Mas allá de La Chingada

Ya lo dijo el subcomandante Marcos, que las luchas son como un círculo, se pueden empezar en cualquier punto, pero nunca terminan. De historias de luchas está llena la inmensa Historia de México y la que comenzó el 1 de julio de 2018, y que tuvo una escala en el 1 de julio de este año, difícilmente terminará en La Chingada.

Después de la expropiación petrolera de 1938, se pudo haber pensado que la lucha por la autodeterminación de la nación sobre este recurso natural había terminado; sin embargo no fue así. Las compañías extranjeras jamás quitaron el dedo del renglón y de inmediato desataron una guerra de propaganda internacional diciendo que se gestaba un movimiento armado en contra del gobierno del General Cárdenas para generar condiciones favorables para la intervención militar de Washington en el país.

Las compañías afectadas por la expropiación también pretendieron capitalizar las diferencias que surgieron en los años posteriores a 1938 entre el sindicato petrolero y la naciente PEMEX, alentaron la rebelión cedillista en San Luis Potosí y apoyaron al movimiento almazanista en el relevo presidencial de 1940. 

Escribe Lorenzo Meyer: “Los petroleros -a diferencia del gobierno norteamericano- nunca llegaron a aceptar el derecho de México a expropiar sus propiedades (...) En los primeros tiempos, la propaganda de los petroleros repitió incansablemente que México no estaba capacitado para mantener en marcha la industria expropiada”.

Aquellos intereses no se resignaron y lograron, a punta de sobornos, hacer que retornara a sus manos una parte de lo que habían perdido en 1938, ello a partir de la regresiva contrarreforma energética de 2013 con la que el neoliberalismo asestaba un golpe a la soberanía nacional. 

Los modernos publicistas de los intereses extranjeros han cuestionado el viraje que está implicando la cancelación de facto de esta reforma con la llegada de la Cuarta Transformación. Se ha cuestionado, ad nauseam y con argumentos reduccionistas, la construcción de la refinería de Dos Bocas apelando al “gasto excesivo” que implicó la inversión en su construcción y reiterando el precepto de que es más barato comprar gasolinas y refinados del petróleo que producirlos.

La construcción de la refinería de Dos Bocas, la adquisición de Deer Park, la estatización del litio y la cancelación de los contratos de autoabasto eléctrico; son medidas que forman parte de un gran diseño de país que coloca al centro el concepto de seguridad nacional y soberanía energética, ambos, imposibles de cuantificar en un estado de resultados o en un balance financiero.

Los intereses que han pisoteado todas estas determinaciones son fuertes y las reacciones podrían ser desmedidas, aunque calculadas con un sigilo quirúrgico. López Obrador, figura que ha articulado el movimiento y la agenda nacionalista en la que se cimentan las mismas, tiene tras de sí una larga historia de luchas y resistencias. Conocedor de la Historia, el tabasqueño sabe la dimensión de sus determinaciones y la tenacidad de quienes se oponen a ellas, ambos bandos enfrentados en otras paginas de la vida del país.

La defensa de Dos Bocas, de PEMEX, de la CFE, del proyecto de país, de la soberanía energética, de la autodeterminación del pueblo, de la seguridad nacional, de México mismo; no podrá concluir el día que López Obrador entregue la banda presidencial y se retire a su finca en Chiapas. Él lo sabe mejor que nadie y sabe que las intensas batallas que seguirán requerirán de figuras y símbolos que se levanten más allá de La Chingada.