Por Rodrigo González .
https://www.sprinforma.mx/noticia/pobre-mexico-tan-lejos-de-dios-y-tan-cerca-del-narco
6 min Asonada tras asonada, muerte tras muerte, crimen tras crimen… así se resume el transcurso de la existencia de México durante los últimos 15 años. Es por eso que repensar la estrategia de seguridad –a juzgar por el incremento de la violencia en el país– parece algo incuestionable. De acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), hay 6 entidades federativas donde se concentra el 50% de los homicidios –Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Baja California, Jalisco y Sonora–, es decir, un tercio de la población mexicana vive en una situación de horror. Y la espiral de violencia va en aumento.
En este sentido, la intención del gobierno federal de disminuir la cantidad de asesinatos a través del Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 es un acto pertinente, pero carece de sagacidad. Hace falta reacomodar sus piezas y comenzar con lo que acongoja a la nación desde hace ya varios años: el narcotráfico y sus secuelas.
Quizá si el tema del contrabando de droga fuese algo nuevo se aceptaría un proceso de prueba y error, sin embargo no es el caso. El alcance de este problema es a nivel internacional y ya varios países han tomado medidas que han ayudado con su contención. Portugal y Uruguay tal vez sean dos de los ejemplos más exitosos; ambos países –en resumen– han acompañado la legalización de determinadas drogas con programas de rehabilitación que evitan la estigmatización de las personas adictas. Claro está que existen muchas diferencias entre estas dos regiones y México, pero no por ello tiene que existir un rechazo hacia este tipo de medidas.
Asimismo, sería oportuno empezar por descifrar las ventajas de la legalización en el país y reconocer que inevitablemente se tiene que llegar a esto si verdaderamente se quiere avanzar en el tema de seguridad. El narco está metido en lo más profundo del territorio mexicano y le está causando un daño irreparable. Urge poner en el debate nacional –hasta conseguir un avance– la despenalización del consumo de drogas. Por un lado, se debilitaría todo el esquema de cárteles y sus miniejércitos y, por ende, disminuiría el impacto de la violencia; el Estado tendría una captación económica considerable y –desde luego– podría invertir ese dinero en programas deportivos que ayuden a mitigar la adicción de los jóvenes.
Con otras palabras, la pacificación del país podría comenzar –de manera contundente– a través de concesiones estatales para la venta de estupefacientes. No son necesarios más pactos entre los grupos criminales y la clase política, se requiere una visión más amplia de la problemática y las posibles soluciones.
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