Pero debajo del oropel que cubre al futbol mexicano la realidad es que no es profesional, una liga que no premia al equipo más constante durante su torneo, una liga que no procura el desarrollo de nuevos futbolistas desde las fuerzas básicas y las ligas inferiores, que eliminó la competitividad del ascenso; una liga que permite dueños de equipos que deban las nóminas a sus plantilla entera de trabajadores; una liga que permite los vicios que dice combatir como la multipropiedad no es una liga profesional, pero es una liga muy lucrativa para quienes la dirigen.
Este problema se extiende al futbolista, quienes tampoco son profesionales, salvo muy contadas excepciones, el futbolista mexicano es poco más que el futbolista llanero que juega borracho o crudo cada fin de semana, es uno en un millón que tuvo la suerte de jugar futbol en un club pero que nunca aprendió a ser profesional, porque no es profesional que el máximo goleador de la selección contrate sexoservidoras durante las concentraciones del equipo fuera del país, no es profesional que un mediocampista que juega en España y juega Champions League no pueda rendir físicamente los 90 minutos de una Copa del Mundo.
El mundial es un pretexto para comparar el profesionalismo de nuestro futbol y nuestros futbolistas, Japón organizó hace 20 años el mundial, su gobierno estableció como meta 2050 para obtener el trofeo, para ello invirtió en infraestructura, formación y proyección de jugadores, en Qatar 2022 los nipones vencieron a España y a Alemania.
Un ejemplo del profesionalismo de los futbolistas son Pepe de 39 años, Cristiano Ronaldo de 37 años ambos de la selección portuguesa, Luka Modric de 37 años de Croacia y Lionel Messi de 35 años de Argentina, todos jugando a un gran nivel, al que solo pueden acceder los futbolistas que trabajan todos los días, demostrando al futbolista mexicano que la edad no es pretexto, ni el origen humilde. Pero, si no bastan los ejemplos de futbolistas podemos remitirnos a ejemplos de deportistas mexicanos profesionales que compiten en el máximo nivel de sus disciplinas, gracias al trabajo que realizan todo el año para mejorar su rendimiento, Saúl ‘el Canelo’ Álvarez, Sergio ‘Checo’ Pérez, o cualquier taekwondoín en proceso olímpico.
El futbol mexicano no nos representa, la selección mexicana no nos representa, representan los intereses de la FIFA, tan solo para Qatar 2022 viajaron 80 mil compatriotas; de las Televisoras que compraron y vendieron publicidad en los partidos del mundial, además manejan a nivel directivo el futbol nacional y la exportación de futbolistas; y de los clubes que reciben dinero por cada jugador de su plantilla que participa en el mundial.
Insisto “Gonzalo”, la selección no nos representa, a ellos no les interesa que tengas que pagar tu playera de la selección por los siguientes 12 meses, o que hayas ahorrado durante los últimos 4 años para acompañarlos en Qatar, o que hayas roto a puñetazos tu pantalla, ellos están interesados en mantener los patrocinios con la marca de pan, de refresco, de vehículos, a ellos les interesa vivir “en un country” y andar “en un BMW para arriba”, a ellos les interesaba tomarse la foto con Messi o pedirle la playera, no vencerlo en una Copa del Mundo.