En la Secretaría de Educación Pública, la maestra Delfina Gómez llegaba cada día a las 7 de la mañana, muy temprano, porque antes de iniciar su jornada laboral, la titular de la dependencia más gigantesca de la administración pública se dedicaba a darle clases a un grupo de cuatro mujeres mayores, personal de limpieza, que no sabían leer ni escribir.
Alfabetizadora permanente, maestra de vocación que pasó 17 años en las aulas de 1982 a 1999, directora durante diez años del Centro Escolar Nezahualcóyotl, de 2002 a 2012, en el centro del municipio de Texcoco, Delfina Gómez se volvió un personaje popular precisamente por su compromiso con la enseñanza, por su buen humor, por su sencillez y, sobre todo, su honestidad y su dignidad.
La honestidad derivada no sólo de su cero interés por enriquecerse con el dinero público, sino por tratar a todas las personas como seres humanos con dignidad. “Los invisibles” para la gran mayoría de la alta burocracia son hombres y mujeres de carne y hueso para la maestra Delfina.
Hija de albañil y de costurera, Delfina Gómez nunca ha negado su origen y menos ha tratado de “maquillar” su biografía o su apariencia. Viene desde abajo, es católica practicante con gran empatía entre sacerdotes y catequistas de la zona, defensora de perros y gatos que ha adoptado a lo largo de los años; lideresa natural de su municipio.
Estas fueron, entre otras, las características que vio el profesor Higinio Martínez, fundador del Grupo de Acción Política en Texcoco, la corriente dominante de las izquierdas desde la fundación del PRD y luego de Morena en la zona, para invitarla a ser candidata a la alcaldía de 2013 a 2015.
El “buen ojo” del profesor Higinio es legendario. Logró no sólo convertir a Delfina Gómez en una alcaldesa muy popular y respetada. Delfina Gómez ganó la diputación federal por Morena en el distrito 38 del Estado de México en 2015, compitió por la gubernatura por primera vez en 2017 y quedó a sólo dos puntos frente a su adversario Alfredo del Mazo Maza, nieto del primer gobernador del mítico Grupo Atlacomulco.
En 2018, durante la campaña federal, Delfina Gómez ganó por amplio margen la senaduría de la entidad más poblada del país. Fue la primera delegada federal de los programas del bienestar entre 2018-2021, y luego fue titular de la SEP, de 2021 a 2022, para luego retornar a la senaduría y ser la candidata ganadora a la gubernatura del Estado de México, este 4 de junio de 2023.
Ella es la mujer de 60 años que logró lo que parecía imposible: concretar el fin de la hegemonía política y electoral del Grupo Atlacomulco, la red de relaciones políticas, económicas, de parentesco, impunidad y corrupción que ha gobernado esta entidad desde hace más de 8 décadas de manera ininterrumpida.
Los políticos veteranos suelen decir que el Grupo Atlacomulco no es priista. El PRI era del Grupo Atlacomulco, no sólo en el Estado de México sino en varias entidades donde la “ola roja” del priismo mexiquense financió, patrocinó y controló diversas campañas electorales, tal como ocurrió en 2009, en la antesala de la victoria de Enrique Peña Nieto en la presidencia de la República en 2012.
La victoria de la maestra Delfina representa el triunfo de la sencillez. Y en el Estado de México, sobre todo, en la “clase política” no hay peor pecado que ser sencillo. Si uno quería ascender en el escalafón político-burocrático y de negocios mexiquense, lo mejor es presumir las relaciones de parentesco, la membresía a algún club de Golf, imitar el outfit de los de Huixquilucan (la primera generación de norteamericanos nacidos en suelo conurbado a la Ciudad de México), tener choferes y carros, de preferencia camionetas blindadas, guaruras que lleguen antes a los restaurantes para reservarle la mesa “al jefe”, presumir hijos “blanquitos” y matrimonios en cónclave dinástico.
La maestra Delfina no juega golf, no quiere ser rubia, no se ha hecho cirugías plásticas, no pretende hablar con rebuscamientos tecnocráticos, come en su oficina, atiende a quien acude a ella y es alérgica a los guaruras. Habla como maestra que explica en el aula. Entiende a los “invisibles” porque a ella siempre la han subestimado.
La victoria de la maestra de Delfina es también una derrota del clasismo, de la misoginia, el racismo y de la idea ampulosa de quienes viven en una entidad que se siente californiana y, en realidad, es un botín presupuestal de quienes aprendieron mal las lecciones del otro “profesor” Hank González: pobre político es un político que ignora a los pobres.