En la historia electoral mexicana son pocas las ocasiones en que se tiene la suerte de presenciar la extinción de una institución partidaria. Como, por ejemplo, el PRI.
El Partido Revolucionario Institucional representó una parte importante de la historia del régimen político hasta hace seis años. Los datos electorales así lo confirman. Por encima de las diferencias de criterio y profesión, los especialistas de las ciencias sociales a lo largo de los años tienden a reconocer en la organización que creó el General Plutarco Elías Calles hace casi cien años, una capacidad sin precedentes, y prácticamente única en el mundo, de mantenerse durante larguísimo tiempo en el poder conciliando intereses divergentes y respetando la existencia conveniente de adversarios y “partidos de oposición”.
El Estado y su partido tuvieron por décadas en sus manos la receta secreta de la permanencia: gran capacidad para formar, integrar, mantener y manipular en su seno a la militancia y controlar a la mayoría de las corporaciones empresariales y de trabajadores. El corporativismo sindical y patronal, más múltiples fraudes electorales salvaguardaron el modelo de desarrollo capitalista mexicano.
También no es una novedad decir que del año 1929 al 2018 quince de dieciocho presidentes de la República salieron de sus filas. A partir de 1989, que inició su declive y descomposición, hizo alianza política con el Partido Acción Nacional. Ambos controlaban a la mayoría absoluta de senadores y diputados, integrantes del Congreso Federal.
Hasta hace seis años, PRI y PAN modificaron la Constitución a su antojo para consolidar un modelo económico neoliberal. Parafraseando al escritor regiomontano Gabriel Zaid: así nos fue a todos los mexicanos.
El acuerdo político, no intercambio de regalos, que han llevado a cabo durante 35 años entre ambos partidos se agotó. El otrora orgulloso y simbólico partido tricolor se ha convertido por decisión ajena a su militancia en una difuminada coalición autodenominada “marea de color rosa”.
Hoy, lo inédito de la actual sucesión presidencial es ser testigos del inmenso decaimiento del PRI. La alquimia que puso en práctica hace 2 años al olvidarse de su larga historia como partido y aliarse para competir contra MORENA en coalición electoral con la derecha panista resultó un tremendo fracaso. El equívoco de ambas fuerzas fue el no haberse fundido en un nuevo partido político.
Desde 2018 no han ganado casi nada. El PRI no ha obtenido beneficio político alguno. Como organismo partidario ya perdió militantes, votantes, gubernaturas, cientos y cientos de presidencias municipales y ya está arrastrando la toga rindiéndose precipitadamente ante la evidencia de una próxima e inminente derrota en las cercanas elecciones federales y locales.
La desgracia mayor para los priistas convencidos, que los hay todavía en algunos pequeños territorios como Atlacomulco y Metepec, es la vergonzante propuesta que recientemente hizo el presidente del Comité Ejecutivo Nacional Alejandro Moreno, al partido Movimiento Ciudadano y su candidato Jorge Álvarez Máynez para que éste renuncie a favor de Xóchitl Gálvez candidata a la presidencia por la coalición PRI-PAN-PRD. Proponer su renuncia como dirigente y candidato al Senado si Álvarez Máynez abdica a su candidatura es confirmar al menos dos procesos que certifican el profundo debilitamiento que vive ya ese partido: primero, el aval que el Tribunal Electoral de la Federación dio al Consejo Político Nacional, órgano secundario que pasó por encima de la Asamblea Nacional del propio partido para prorrogar el mandato de Moreno es la mejor demostración de que el PRI ya está viviendo un proceso acelerado de extinción pues los aliados de Moreno pasaron por encima de la normatividad interna; la renuncia al PRI de cientos de militantes desde hace diez meses, que no aceptaron la violación a sus derechos lo ratifica. Pero, lo peor se está viviendo ahora al hacer la propuesta a Movimiento Ciudadano, que dejaría al PRI sin presidente.
Los Estatutos del PRI son suficientemente claros para iniciar un proceso de expulsión de Alejandro Moreno, después de las ideas expresadas a la dirigencia de Movimiento Ciudadano.
Al incumplir con las resoluciones internas; con el Código de Ética Partidario; al negar su militancia y compromiso partidista; al no promover la defensa de los intereses del partido en el desarrollo de los procesos electorales en que participa; al no contribuir a dignificar la imagen del partido. En una palabra, al proponer su renuncia al Senado Alejandro Moreno realizó actos de desprestigio de las candidaturas sostenidas por el PRI y sus aliados, obstaculizando las campañas respectivas. Su expulsión debiese ser inminente.
El PRI en 2024 se extingue por iniciativa de su dirigente. Es la diferencia histórica de luchar por el poder o buscar la salvación personal.