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  • 06 Jan 2023
  • 18:01
  • SPR Informa 6 min

El discurso polarizador (Épater le bourgeois)

El discurso polarizador (Épater le bourgeois)

Por Jorge Hernández Aguilera

“No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después”.
- William Shakespeare

El debate público tiene su origen en los comedores de los hogares. 

Contrario al adagio popular que exhorta a nunca conversar sobre política, religión y fútbol; la temática que regularmente condimenta las mesas es el ejercicio del poder. El poder presidencial. Desafortunadamente, la sazón emocional suele aderezar de fundamentos pasionales –similares a los del fútbol – los análisis políticos. Frecuentemente las soluciones de los grandes problemas nacionales son narradas con el simplismo de sugerir hacia qué lado debe tirarse un penal. 

Es la esencia democrática. El abuso de la estadística, como sentenciaba Borges. 

Una de las críticas más frecuentes en contra del Presidente de la República, por un sector en específico, es la relativa a la fragmentación social que provoca su narrativa. “Divide al país entre chairos y fifís”, “nos divide a los mexicanos”, “pone a la sociedad en enfrentamiento”; son algunas de las frases que los opinólogos de la hegemonía televisiva rezan en busca de eco. Inevitablemente el eco resuena.

Ante la carencia de argumentos estructurados y razonamientos lógicos para contradecir programáticamente las acciones de gobierno, la negativa de facto ante cualquier impulso presidencial es la respuesta recurrente. Se le dice no al emisor, sin prestar atención al mensaje. Al ser “ad hominem” la descalificación, sería importante reflexionar acerca de las motivaciones y trasfondos que produce la reacción. 

Indudablemente hay altas dosis de racismo y clasismo de quienes históricamente se han visto favorecidos por las relaciones de poder. La cultura política mexicana establecía como prototipo de “buen gobernante”, aquel egresado de universidades estadounidenses; que hablara con mayor fluidez el inglés que el español. Cuya tez blanca reivindicara la colonización de la cual fuimos sometidos. Tener un presidente guapo tenía más valía que un presidente honesto.

La patria no era primero. 

En contrasentido, un presidente del sur, que se identifica con las mayorías del país es un inmenso riesgo. Un peligro para México.

Aborrecen que el presidente no use pantalones entubados, ni gomina para el cabello. Que las corbatas Hermes hayan desaparecido de la escena nacional. Que las telas italianas fueran suplidas por guayaberas oaxaqueñas. Que el avión presidencial permanezca en el armario. 

El presidente combate el clasismo y racismo con suma ironía. Pareciera reivindicar el surrealismo de los poetas decadentes de la Francia del siglo XlX; Baudelaire y Rimbaud. El grito de guerra de aquella época ha sido trasladado a la máxima tribuna política de nuestro país: Épater le bourgeois o Épater les bourgeois (en español, dejar al burgués patidifuso, atónito). 

Da nombre al embate de la derecha y su discriminación con la categoría de fifís. Cuando el sector aspiracionista se incluye en la categoría para victimizarse en alusión, completa la definición: “Para ser fifí se requiere una fortuna superior a los 500 millones de dólares”. Vaya manera de aterrizar los pies a las conciencias neoliberales.

La base ideológica de la transformación se resume en separar el poder político del poder económico. En el pasado reciente la administración pública era una franquicia de negocios. Actualmente se reivindica a los desfavorecidos. No solamente priorizando su bienestar económico, sino, combatiendo frontalmente las expresiones clasistas y racistas. 

Esa es la trascendencia de la historia política moderna. Un hombre del pueblo, que tuvo una acumulación inaudita de poder y siguió siendo un hombre del pueblo. 

Imploremos despierte la oposición política en México, que muestre un programa de gobierno, dejando atrás ofensas y descalificaciones. 

No se dan cuenta que cuando se mofan de la tez morena, del lenguaje coloquial; menosprecian al grueso poblacional de nuestro país. A la mayoría nacional.

Al final del camino, el abuso de la estadística determina el poder.