¿Estrategia de seguridad fallida?

Desde que comenzó a gobernar la Cuarta Transformación en México, si algo se tenía claro era la manera en que se llevaría la política interior en materia de seguridad; atacar las causas era el camino y el fin que nos ayudaría a pacificar al país con los niveles más altos de violencia −resultado de una política bélica en “contra” de algunos carteles de la droga, mientras se protegía a otros−. 

En sexenios pasados sacaron al ejército a las calles, los niveles de violencia se evidenciaron y el desgobierno se volvió la regla, y no la excepción, en estados como Michoacán, Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas, Chihuahua, Guanajuato y hasta en la Ciudad de México, donde por primera vez, en tiempos de Miguel Ángel Mancera, se sintió la presencia de las organizaciones como el cartel de Tepito, relacionado al cartel Jalisco Nueva Generación.

Algunos “expertos” comentócratas critican el no seguir acribillando a nuestros militares frente a los grupos delictivos del narcotráfico, robando cientos de vidas inocentes víctimas del fuego cruzado, aquellos que Felipe Calderón llamó daños colaterales. Medidas que solamente contribuyeron al rompimiento del tejido social y maximizaron la violencia en los estados ya violentos. Es decir, querían apagar el fuego, echando combustible.

En el sexenio de Felipe Calderón no solamente se aumentaron los niveles de violencia, se fortalecieron los carteles mexicanos, el narcogobierno se consolidó a tal grado que el Secretario de Seguridad de Calderón, Genaro García Luna, daba cuentas al mandatario del Estado y al capo del cartel de Sinaloa simultáneamente.

Los mismos que tuvieron (o tienen) nexos con la delincuencia organizada −como Javier Lozano con los huachicoleros en Puebla o Felipe Calderón con diferentes capos− son los mismos que buscan en la actualidad construir la narrativa de que el gobierno actual tiene pactos con líderes delincuenciales, increpando el culiacanazo y aquella decisión tomada por el gobierno federal respecto a dejar en libertad a Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo Guzmán”, decisión que si no hubiera sido en el sentido en el que fue, hubiera costado, una vez más, pérdidas humanas y más derramamiento de sangre inocente.

La política de pacificación del Presidente es, como ya mencioné, atacar las causas; impulsando programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, impulsar el bienestar a través de mega proyectos que proporcionan trabajo digno como es el AIFA, la construcción de la refinería Dos Bocas y el Tren Maya.

Recalquemos las reuniones de seguridad que tiene el Presidente con su gabinete todos los días a las 6 de la mañana para plantear estrategias y planes de acción focalizados a mitigar la violencia, dinámica que se replica en los gobiernos estatales 4T, así como en los municipios. Voluntad hay y trabajo también.

Si bien, ahora pareciera que la delincuencia ha aumentado, la razón va en dos sentidos; primero, hoy el gobierno sí hace pública la información que en el pasado se omitía; y la segunda, los medios de comunicación actualmente no están cooptados y tienen plena libertad de difundir notas en la materia. Recordemos que en el pasado los medios estaban comprados y solo se difundía aquella información que beneficiara al personaje que gobernaba desde Los Pinos.

Es lamentable lo ocurrido en Chihuahua, respecto los sacerdotes jesuitas y el terrible linchamiento que le quitó la vida a un joven en Puebla. Se tiene pleno conocimiento que el proceso es lento y gradual, un proyecto de pacificación transexenal acompañado de leyes de amnistía y mesas de seguridad que deberán estar en la agenda de quien vaya a relevar al Presidente de la República.