En abierta desobediencia a una prohibición impuesta por el gobierno del primer ministro Viktor Orbán, decenas de miles de personas salieron este viernes a las calles de Budapest para participar en la Marcha del Orgullo LGBTIQ+, en lo que activistas ya consideran una de las movilizaciones por los derechos civiles más importantes en la historia reciente del país.
El evento, que celebró su edición número 30, fue formalmente vetado por la policía bajo el argumento de una ley que prohíbe la “promoción de la homosexualidad” ante menores, impulsada por el partido gobernante Fidesz. Sin embargo, el alcalde de la ciudad, Gergely Karácsony, permitió que el desfile se realizara como un acto cultural municipal, desafiando directamente al gobierno central.
Según los organizadores, la participación superó las 100 000 personas, convirtiendo el evento en una declaración masiva contra la represión estatal. Entre los asistentes se encontraban eurodiputados, funcionarios europeos y figuras políticas internacionales, como la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, y la exministra de Igualdad, Irene Montero, quienes expresaron su solidaridad con la comunidad LGBTIQ+ húngara.
Durante la marcha, la policía implementó medidas de vigilancia como el uso de reconocimiento facial para identificar participantes. Aunque no hubo represión directa, las autoridades han advertido que los organizadores podrían enfrentar sanciones legales, incluidas multas y penas de prisión.
“Esta ley no solo ataca a las personas LGBTIQ+, ataca también el derecho a la libertad de expresión, de asociación y de protesta”, denunció un portavoz de Amnistía Internacional. La organización ha calificado la legislación húngara como un “retroceso histórico en materia de derechos humanos”.
Desde Bruselas, la Comisión Europea confirmó que mantiene abiertas acciones legales contra Hungría por violaciones al Estado de derecho y discriminación. “La igualdad no es negociable”, señaló Ursula von der Leyen, presidenta del organismo.
La Marcha del Orgullo en Budapest, lejos de acatar la censura estatal, se ha convertido este año en una manifestación de principios democráticos frente a las políticas autoritarias de Orbán. Para miles, fue más que una celebración de la diversidad: fue un grito por la libertad.